SECCION: ESPECTACULOS PAG. 17 CINTILLO: CABEZA: CREDITO: Bruno Bert Del ciclo "Siete noches, trece obras", en esa especie de supermercado del teatro que se ha entusiastamente vuelto el Santa Catarina, me ha tocado ver este domingo un par de ejemplos de lo que se esta presentando. El primero fue El mas negro de todos los teatros, una propuesta de Luis Mario Moncada bajo la direccion de Rodrigo Johnson. Alli todo sucede en la mas total oscuridad, por lo que el material se vuelve una especie de radioteatro con intenciones comicas y un estilo de humor que ya era pueblerino y obsoleto hacia la decada del cuarenta, sin intervenir en esto ningun intento de rescate. Tampoco es novedoso, ya que tiene varios antecedentes bastante conocidos -y notablemente mas solidos si nos ponemos a comparar-, el mas prestigioso de los cuales posiblemente sea Aliento (1969) de Samuel Beckett, que da incluso un paso mas, ya ni siq uiera tiene dialogos; la luz aparece brevemente al principio y luego quedamos en la negrura con alguno que otro ruido, tal vez de procedencia humana. Claro que esta disolvencia total del teatro dura dos minutos y no media hora como el que nos toco en el Santa Catarina. Lo inexistente, cuando breve mucho mejor. Luego pasamos a la segunda parte que se llama Descripcion de un animal dormido, siendo el texto del propio Hiriart que, como es habitual en el, funge tambien como director del espectaculo. El espacio esta vacio. En el un sillon se encuentra sobre una tarima, adosado al mismo hay una pequena lampara. Mas alla se ve la enorme anamorfosis (asi la describe el programa, aunque no tenga aspecto de tal, al menos desde mi angulo de vision) de una cajetilla de Faros y finalmente una especie de gigantesco almohadon e sferico de piel que jamas se usa en escena. Intentar describir lo que los actores hacen y dicen en este ambito durante el transcurso de la obra resulta practicamente imposible porque no siguen ninguna logica visible. La sensacion, en realidad, es que Hiriart (y Luna, como escenografo) echo mano deliberadamente a objetos sueltos provenientes de diversas trabajos anteriores sin intencion de homogeneizarlos ni de resignificarlos a partir del espectaculo. Sino mas bien dispuestos a jugar deliberadamente con la fragmentacion, con ciertas asociaciones libr es y con una vaga referencia a las tecnicas creativas procedentes del surrealismo, tanto en el manejo de los actores como del espacio y los objetos. El resultado de la experiencia resulta bastante ambiguo pero, con un trabajo de este tipo, supongo que solo el autor-director es capaz de decir si fue efectivo, en el sentido de haber logrado aquello que se propusieron... bajo el supuesto que exista realmente una proposicion inteligente de base que articule las acciones que conforman la obra, y no todo sea mas que una guinada ironica entre complices buscando iguales entre el publico. Las etapas por las que pasa el espectador son alternativamente de interes con bruscas caidas en el aburrimiento; pasando desde el intento de reorganizacion conceptual para la comprension logica del trabajo; el dejarse "guiar" por los estimulos que se van lanzando desde el escenario, hasta desinteresarse por lo que esta sucediendo (nunca sucede nada, porque las acciones estan cuidadosamente evitadas o negadas mientras se realizan) y enfocar su atencion a las otras personas que, como el, componen el publico d e esa noche y sus reacciones. El "animal dormido" al que hace referencia el titulo puede ser tanto del tipo "perro andaluz", como tambien involucrar a los instintos creadores de cualquiera. Y en el fondo no habria demasiada diferencia. El texto puede recordarnos a Pinter o a Handke y a sus propias intenciones, aunque tiende a ser mas ludico y en esto podemos tal vez reconocer a Hiriart, con esa preferencia hacia experiencias capaces de incluir un cierto sentido del humor dentro del aparente non sense del trabajo. Resulta interesante la labor de los actores -Alejandra del Cossio, Fabiana Perzabal, Jaime Estrada, Maria Luisa Vazquez y Jorge Zarate- porque trazan signos que son como escaleras inconclusas y caminos ciegos, con una precision y un histrionismo que da solidez a la estructura que se juega, aunque no sea mas que eso: un posible contenedor del vacio logico. Claro que cuarenta anos de teatro del absurdo ha ayudado a construir otro tipo de senderos dentro del lenguaje teatral. Los dos montajes se muestran naturalmente emparentados. Simplemente el primero es mas burdo, mucho mas frustrado en sus posibilidades artisticas. Pero ambos confirman al Teatro Santa Catarina como un espacio que en estos momentos se define a partir del riesgo. Y eso resulta no solo interesante sino practicamente fundamental tratandose de teatro universitario .