SECCION: ESPECTACULOS PAG. 22 CABEZA: Enrique Gonzalez Martinez, misterio de una vocacion El 16 de febrero de 1976 murio el poeta tabasqueno Carlos Pellicer, autor, entre otras obras, de Hora de junio y Practica de vuelo. 24 anos antes, el 19 de febrero de 1952, fallecio Enrique Gonzalez Martinez (El diluvio de fuego, Babel, El nuevo Narciso). En Hora de junio, Pellicer dedica a Gonzalez Martinez un poema titulado "Grupos de palmeras", que aqui se reproduce. Asimismo, incluimos un fragmento de Misterio de una vocacion, obra autobiografica del ultimo modernista, autor de "Tuercele el cuello al cisne". 1 Un dia, estando solo, en aquella soledad que nos acerca a lo distante, pense que era ya hora de recordar. Enemigo como he sido siempre de consignar en diarios intimos y en apuntes de viajes los sucesos del vivir cotidiano, me sorprendi del subito movimiento interior que me incitaba a posar de nuevo la planta sobre las huellas casi perdidas de una existencia que sono con transcurrir en discrecion silenciosa. Entre en cuentas conmigo mismo, y adverti que el impulso de hacer al papel complice del deleite retro spectivo, no obedecia a moviles de engreida vanidad, ahorcada ya, si alguna vez la tuve, en el poste ignominioso que alzaron para mi fracasos y derrotas, bajo el encapotado cielo de responsabilidades ineludibles. Tampoco era noble impulso de rehacer la vida, porque ya no era tiempo. El deseo de relatar mis experiencias, mis reacciones intimas, para definirlas y puntualizarlas, provino de un hecho vulgar. Cierta noche ya metido en la cama, mientras me entregaba a la lectura de uno de tantos libros que nada dicen al cerebro ni al corazon y que solo engendran, con el sopor fisico, el olvido infecundo, venciome el sueno y deje escapar el volumen de las manos. El ruido que produjo la caida, me desperto. Y entonces me di cuenta de que en la fraccion de segundo comprendida entre dos vigilias, en aquel leve parpadeo, tan fugaz que se hurtaba a la medida del tiempo, habia asistido yo, como en la proyeccion de una ci nta cinematografica, al repaso total de mi vida. Habia vuelto a vivir mis propios anos en un desarrollo claro y preciso de todo lo esencial, con eliminacion de lo superfluo; en una estilizacion perfecta donde los hechos se sucedian y explicaban logicamente, encadenados unos a otros sin que se echara de menos un eslabon perdido; en una trabazon coherente y en una sintesis milagrosa... Decidi entonces escribir estas paginas pensando en ti, amada y amiga, deseo siempre alerta y presente sin fin. Nuestras almas, como todas, "juegan al escondite" y seran siempre "un arcano enfrente de otro arcano". Pero, tal vez, cuando sepas un poco de lo que he sido, atisbes algo de lo que soy. 2 Naci en Guadalajara, estado de Jalisco, a las ocho de la manana del jueves 12 de abril de 1871 en una casa situada en la misma acera de la Parroquia del Pilar y muy cercana al templo. Amigos generosos colocaron una lapida de marmol en el muro exterior de mi casa natal, ya reconstruida y modernizada. Me bautizo el cura de la misma parroquia. Se apellidaba Caldera, y mi madre me lo mostro varias veces por la calle cuando yo era un chico de escuela. Era un hombre alto, grueso, mofletudo y colorado, de modales rayanos en la vulgaridad, y persona de la mas absoluta insignificancia. Desempenando el mismo curato, murio sin pena ni gloria a una edad avanzada. En mi partida de bautismo, cometio este senor el yerro de cambiar mi segundo nombre de pila, Justino, por el de Faustino. No he menester jurar que no le guardo por ello rencor alguno. Mis padrinos de bautismo fueron dos amigos intimos de mis padres: el abogado don Justo V. Tagle y su hermana Fernanda. De ambos recuerdo la fineza del trato, y de mi padrino, la rara distincion espiritual. Era el tipo del liberal de buena cepa, muy aferrado a sus ideas politicas y un poco jacobino; pero nunca salio de sus labios una expresion agria ni una opinion indiscreta. Mis padres, catolicos, aunque poco observantes en aquel tiempo de sus practicas religiosas, se dolian en la intimidad de que mi padrin o fuera incredulo. El y su hermana eran recibidos en mi casa con