SECCION ESPECTACULOS PAG. 41 BALAZO: PRIMERA LECTURA CABEZA: Harold Pinter en el teatro universitario CREDITO: MALKAH RABELL ¨Por donde empezar? Nada mas dificil que analizar una obra que nos disgusta y que no obstante tampoco nos parece pobre en encanto y belleza. Creo que tal es la resistencia que han despertado en mi las dos obras de Harold Pinter llevadas a la escena por el director Ludwik Margules en el teatro universitario Juan Ruiz de Alarcon. La primera obra que dirigio esa noche Ludwik Margules fue Tiempo de fiesta, y tuvo bajo su batuta directiva a un reparto bastante amplio, compuesto por una docena de actores entre quienes figuraban: Luisa Huerta, Jesus Ochoa, Laura Olmela, Alvaro Vazquez y Lydia Margules. Es muy dificil explicar una obra -para nosotros que ignoramos la vida inglesa, bastante cerrada- como Tiempo de fiesta. Segun Carlos Fuentes, que fue el traductor de la misma, se trata de "la mas conmovedora voz del deseo que puede escucharse en el teatro contemporaneo; la voz de Harold Pinter"... Francamente se me hace un poco (o mucho) exagerada semejante opinion del excelente novelista que es Carlos Fuentes. Hasta creo que el mismo Harold Pinter no llega a tanta autoadmiracion. Esta obrita corta con tant os protagonistas, aunque en papeles apenas significativos, solo en un momento dado llega a presentar la cara del deseo, en ese club para gente de la alta sociedad inglesa, donde una joven esposa tiene una escena erotica con un extrano, frente a su propio marido. Lo que a mi mas bien me recuerda la epoca cuando estaba de moda el amor libre, y hacer escenas de amor ante sus propios conyuges en brazos de desconocidos resultaba de muy buen tono, muy chic y valiente, digno de la gente muy avanzada. Y desde luego tambien en este Tiempo de fiesta el marido permanece frio e indiferente ante la exhibicion de la juvenil "pecadora"... Seria curioso preguntar a los actuales espectadores que piensan de ello. Se me hace que algunos, muy en silencio, creen que lo merecido por la juvenil esposa era recibir tres balazos. Lo mas interesante de esta corta obrita traducida por Carlos Fuentes es tal vez la aparicion de un joven personaje, Jimmy, que habla de la vida y de los problemas de sus compatriotas en muchos campos del pais. Y mas que Inglaterra se me hace que se trata de una colonia inglesa, muy lejos de la metropoli. Quiza la obra que presenta un contexto de mayor deseo con base en mucho dolor y de no pocas lagrimas, sordo dolor casi siempre silencioso, es Luz de luna. En una casa pobre, con una esposa envejecida, mas de trabajo que de anos, con un hombre que constantemente guarda cama, probablemente por una enfermedad incurable. Su estado del alma y del cuerpo se presentan mucho mas silenciosamente. Mas para adivinar que para comentar, sin escenas apasionantes, el dialogo entre esposa y esposo deja entrever con mas fue rza que en Tiempo de fiesta su estado que enfermizamente necesita de amor, y hasta de amor corporal. Deseo de seres desdichados y tragicos. Julieta Egurrola, que es una actriz joven, en ese papel de mujer ya en edad cercana a la vejez, es excelente con sus gestos y actitudes de mujer, mas cansada que realmente vieja. Y asimismo Jesus Ochoa, como Andy, el marido enfermo, es excelente. Sin exageraciones ninguno de los dos. Lastima que, sentada en la ultima fila -que me dieron por ausencia de otras mejores y mas cercanas al escenario-, no siempre lograba captar todos los promenores del texto y de los parlamentos de los protagonistas. Lo que mas me llamo la atencion y que me llego mas hondo que todas las elegancias verbales de la primera obrita corta, fue el dialogo entre el marido y la esposa, medio sordo, medio lejano, como perdido y recuperado de tanto en tanto. Si habia algo que llego a molestarme en cada una de las escenas de las dos obras era la lentitud de los parlamentos. Esa insistencia creo que de la puesta en escena, en mantener a cada actor inmovil y silencioso durante mas de unos minutos, que se hacian no solo largos, sino desagradables. Lo que me encanto fue la iluminacion de las dos escenas de la segunda obra, que parecian coloreadas en la pantalla de un cine o en la de un televisor, encerradas ambas entre los centimetros de su cuadrante. Esa ilusion de una pantalla iluminada resultaba muy bella. El nombre y la obra de Harold Pinter se me hacen poco conocidos entre nosotros, en Mexico. Una de las grandes virtudes de Margules es su inquietud por introducir y dar a conocer a los creadores modernos en el escenario mexicano. Esa misma inquietud se hallaba tambien entre los estudiantes universitarios que esa tarde de domingo llenaban hasta el ultimo rincon del teatro Juan Ruiz de Alarcon, y cuya presencia entusiasmada creaba alegria y esperanzas. .