SECCION: CULTURA PAG. 12
CINTILLO: ORQUESTA ESTATAL DE RUSIA
CABEZA: Los extremos de un director legendario y su orquesta
CREDITO: Roberto Garcia Bonilla

A lo largo de este ano se presentaron en Mexico renombradas agrupaciones musicales; la primera visita fue de la Orquesta Estatal de Rusia (antes Sinfonica del Estado de la URSS), que se presento en el Palacio de Bellas Artes con tres programas distintos: los dos primeros estuvieron bajo la batuta de su director titular, Yevgeny Svetlanov (1928). La sola presencia del director moscovita habria sido de interes para el publico que conoce a Svetlanov a traves de grabaciones entre las cuales destacan las
de los compositores rusos, sobre todo Tchaikovski, Rimski-Korsakov y Mussorgski. Pertenece a la tradicion de los grandes directores rusos como Mravinski, Kondrashin o Markevith. Once obras de compositores rusos presento la estatal de Rusia entre el ultimo domingo de enero y el primer martes de febrero; la mayoria son parte del repertorio de todas las orquestas, pero escucharlas dirigidas por quien se ha preocupado por mantener viva una tradicion presupone versiones mas cercanas a su intencion original. Y a
qui aparece la diferencia entre ejecucion e interpretacion: la primera es la realizacion de las notas escritas y (cuando existen) la indicacion de tiempos y dinamica marcadas; la segunda ya requiere un sentido particular del interprete, tomando en cuenta elementos musicales propios de la epoca.
En el caso de una orquesta sinfonica, antes que los detalles en cada obra sobresale el sonido de la orquesta: el de la Estatal de Rusia es, en verdad, distinto: no es refinado como el de las importantes orquestas de Estados Unidos o de Europa, incluso en ciertos momentos —sobre todo en el primero de los conciertos— la orquesta parecio opaca. Svetlanov entre sus virtudes posee una que no en todas las obras podria ser pertinente: un control sostenido sobre la intensidad sonora de su orquesta. En el <PB
Tren a Golitsyno de la opera Khovanshchina las cuerdas se oyeron oscuras, sin brillo, con todo que fue advertible su rica textura. Luego, en el Segundo Concierto para piano de Rachmaninov (1873-1943) en Do menor, Opus 18, el solista Vladimir Ovchinikov enriquecio la armonia de la obra pero no dejo salir, por completo, la linea melodica; asi fue posible una interpretacion profunda que evito los legatos excesivos. Svetlanov se mostro austero en movimientos, con excepcion de las manos;
parecio dirigir desde dentro, es decir, sus impulsos e indicaciones pueden ser casi sin movimientos. La comunicacion con sus musicos parece existir a partir de detalles minimos.
Un hecho particular de Svetlanov es su capacidad para controlar la masa sonora y en el momento en que se lo propone 
brada. Algo, casi, inaudito. El solista mostro un virtuosismo siempre cimentado en un ritmo muy marcado con cambios impredecibles; pasajes llenos de enjundia eran transformados en tenues finales de frases. Su interpretacion no se permitio libertades 
i una ejecucion de virtuoso ejemplar: nota tras nota, temas y su desarrollo quisieron la limpieza y precision mas que la expresividad. Y esta vez el director Igor Golovchin solo siguio al solista y a la orquesta que parecia saber de memoria la obra: algunos de los musicos apenas si vieron su particella. Por su parte Ovchinikov mostro que si se lo propone —o lo cree pertinente— puede ser expresivo y hondo a la vez, asi se oyo en encore el Nocturno Opus 16 del mismo Tchaikovski.
Y al volver con Gevgeny Svetlanov, habra que decir que en el segundo programa que dirigio su orquesta toco cinco obras, todas ellas nodales del repertorio de la musica sinfonica rusa; la menos conocida fue la obertura La feria de Sorochiniski, de Mussorgski (1839-1881). Y para mostrar su coordinacion e independencia, la orquesta toco la Polonesia de la opera Eugenio Oneguin sin director. No hay duda que esta es una orquesta de primer rango, aunque denoto frialdad e incluso automatismo e
n ciertos momentos. Desde el punto de vista de interpretacion, tal vez este segundo programa fue el mas equilibrado, dejando versiones unicas de El capricho espanol de Rimski Korsakov (1844-1908), las danzas polovetzianas de la opera El Principe Igor de Borodin y la Suite del ballet El pajaro de fuego, de Igor Stravinski (1882-1971). Svetlanov destaco elementos melodicos folcloricos de estas obras con un ritmo muy propio, no escuchado en las habituales iterpretaciones. Las cuerda
s y los metales (las trompetas y los trombones) se oyeron amalgamados: el sonido de los cellos, sin exageracion, es de una belleza sonora. El primer trompetista, Vladimir Zykov, demostro como se puede ser virtuoso e intenso dentro de una orquesta al tocar el solo de El poema del extasis.
Seria en el ultimo programa, durante la Quinta Sinfonia de Shostakovich (1906-1975), que la Orquesta Estatal de Rusia se mostrara plena en todos sentidos: tal vez la presencia de Svetlanov es imponente, y con el director huesped Golovchin la orquesta se sintio libre en una de las obras mas populares de la musica sinfonica de este siglo.
Mas alla de especulaciones y suposiciones, esta visita de la Orquesta Estatal de Rusia muestra la relatividad (¨fragilidad?) en los limites de eso que se llama interpretacion. En rigor solo se puede valorar sobre las partituras mismas: no significa que quienes no las leamos no podamos apreciar la musica, lo cierto es que la recepcion de la musica —asi como la de cualquier hecho artistico— requiere de muchos mas parametros que el 
lo que es una gran orquesta que no aspira a la perfeccion y fineza de sonido; que en cualquier momento muestran que es algo mas que eso. Ademas se ve que estan lejos de la parafernalia de los stars, que siguen el ritual de los aplausos y se regodean con las aclamaciones, en ocasiones generosas —por no decir excesivas— de algunos publicos. Por otra parte, seria interesante saber cuales son las razones de los compulsivos aplausos que aparecen incluso antes de concluir las obras: de veras los oyentes s
e emocionan o es un jubilo premeditado a traves del cual se liberan otras tensiones animicas.
Y un sector del publico de Bellas Artes (que por supuesto es imprecisable) confirmo que la musica clasica puede ser un buen entretenimiento, como el circo, cierto teatro —la comedia por ejemplo— o una cena con musica de fondo; por supuesto hay que disfrutarlo sin reparos y si se quiere se puede aplaudir a la mitad de El capricho espanol o despues de cada movimiento del Concierto en Si bemol menor Opus 23. Pues si, el ilustrado en su intento puede tornarse —o quedarse— en lustroso. Y asi
, los bip bip siempre seran un timbre distintivo en ese selecto publico. Este hecho no es censurable, pero es significativo en la configuracion de un nuevo tipo de oyente en los conciertos.
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