cierta ceremonia llena de afecto y cordialidad. Los dos eran rubios, de mediana estatura, muy flacos y de exquisita urbanidad. Los ojos grandes y azules de mi padrino, vidriosos y en constante lagrimeo, y la nariz ligeramente rojiza, delataban ciertos habitos de intemperancia que jamas traspusieron los limites de la circunspeccion. Algo oi decir a mis padres de aquella debilidad, con la reservada tristeza que produce hablar de un penoso secret o de familia. El abogado Tagle y su hermana eran solterones y vivian juntos. El, ya solo, ya acompanado de Fernanda, nos visitaban ocho o diez veces al ano. Causaban a mis padres especial agrado las visitas, y dos o tres dias despues de cada una de ellas, se comentaban todavia las opiniones de hombre tan culto, inteligente y ponderado. A mi, la presencia en mi casa de aquel hombre me regocijaba, no solo por la satisfaccion que daba a mis padres y por la grave amenidad de su charla, sino porque a la hora de la despedida, el padrino ponia en mis manos un real de plata, dadiva que el consideraba obligatoria para el nino con quien le ataba un parentesco espiritual. Enfermedades y viajes fueron haciendo cada vez mas retardadas aquellas visitas; pero cuando yo tenia trece anos y acababa de recibir un premio de frances, fue mi padrino a felicitarme y puso en mis manos un libro de modesta apariencia. "Tomalo -me dijo-, ojala que su lectura te haga tanto bien como a mi". Era el volumen una traduccion francesa de Hernan y Dorotea. Cuando, mucho tiempo despues, he vuelto a pasar los ojos por las paginas de aquel libro, me ha conmovido siempre el recuerdo del anciano de manos tremulas y finas que abrieron dulcemente en mi vida una ventana que daba al campo milagroso de la belleza. Mi padrino de confirmacion fue el maestro don Miguel Meneses, tio de don Carlos del mismo apellido, que tanto bien hizo por la musica en Mexico. Era don Miguel pianista, director de orquesta y compositor fecundo. Escribio varias operas del genero italiano. Recuerdo, entre otras, Atala, El hada del Lago, Agorante, rey de la Nubia y Luisa LavalliŠre. Viajo por Italia como director de una compania lirica, y alli compuso la ultima de las obras que acabo de mencionar y que fue estrenada en Calcuta. Poco despues de su llegada a la India, sorprendio a mi padrino la muerte. Figura musical ya olvidada, ignoro su verdadero valor artistico. De sus composiciones, recuerdo apenas unas melodias que oi cantar a mi madre y que revelan al discipulo de Rossini, Bellini y Donizetti. Grupos de palmeras A Enrique Gonzalez Martinez Los grupos de palmeras -edad de 20 a 30, estado celibe, libre oficio- secundan el poema. Cenir la brisa o desnudar el viento, inaugurar el mundo cada dia, esas palmeras son Rio de Janeiro. Una tarde en avion las vi banarse entre aguas repentinas que surgian del fragmento de tierra de las alas. Los grupos de palmeras -identicos detalles- siguen las curvas altas del poema. La manana que abri mis corazones -eterno amor de ti, mujer morena- cuatro palmeras reales anunciaron tu amor y tu belleza. Palmera real, cintura luminosa, rodeos de la danza final de todo viaje al cielo azul. Se pierde la esperanza y una palmera real es el paisaje! En las noches de Asuan sube la Cruz del Sur. Ninguna noche como esas noches. Llegan del desierto caravanas de estrellas. Los prismas de alabastro su eterna espuma aprietan. El silencio cuenta granos de arena. Tengo vida para mil anos, hoy. Una palmera le da pausas al verso y lo reune al haz de la creacion. En un remanso pule el Nilo el estanque reflector del objeto infinito. Otra palmera da el aire de la musica. Los grupos de palmeras -edad de 15 a 20, estado celibe, libre oficio- secundan el poema. A 90 kilometros por hora pasan las palmeras rumbo a todas luces. Cruje el tren de quietud y echo las manos al papel tropical que suma y sigue, de mis grupos de palmas al sarcofago, la divina inquietud. Claras, ligeras, jovenes y ofrenda. Lloro mis corazones y cuelgo la hamaca azul en dos palmeras. Asuan, 1929 inquietud. Claras, ligeras, jovenes y ofrenda. Lloro mis corazones y cuelgo la hamaca azul en dos palmeras. Carlos Pellicer, Asuan. 1929 .