PAG. 12 SECCION: CULTURA CABEZA: LA MEWJOR MOVIDA ESTA MUY CERCA DE LA PEOR CREDITO: (Segunda parte y final) s irlandeses. Tomo un asco secreto por el editor de la revistilla porno que no era un gran boxeador. El editor era desgarbado en el ring, asi que no fue dificil hacerle unos trucos. Tenia una resistencia sorprendente, sin embargo. Hasta que Ryan llego, el pornografo tenia la mas notable resistencia de cualquiera de nosotros. Quiza Ryan igualaba esa habilidad a la potencia sexual y no aprobaba su presencia en un recipiente tan poco valioso, quiza solo le disgustaba la intelectualidad lumpen neoyorquina, pero , en cualquier caso, hizo todo menos destripar al hombre, lanzando crueles ganchos de izquierda al estomago hasta que el editor cayo, todavia consciente, a mitad del segundo round, completamente incapaz de continuar. Lo que lo hizo peor era que la querida del pornografo, una muchacha de buen ver que trabajaba como masajista, estaba presenciando todo en el ring side. Algo en su amor -y era despues de todo, su amor- se perdio ese dia. Me toco ser el siguiente en el ring con Ryan, lo que resulto ser de buena suerte. Despues de cada descarga de pensamientos malignos, Ryan se tornaba angelico. Un poco avergonzado, espero, de lo que acababa de hacerle al pornografo, no estaba boxeando ahora como una estrella de cine -no se protegia la cara. Ya que el hombre al que habia lastimado resultaba ser un tipo dulce, extraordinariamente optimista ante la vida (que es probablemente por lo que entro a la pornografia en primer lugar), me caia bien el ed itor. Cuando lo vi recibir su paliza, me di cuenta de que lo consideraba un amigo. Parece una especie de digresion, dejenme decirles que ayuda a cargar a la voz autorial la vergenza de declarar que boxee mejor ese dia que nunca antes, o despues. Tenia un extrano humor malvado, lo suficientemente malvado como para no temer a Ryan, y -es muy dificil hacer cualquier tipo de boxeo contra un superior sin alguna premisa que te soporte- me sentia como un vengador. Y ahi estaba Ryan boxeando con la cara. Era dific il no darle rectos de derecha, y reaccionaba con toda la felicidad de ver a un amado pariente mayor levantarse de una cama de enfermo. En nuestro primer clinch, murmuro, "pegas mas duro que cualquiera aqui". "Vete a la chingada", le dije. Caimos en una placentero patron mutuo. Me daba su cara como blanco, yo le pegaba, y contragolpeaba. Pegaba mas duro que cualquiera en el club, pero ese fue el dia en que mis dos sistemas de ansiedad estaban balanceados, y nunca he disfrutado tanto boxear. Desde el domingo siguiente, Ryan y yo tomamos un comportamiento semanalmente predecible. Era invariablemente el primero en boxear con el (especialmente, creo, para poder disfrutar viendo a lo otros ya que yo habia terminado) y continuaba peleando con las manos abajo, alentandome a que lo alcanzara. Lo hacia, suficientemente a menudo, y contragolpeaba. No se cuanto le quitaba a sus golpes -al nivel que redujera sus motores para mi, sus golpes todavia le daban media vuelta a mi cabeza, o dejaban un hueco en e l estomago, y yo, en cambio, reducia mis golpes muy poco para el. Cualquiera que fuera el equilibrio, lo habiamos encontrado, fue lo mas cercano que me toco para alcanzar algun conocimiento de como los profesionales pueden sentirse en un combate real por dinero con una multitud dura de corazon y el espiritu de la electricidad de las luces del ring. Maldicion, era emocionante. Hasta llegue a entender lo que era sentir amor por la persona con la que estabas luchando porque te habia forzado a ir un poco mas al la de ti mismo, y nunca recibi tan buenos golpes o lance tantos como en esos uno o dos rounds cada domingo con Ryan ONeal. La vida, en la forma de las publicaciones de sociales, acabo con este romance; Ryan, despues de producir mi iluminacion de domingo, boxeo con otros tres o cuatro de nosotros y mantuvo su habito -siempre pense que era una penitencia por haberse convertido en una estrella de cine- de mostrar esa bien parecida cara, tan relativamente sencilla para hacer puntos sobre ella. Llego un dia en que le pegue en el ojo izquierdo varias veces seguidas y los boxedores que siguieron de mi hicieron aproximadamente lo mismo en el mismo lugar, y cuando acabo, tenia un moreton. Un animalito se metio en los periodicos. Una de las columnas de chismes contaba como Norman Mailer le habia puesto a Ryan ONeal un ojo morado. La revista People me llamo. Estaban listos para hacer un reportaje. Los peligros eran obvios. Todos seriamos famosos por muy poca cosa. Asi que le mande al reportero de People a Jose Torres. Jose sabria como proteger a Ryan. Lo hizo. Por mi dinero, lo protegio demasiado bien. "Ryan podia haber derrotado a Norman", dijo Torres a la publicacion -lo que era exactamente verdadero. Entendi que era verdad con todo el centro objetivo de mi orgullo siendo un escritor que siempre ve en el ojo de la verdad, esa severa senora gris, gris como el Gramercy Gym, pero, Jose, Jose, murmure para mis adentros, que tal un poco de trascendencia. Torres era demasiado agil, sin embargo, como para sacrificar a un amigo completamente para proteger a otro. Asi que, para la revista People agrego: "Norman podria tumbar a Sly Stallone en un round". "Si", le dije mas tarde a Jose, "¨y que pasa cuando me tope con Stallone?". Jose se encogio de hombros. Problemas mas inmediatos a menudo lo esperaban tras cualquier esquina. No recuerdo si paso un ano o dos o tres antes de que me encontrara a Sylvester Stallone, pero sucedio una noche en una discoteca particularmente oscura con suelo de rejilla. "Entiendo", dijo Stallone, "que usted es el tipo que puede derrotarme en un round". El nunca habia estado en mejor forma. "Si", dije, aplicando el grosor que podia darle a mi voz, "recuerdo que cuando Jose dijo eso, yo le dije si, maravilloso, pero ¨que pasa si no tumbo a Stallone en un round? y Jose dijo Ah, bueno, entonces te matara". Stallone hizo su triste sonrisa de ojos dormilones. "Senor Mailer, le puedo asegurar que no voy por ahi matando gente". Era gracioso. Uno solo podia responder amablemente. "Senor Stallone", dije, "no voy por ahi subiendome al ring con gente que puede hacer lagartijas con un brazo". "Ah" dijo tristemente, "ya no puedo hacerlas. Me lastime el brazo". Nos sonreimos, nos dimos la mano. Creo que estabamos en una conspiracion silenciosa (por el modesto bien que pudiera hacer) contra el largo alcance reductivo de los medios. Despues, sonreia ante el costo de tal co- nocimiento. Me habia tomado diez anos de boxeo salir con un destello de la inteligencia del pugilista -¨que tal si no lo noqueo en el primer round? Si, uno boxeaba por la mejor condicion que podia ofrecer frente al mundo social, y uno hasta podia creer, si, absolutamente, que el boxeo era una de las 60 cosas que un hombre debe aprender si quiere pasarla bien en este mundo acelerado, asi que adios, Gramercy Gym, dama gris del final de mi mediana edad, siempre te sere leal. Traduccion de Carlos Vidali Rebolledo Tomado de Esquire, octubre de 1993. .