SECCION ESPECTACULOS PAG. 37 BALAZO: ANTROS CABEZA: ¨Donde quedo el golfo sur? CREDITO: XAVIER VELASCO He navegado hasta el sur siguiendo las huellas del Pato: golfo inquebrantable, amante de motores, legendario hechicero de princesas a la moda y vehemente adicto al reve. Hace una veintena de anos, cuando las casas del Pedregal aun podian darselas de modernas y Picacho era la Indianapolis de los arrancones, el Pato se iniciaba en un deporte que desde los sesenta habia hecho del sur de la ciudad un envidiable carnaval privado: l-i-g-a-r. Las mujeres que le amaron, tanto como los hombres que s olo vivian para maldecir su infalible pegue, saben que el Pato tiene una gigantesca deuda moral con los mas grandes promotores de su galanura infatigable: los antros. Circo de vanidades Del Papas al Saint Tropez, del Eugenes al Jeronimos, del San Angel Grill, al Jubile, del Vog al Nasty y del Magazine al News, el reino del Pato no conocio limite. Por eso ahora, mientras trepo de dos en dos los escalones de El Primer Piso, rasco en el mito del Pato: conquistador de ambiciones epicas en cuyos vehiculos ano tras ano equipados con los accesorios mas vigentes de su epoca se pasearon las chicas mas chic del Pedregal y anexas. Como jura una de sus mas de 100 ex novias: A ndar con el Patito daba cache. Pero El Primer Piso con sus alientos europeos que de tan contemporaneos lo hacen a uno pensar en 1978 como en el mero Pleistoceno, con sus estatuas empapadas de luz y sus mesas bordeadas de las sonrisas desenfadadas que desde siempre distinguen al muy alivianado Pedregal de las medievales Lomas no es un sitio contemporaneo de la gloria del Pato: galan discotequero por excelencia, profesante de brujeria laser, ostentoso bailarin que comenzo con el hustle sin jamas llegar hasta el slam. Un cover de veinte pesos, un cantinero muy movido y un desarmador mas bien sabroson me instalan de lleno en el bar, con la ciudadania suficiente para comenzar con un inventario que al Pato, si estuviera conmigo, le sacaria las de cocodrilo. Sean fuertes, amigos golfos: ponganse un L.P. de Stevie Wonder, o Gloria Gaynor, o Culture Club, o incluso Madonna, que ahora mismo nos vamos todos al sur. Proxima parada: el Circus. ¨Como que Magic Circus? No frieguen, mis cuates: esos ya son los destapados ochenta y nosotros vamos mas para atras, en esa epoca que quiso ser dorada e ingenua, cuando los reventones con Javier Batiz y pachecos que lo acompanaban eran pasado remoto y el candente Papas habia sido clausurado con todo y la memoria de Barry White. Pongamosle numero al momento: 1977. More more, more!, ofrecia la cantante de Andrea True Connection, y los reventados aun se daban el efimero lujo de lucir sus jeans Jordache en la pista del Circus, luego de haberse embodegado cuando menos cinco vodkas y digamos que conformes con su destino casi nice. ¨Casi? Como los aviones, el terreno donde bailaban los primeros emulos de John Travolta tenia dos categos: una, la turistica, correspondia al Circus, que por todo encanto tenia a un leon tristisimo, encerrado tras un aparador y seguramente harto hasta la migrana de soplarse la-misma-rola-de-Village-People-every-night; y mas arribita, excluyente como el himen de una doncella siciliana, se hallaba la primera clase, bajo el nombre Sain Tropez: verdadero escaparate de la gran moda setentera, cuyo acceso estaba restringido a los poseedores de un genuino pedigri sureno, generalmente mensurable por la suerte sexenal de su familia y amigos. Casi todos los asiduos recuerdan al Pato, con su ropa marca Sergio Valente y su reloj Pulsar e-lec-tro-ni-co: signos inequivocos de la clase de prosperidad que por entonces imantaba exito social y prestigio amatorio. Quien sabe por que, pero el sitio donde un dia estuvieron el Circus y el Saint Tropez carga con una maldicion