GUIA: TURBA SECCION CIUDAD PAG. 31 CINTILLO: Urbanhistorias CABEZA: Paisajes inocentes CREDITO: Vanessa Garnica Cuando le pregunte a Antonia por su esposo, ella contesto que lo habia mandado reparar. Fue entonces que juro pre-sentarme a Luis y a su ardilla Carolina. Nos despedimos, y como en cada encuentro accidental de supermercado, no espere que se cumpliera la promesa. Una semana despues sono el telefono como pronostico fallido. Ella me invito a cenar a su casa y a su nueva vida. Cuando llegue, me recibio Luis con la mascota al hombro y con la solapa salpicada de cascaras de nuez. El, aunque no es mucho decir, superaba por kilometros al esposo de Antonia. De una puerta salio ella, tal cual la vi el domingo anterior, jeans y playera, atuendo inusual en ella. Me instale en la sala, y tras dar las gracias a un mezcal, ellos se sentaron en el sillon de enfrente, con las piernas cruzadas y descalzos. El olor a incienso y el retrato del Che Guevara en la pared, me hizo pensar en ellos como souvenirs de Woodstock, como fugitivos de la guillotina del tiempo. Despues las platicas reglamentarias, el clima, la contaminacion, y al fin, el a que te dedicas. Mi parte del dialogo no les interesa, creanme, sino la de el, que sin Luis este cuento no existiria. Su oficio: jardinero; especialidad: parques y plazas. Como esos que hacen aviones, retratos familiares y venados con unas tijeras y un arbusto. Como esos tambien que rescatan las flores, orgullosas sobrevivientes del pavimento. Entonces las manos de Luis comenzaron a agitarse conforme el anecdotario fluia. Revolot eaban de descripcion de biografias que el habia inventado. Platico que las plantas lo olfatean cuando llega a visitarlas. Giran hacia el con una reverencia, como si fuera el sol el que ha aterrizado en la plaza. Juro haber visto la sangre de las enredaderas gorgotear ante sus cantos de cuna. Tambien el desprecio a las parejitas que se regalan flores del parque. La guerrilla declarada contra los puberes en patineta que no respetan las flores. Sali de casa de Antonia y Luis con cinco mezcales a bordo y con la firme conviccion de acampar en la primera plazuela, frente al primer arbusto podado que se me atravesara. Gracias a Luis, recorde esos puntos blandos de la ciudad. Esas coordenadas donde el cielo se despeja un poco, donde nos olvidamos del metal y el concreto como esperanza que no muere en una camara de gas .