SEC. INF. GRAL. PAG. 3 CABEZA: Eterna gratitud CREDITO: Gilberto Guevara Niebla El pasado miercoles 6 murio, en Puebla, Carlos Fernandez del Real. Muchos hubieramos deseado que el pais le rindiera un homenaje por su obra. La sociedad mexicana, sin embargo, es brutalmente ingrata con hombres que contribuyen a enriquecerla y a renovarla no a traves de la administracion publica y el ejercicio del poder, sino por medio de la accion disidente y el discurso critico. Lo es mucho mas con hombres de izquierda. El espectro de Diaz Ordaz sigue vivo en las esferas mexicanas de mayor influencia con tinua, impidiendo que se reconozcan meritos civicos en grandes hombres que, desde posiciones independientes, han entregado su vida a la defensa de los oprimidos. El arraigo de estos prejuicios es, entre otras cosas, uno de los elementos que obstaculizan la renovacion del consenso y la unidad nacional. Hay ha habido siempre en el campo de la izquierda figuras dignas de general estimacion y respeto, hombres talentosos, generosos y solidarios, que hacen un trabajo constructivo y realizan actos de heroismo civi co, que con su accion abren espacios de libertad y que, por todo esto, merecen el reconocimiento de la nacion. A esta casta de hombres pertenecio Carlos. La obra del abogado Carlos Fernandez del Real es muy conocida en los sindicatos y las organizaciones de izquierda, mucho menos por el gran publico. Expulsado por la guerra civil, llego procedente de Espana cuando todavia era un adolescente. Aunque el pensaba que su vocacion era la medicina, sus premuras materiales le llevaron a estudiar Derecho en la UNAM, en la epoca del tabasqueno rector Rodulfo Brito Foucher. Los estudiantes de izquierda de aquella epoca detestaban a este personaje que abiertamente habia declarado su simpatia por la Alemania de Hitler. El joven Carlos Fernandez no fue propiamente un militante politico, su condicion economica no se lo permitia, pero tenia temperamento de izquierda y, cada vez que pudo, se unio a los estudiantes que luchaban contra el "dictador universitario". En esa epoca, por cierto, solo existia en la Universidad una organizavcion estudiantil de izquierda, la ARDE, Asociacion Revolucionaria de Estudiantes, que dirigia el entonces alumno de filosofia Jose Rogelio Alvarez y en la cual militaba otro estudiante de leyes que, andando el tiempo, vendria a ser amigo fraterno de Carlos, me refiero al siempre recordado Armando Castillejos. Apurado por trabajar, Carlos se apresuro a concluir su carrera de Derecho. La concluyo un ano antes y se recibio con una brillante tesis en la que tocaba, sin embajes, el problema de las conocidas tendencias xenofobicas de los mexicanos que conducian a la paradoja de que la nacionalidad adquiriera socialmente valores diferentes segun se hubiera nacido o no en territorio nacional. En el acto de recepcion estuvo presente el director de la facultad y, aunque no recibio honores, si fue objeto de numerosas felic itaciones. Enseguida Carlos se fue a trabajar a Toluca. Ahi ocupo un puesto en una Comision de Salarios. Duro alla dos anos y regreso desencantado por la burla de que eran objeto las leyes. Paso, luego, a ocupar un puesto en la Junta de Conciliacion y Arbitraje del Distrito Federal donde fue testigo de constantes irregularidades, arbitrariedades y burlas a las normas, situacion que le llevo, al final, a renunciar. Esta experiencia fue determinante en su vida y decisiva en el desarrollo de la concepcion que Carlos elaboro sobre el valor de las leyes en Mexico. El se convencio de que en Mexico no privaba un Estado de Derecho y que ejercer la abogacia en estas condiciones era someterse a un mundo de corrupcion execrable. No podia, dada su edad, reiniciar estudios y hacer la carrera de sus suenos; medicina. Opto entonces por algo que le parecio cercano y atractivo: un empleo como representante de industrias farmaceuticas. No pasaria mucho tiempo en persuadirse que entre la medicina y el comercio de medicamentos existia un abismo y que el nuevo trabajo le resultaba esclavizante. No obstante esto, duro mucho tiempo en el. Volvio al ejercico de la profesion juridica hasta mediados de los anos 60, por una via inesperada: a solicitud de un amigo, se ocupo de la defensa de un preso politico, Quico Condes. Mas tarde decidio asumir la defensa de otros presos politicos, incluyendo la de Victor Rico Galan con quien forjo una fuerte amistad y de otros amigos como Rolf Meiners y Antonio Gershenson. En 1968 su trabajo como defensor de presos por causas politicas se multiplico pues a el le toco la defensa de varios de los lideres estudi antiles presos entre ellos nos contabamos Luis Gonzalez de Alba, Raul Alvarez, Miguel Eduardo Valle y yo y de sus viejos amigos Adela y Armando Castillejos, abogados como el, que eran victima de una de las mas estrujantes injusticias que cometio el gobierno atrabiliario de Diaz Ordaz. Despues de la masacre de Tlatelolco, tras la reclusion en el Campo Militar y el encierro en la Crujia "H" de Lecumberri, todavia con las huellas del terror en el cuerpo las del alma eran imborrables, fue Carlos Fernandez del Real el primer civil que vimos a la salida del tunel. El noso recibio como siempre, tranquilo, muy en su lugar como abogado, dispuesto a defender con palabra firme, que imponia respeto, los derechos de sus defendidos. Durante los casi tres anos que siguieron, Carlos fue para todos los j ovenes estudiantes presos una imagen paterna, una figura protectora y, al mismo tiempo, un eficaz representante juridico y politico. Fue el la primera persona que logro entrar a Lecumberri la noche del primero de enero de 1970, tras el salvaje ataque que lanzaron las autoridades del penal para liquidar la huelga de hambre de los presos politicos y del cual resultaron decenas de estudiantes heridos. Fue el, tambien quien se presento en numerosas ocasiones ante las autoridades para protestar por las condicion es desventajosas que sufriamos en prision y, finalmente, fue a el a quien correspondio, al final de nuestro encierro, negociar los terminos de nuestra liberacion. Por todo esto, los estudiantes de 68 debemos a este gran hombre eterna gratutud. .