SECCION CULTURA PAGINA 34 CABEZA: CREDITO: RICARDO POHLENZ* refiere como habitat las convencionalidades de una casa y que su vestimenta se ha vuelto mas informal, y por decirlo de algun modo, comoda. Pero mas alla de estos lugares comunes que suponen todo culto, Burroughs debe su estrella al hecho de ser yonqui, lo que no hubiera pasado de ser una nota de escandalo dentro de la alta sociedad yanqui (Bill es nieto del inventor de la Burroughs, esa monstruosa maquina sumadora que alimentaba con su estruendo las oficinas anteriores a la calculadora electronica) si no lo hubiera dejado escrito. Siempre faltaran palabras para describir la fascinacion que provocan sus novelas y demas invenciones, la trastocacion y necesidad delirante que toma el lenguaje cuando se esta iccion cientifica) como puede verse en El almuerzo desnudo, Nova Express o la ambiciosisima Ciudades de la noche roja, en las que puede leerse, mas alla de su horror, que su adiccion es una postura politica dura, subversiva y radical que ataca sin tapujos a las intolerancias y complacencias del sueno americano: sin lugar a dudas, el primer culpable de realidades tan marginales y desoladoras como lo es la vida diaria de un yonqui. Esto fue razon mas que suficiente para que el ti o Bill se convirtiera en un guru de nuevos agentes de la subversion masiva, como Laurie Anderson con la que grabo Sherkeys night, el ultimo corte de Mr. Heartbreak (Warner) donde su voz, cavernosa y displiscente, es el mejor contrapunto para la obsesiva maquinaria musical de la Anderson, quien incluso hizo una pieza a partir del empleo de la voz de Burroughs diciendo listen to my heartbeat, como puede oirse en el disco Home of the brave (Warner) y Gus Van Sant, quien lo dirige en Drugstore cowboy en el papel de un sacerdote yonqui, y con el que haria despues el corto Una oracion de accion de gracias quienes, sobra decirlo, quedaron literalmente colgados de Burroughs y no dudaron que Bill, convertido en una celebridad subterranea, acabara por grabar su propio album, el cual se volvio parte del mundo real a finales del ano pasado con el nombre de Spare ass Annie and other tales (Island). Para quienes ya han oido a Burroughs en acetato (hoy, en silicon) no es novedad el hecho de que no cante, y mucho menos, de que no necesite cantar. Burroughs se limita a leer extractos sacados de sus libros, de esa manera insidiosa, huevona y llena de piedad por el mundo que ya es un trademark de este fin de milenio, pero de ningun modo es el tipico album de voz viva que suelen sacar otros escritores cuando se han consagrado o lo sienten meritorio. The disposable heroes of hiphorisy y Hal Willner le confieren su dimension de album musical con elementos de co ol jazz pisoteado por un necesarisimo hedor funki que lo convierte en una experiencia memorable: el beat que impera en el album es una celebracion de la vida, o para ser mas exactos, de la resistencia de la vida; un canto a su tendencia natural a la supervivencia. Las percusiones se regodean en un ritmo cardiaco defectuoso, que no por sincopatico llega a romperse, y a pesar de ese easy-going que se da naturalmente en el bajo, guitarra y los metales, se respira esa violencia contenida o (para ser mas exactos) burlona que anima las armonias y disonancias de lo funki. Lo cual se convierte en la mejor glosa que se puede hacer de la sorna angelica y crueldad pia con que el tio Bill se representa a si mismo y de la mana que tiene para contarlo. Burroughs, quiza a pesar de si mismo, encarna la subversion mas alla de las parcialidades politicas que tienden a canalizarla y a hacer de ella un dogma. Basta decir que entre las ultimas cosas que hizo Kurt Kobain (modelo tipificante de las ultimas generaciones) fue grabar con Burroughs el breve album The * CRITICO DE LITERATURA .