SECCION CULTURA PAGINA 35 BALAZO: REVIVAN AL LEON CABEZA:EL VENTUROSO ADIOS DE UN DRAMATURGO CREDITO: divertida, afirmaba haber encontrado en La mano del comandante Aranda, una obra que en realidad debio llamarse Como matar de tedio en ocho paginas, considerando que debio ser escrita por un senor que no tenia nada que decir y que estaba empenado en escribir ocho paginas. Timida critica comparada con la hecha contra Landru (tambien de Reyes y representada junto con la anterior), al agradecer a los actores el esfuerzo puesto en densidad verdaderamente lamentables Cuando la Oracion... Ibargengoitia apenas tenia 36 anos, estrenandose ese mismo ano como novelista con Los relampagos de agosto, siendo tal vez su mejor obra narrativa, pues a decir suyo, Asi, de un dia para otro, las letras de Ibargengoitia simplemente dieron un giro de escenarios, cambiando los insufribles ronquidos que puede provocar el estreno de una obra, por la fabulosa y magica opcion del silencio que otorga ser leido a voluntad y sin prisas. Sin embargo, la prosa de Ibargengoitia no excluyo de sus lineas la descripcion generosa y virtual de cada escenario, sus personajes eran de una claridad mordaz como lo fuera su critica teatral. Se permitio asi seguir desacralizando todo lo rela cionado con la vida cultural mexicana sin ser un participante directo de ella. Su obra abarca teatro, narrativa y obra periodistica, desde El atentado, su pieza teatral mas famosa, hasta las Instrucciones para vivir en Mexico, tal vez el mas lucido, acido y divertido compendio de criticas acerca del y de lo mexicano contemporaneos. Para Ibargengoitia no habia situacion que no fuera ridiculizable, personaje que no fuera sujeto a ser vilipendiado. La facilidad con la que su pluma promovia la defensa del ridiculo en perjuicio de cualquiera era por demas aterradora, siendo la satira ya no un estilo en su particular caso sino tan solo la herramienta para enarbolar su bandera en la guerra contra todo aquello que representaba un monopolio cultural. Escribir se volvio un regocijo para Ibargengoitia, un ejercicio feliz en el que la alegria de narrar cualquier acontecimiento, por banal que fuera, atendia a una necesaria dosis de jubilo cotidiano. Aquel que haya leido sus novelas no puede menos que recordarlas con una sonora carcajada, recordar a las Poquianchis ardorosas en Las muertas, los episodios cargados de delirio comico de Los relampagos de agosto, sus aseveraciones en Viajes a la America ignota o las irreverencias de La ley de Herodes. Y de este ultimo, quien no recuerda cuando Sarita, airosa e ilesa, fue a contarle a todo el mundo como un hombre robusto y saludable fisicamente, se doblego ante el imperialismo yan qui. En 1979, Jorge Ibargengoitia escribio de si mismo: .