empecinada e invencible. Todavia hoy, en pleno fin de milenio, los golfos del sur tienen motivos para considerar salados a esos perseguidos lares: hace pocos meses un incendio acabo con el News, ultimo antrito mayor del Pedregal. Pero no vayamos tan rapido, que andamos en los setenta y por las bocinas se desliza la voz cachonda de Lou Rawls que sentencia: Nunca encontraras a otro como yo. Noches de inconsciencia pura Sobrevivire, se dijo el Pato cuando el estilo cuarentero de Gloria Gaynor, ya agonizante, mudose del Saint Tropez al Eugenes, antrito escondido entre las callejas de San Jeronimo, cuyo mas celebrado encanto era por encima de los petulantes torneos de backgammon donde ganaba no el mas habil, sino el menos borracho su ambientacho de fiesta privada, casi oculta y a menudo escandalosa. De modo que el Eugenes murio pronto, pero el siempre ubicuo Pato encontro asilo en el Jeronimos: flam ante sucesor del Circus/Saint Tropez, ubicado en ese mismo espacio que sintio consumirse al News. Alli, el Pato y sus apostoles hacian arrogante inventario de los recursos humanos reclutados en el San Angel Grill: genuino desfile de poses donde, si uno sabia de que lado mascaba la iguana, podia salir a la banqueta de Insurgentes Sur decorado por la compania de mas de una mujer de pantalones embarrados, tacones altisimos y chamarrita Members Only. Se cuentan por cientos los galanes pobretones q ue, con auto y modales prestados, pegaron alli su Canels con mas de una chica ultimo modelo. Aunque eso si: el Grill, como el Charlies, era restaurante y en todo caso bar, pero nunca discoteca. Un tanto aburrido de la monotona pista del Jeronimos, el Pato no pudo sino recibir con los brazos abiertos al Vog: uno de los antros mas deschongados en la historia del ligador sur. Cuentan los mas rucallosos que en las fiestas pedregalescas de los sesenta, con Batiz y los Dug Dugs por sumos chamanes, uno se patinaba entre tanta bacha regada por los suelos. Pero los sobrevivientes del Drog, que era como con toda justicia se conocia al tal Vog, no envidian los recuerdos de sus tios jipitecos. Comandado por el inolvidable Pocholo, un golfazo llegado de Sudamerica para pervertir a hordas de hijos-de-familia-decentisima, el Drog era capaz de regalar a sus asiduos con noches de incon sciencia pura. Por eso los domingos, cuando el tumultuoso Magic Circus y el provinciano Privee dormian el sueno de los fresas, el Drog recibia gustoso al personal mas perdido del rumbo, y de mas alla: esos imperterritos vampiros que comenzaban el lunes ahogados, apapachados y bailando al ritmo de Men at Work: Who can it be knocking at my door? Como la mayoria de sus congeneres, el Drog comenzo recibiendo solo a los noctambulos mas adinerados de su tiempo, pero con el paso de unos meses fueron los sibaritas-mas-bien-mamilongos quienes se aduenaron del local. Frivolo por definicion, el Drog abria sus discriminantes puertas a toda una legion de pelagatos: desde el primogenito del prospero empresario hasta el buscavidas que recien habia salido del ya decadente Torremolinos, bien briagote y acompanado por dos ponedoras morritas dispuestas a todo con t al de llegarle al antro mas movido de la ciudad. ¨Necesito decir que el Pato, colmilludo como nunca, pasaba por la entrada del Drog como los passing shots de John McEnroe por la cancha de Wimbledon? Epidemia de clausuras Pero todo en esta vida se acaba, y asi llegamos a los dos anos que cambiaron el escenario del reventon en la ciudad: 85 y 86. Con el avance de los ochenta, el Torremolino se habia convertido en uno de esos bares que solo sirven para reclutar cenicientas urbanas con aspiraciones sociales (lo cual no restaba esplendor a las pintorescas balaceras que, si habia suerte, libraban a los parroquianos del odioso engorro de pagar la cuenta). Una noche se