SECCION: ESPECTACULOS PAG. 17 CINTILLO: CABEZA: CREDITO: Semana a semana, en este espacio se abusa un tanto irresponsablemente del termino videoadiccion, como si todos los que se videojuegan la vida fuesen necesariamente unos enfermos. Y bien, my friends: si echamos un meticuloso lente al asunto nos toparemos con que el enfermo no es uno, sino la epoca. Pero antes de caer en reflexiones existencialistas que no haran sino alejarnos del querido vicio, detengamonos un raton en esos seres que, sin ser victimas de adicciones arraigadas, han permitido que los demonios ciberneticos se cuelen a su vida durante aquellos ratos que necesitan ser matados por un companero tan solidario como el Game Boy. Apartense por favor quienes gustan mas de admirar los colores y los munequitos bien hechos que palpitar camino del infarto bajo los acicates de un reto canalla e inhumano, pero compulsivamente divertido y harto dificil de abandonar. El Game Boy, con su larga hilera de juegos para ser practicados en una diminuta pantalla monocromatica, permite clavarse en cada obsesion con la misma fuerza propia de los videojuegos plebeyos: esos que se adquieren por sumas extremadamente modicas en cualquier puesto callejero, y que no por pecar de elementales cuentan con menos encantos que cualquier gran juguete comandado por demiurgos electronicos. Pero, a diferencia de los videojuegos plebleyos, el socorrido Game Boy cuenta con desafios de alta sofisticacion, reducidos a un espacio que si bien se pasa de pichicato, se lleva bien con todos esos lugares donde se hace necesario escapar de realidades poco estimulantes. Confieso que jamas antes senti simpatia por este aparato que, comparado con el resto, parece un tanto prehistorico. Pero la verdad es que, al jugar con el, uno descubre aquello que el verdadero videoadicto jamas ignora: puesto que su escenario no es otro que el convulso fuero interno del jugador, las buenas taquicardias no nacen de la bonita escenografia, ni requieren de pantallas panoramicas. Limitado por las dimensiones y el color verdoso de su pantallita, el Game Boy requiere de juegos mas inmediatos, se ductores y adictivos que sus otros colegas portatiles: Game Gear, Lynx y Turboexpress, miniconsolas con pantalla de cristal liquido a colores -fantasticas, sobre todo en el caso del Turboexpress, pero ideales para erosionarse las retinas en tres patadas-. Los juegos del Game Boy tienen de entrada un reto dificil: ganar en suculencia obsesiva lo que se ha perdido en resolucion y tamano de imagen. Game Boy es el juguete mas perseguido en las escuelas primarias, pero ello no evita que sea tambien el complice mas envidiado de oficinas, universidades, camiones y vagones del metro -se cuentan por decenas las historias de atarantados que, debiendo bajar en la estacion Pino Suarez, se siguen hasta Pantitlan sin quitar la vista del hipnotico juguete, y cuando bajan lo hacen casi siempre sin cartera-. Por eso es que muchos de sus usuarios no son literalmente interesados en darle unas cuantas punaladas al tie mpo y mas tarde, cuando el escenario del dia finalmente cambia, volver a sus ocupaciones cotidianas sin pesar mas en las ultimas 47 veces que dejaron ahogar al pato Lucas en el mismo pinche pozo. El pato Lucas, tanto como Speedy Gonzalez, el Correcaminos y demas socios conocidos, son populares asiduos del Game Boy. Es comun que los afortunados que esperan al camion con un Game Boy en la mano, perfectamente desafanados de la prisa cronica que consume a quienes les rodean, lo hagan pataleando sobre la banqueta mientras su pequeno heroe se enfrenta con todo el peso de sus bragas al temible Sam Bigotes. ¨Diversion infantil? Efectivamente, como muchas de las mejores diversiones que existen sobre la Tierr a. Quien alguna vez tuvo problemas con sus progenitores, hermanos mayores o primos gandallas porque simplemente no se les pegaba la gana dejarlos ver el Show de Bugs Bunny, tiene hoy la prerrogativa de tomar revancha y refocilarse hasta el limite de sus capacidades jugando con ellos no solo en la calle, la escuela y el trabajo, sino tambien alli donde los videojuegos se vuelven imprescindibles para quien, como los monarcas, ha llegado solo: el exquisito guater, sitio por naturaleza rico en satisfacciones. Si acaso alguno de los lectores ha decidido acometer estas paginas desde la solitaria comodidad del trono, me permito recordarle que este es un buen momento para pensar en procurarse prontamente un Game Boy, con el consiguiente provecho para esas -y otras- bienhechoras actividades. Pocos amigos hay en la vida tan leales como las siempre agradecidas tripas. Looney Toons. Cartucho para el Game Boy fabricado por Sunsoft. .