SECCION CULTURA PAGINA 28 CREDITO: RICARDO POHLENZ CABEZA: Del refrigerador como puente a la trascendencia caso es que la cancion ofrecida por Paul Simon tiene como tema central un refrigerador, y no solo eso, el rugido ronroneante que hace, manifesta la esencia del refrigerador. Eso que, mas que un sobresalto, comunica una certeza tranquilizadora, podria decirse incluso que reconfortante, esa paz mitica que anuncia enmedio de la noche que el jugo de naranja seguira fresco, la leche no se habra agriado y el tocino habra conservado sus propiedades, tan propicias al paladar como nefastas a la hora de hacer balances fisiologicos. Si se es lo suficientemente sibarita, se habra dejado la mantequilla fuera para que este lo suficientemente blanda al untarla en el pan. Pero no nos desviemos. Es cierto que al refrigerador lo damos por sentado con esa gratuidad con que percibimos el mundo durante la lactancia, pero hay algo en el subconsciente que siempre esta al acecho de ese rumor caracteristico, anunciado por una aspiracion motivada por el termostato que resienten las bombillas con esa baja de voltaje moment aneo, el barritar de elefante que se continua con mal disimulado temor durante algunos minutos y es corte, como de corcel al que se le ordena detenerse, que deja la noche a merced de los grillos y las cigarras (en el caso de que los hubiera). Muy en el fondo de nuestra psique estamos temerosos de que ese ruido no regrese, que se quede en ascuas, como detenido en el transcurrir, que es de suyo detener (recuerdese que el frio ataranta a las moleculas al punto de casi detenerlas), y uno amanece y descubre con horror que la degradacion organica existe, y si no es porque el freon, como sangre, se escurre en el piso, se le descubre un paro cardiaco, el compresor no ha dado mas y se ha dejado vencer. El tecnico, es decir, el medico, dice que mas que una reparacion requiere una resurreccion, avido en su tajada en el trafico de organos, y uno se queda en la contemplacion de lo que fue un refrigerador y que hoy solo es la cascara de un refrigerador, al cual, a lo mucho, se le puede malvender a algun artistoide alterna tivo para que lo use en su proxima instalacion. Es entonces cuando uno ve el tamano de su suerte, cuando se ve desamparado de ese monstruo encantador que acogia en su seno al helado, la botella de Zubrowka, el salmon (cuando llega a hacer sus milagrosas apariciones), las siempre perecederas verduras y legumbres, por no hablar de la cerveza. El mundo se ha revelado ante nuestros ojos, el amplio margen de error inscrito en nuestras cartografias de creencia se ha hecho palpable y descubrimos que si la metafisica esta en algun lado, no sobrevive a una temperatura mayor a los tres grados centigrados y si existe la divinidad, su umbral se haya mas alla del cero absoluto vislumbrado por Kelvin. Pero es demasido tarde, el refrigerador ha muerto y la vida pierde sentido. Uno rehuye el momento de llegar a casa a sabiendas de que ese gran cadaver yace en la cocina, mirado con sorna por aquella que, siendo su antipoda, comparte creditos en la teologia tecnologica y sus catalogos, a la que, por cierto, no le funciona el horno. .