armo tan buena bronca en el Torre que su reputacion ya de por si menoscabada por las ocasionales parejitas que se daban ricos encerrones en el bano de mujeres debio cargar con el feo karma de un muertito, baleado en pleno camellon de Insurgentes. Fin del Torre. Despues, el terremoto del 85 destruyo al Quetzal de Niza: poderosa tentacion para todo discotequero sureno. Y luego, meses antes del mundial del 86, una redada cayo sobre el Drog, cerrandolo para siempre y encerrando al Pocholo en el tambo por esos delitos que, segun el Ministerio Publico, hacen trizas a la salud. El chiste de moda del 86: Ya no se puede entrar al Reclusorio Oriente... desde que el Pocholo esta en la puerta. En la cumbre de su leyenda, el Pato se las arreglo gracias a un antro que le salvo la vida a sus noches: el Jubile. Construido como un enorme foro, con la pista de baile como escenario y multiples niveles hacia arriba, el Jubile solo vivio el tiempo que lo permitieron los acerrimos enemigos del reventon, que como ustedes ya saben son los vecinos: eternos amarguetas que no piensan mas que en dormir cuando todo el mundo sabe que es hora de reventarse. Imposible contar el numero de veces que, ya con la luz del dia encima, el Pato salio tambaleandose del Jubile. Y despues, cuando el Jubile quedo difunto, no basto el Nasty pequeno bar que comenzo llamandose Lady Tandem, y luego adopto cuantos nombres pudo, hasta finalmente quedarse sin perro que le ladrase para calmar sus insaciables ansias de reve. Menos aun el Bar, sucursal pobretona del reventon en el otro mundo (lease: Tecamachalco). Decepcionado de la vida y sus patranas, el Pato se caso con una Material Girl. Pero no era el matrimonio, tibio remanso para sinceros retirantes del refuego, calmante suficiente para aplacar las insepultas ansias del Patito. Fue asi que, decidido a incursionar en la gran especialidad de los mas manosos veteranos del reve, el Pato se volvio asaltacunas profesional y le llego al News. Luego de sobrevivir bajo los mas diversos nombres, derrotando consistentemente a los afanes de su vecino, el siempre grisaceo Magazine, el local que por varios anos albergo al News, debio suj etarse a reglas estrictas, evitando los excesos que habian acabado con el Drog. Pero ya lo vimos: lo que no hicieron los vecinos lo consiguieron las llamas. Reducido a carbon, el News murio en 1994: ano que vio nacer al bar El Primer Piso, en Plaza Loreto. Alejado de los excesos hermafroditas del Medusas hijo y heredero del Jubile, santuario de modelitos tecno y neopsicodelicos delirantes, El Primer Piso parece algo asi como el nuevo aire del sur, y por supuesto: la esperanza del Pato, que ahora po dra estar guardado en su solitario divorcio, pero de seguro se halla mas que listo para un sonoro come back. Mientras mas agil es el cantinero, mas torpe me pongo yo. Rodeado por mesas hipercomunicadas, muros megarromanticos y un ambiente mas bien acogedor, me pregunto que haria el Pato en El Primer Piso. Al paso de una de esas mujeres cuyos ojos decididamente mazatlecos no pueden sino canonizar a sus pomulos tipicamente serbios, me digo que aqui el Pato, maestro del estilo, de seguro haria chuza. Lo cual no evitaria que en este pequeno bar atiborrado de miradas y sonrisas nuestro golfo amigo suspira se por esos enfebrecidos antrotes cuyas pistas de baile un dia llamaron al desvario y al desvelo con la misma fuerza que invirtiera el en aullarle a la diosa Venus. El Pato debe saberlo: al sur le anda haciendo falta un nuevo, inmenso, interminable antrazo, mas prometedor que la discoteca del hotel Royal y la guarderia que, justo antes del Premier, se anuncia con un ostentoso dinosaurio a la entrada. En un segundo, los ojos de mi acompanante me recuerdan que no estamos para cavilaciones. Amigo cantin ero: rayanos con otro desarmador. .