SECCION ESPECTACULOS PAG. 37 BALAZO: ANTROS CABEZA: En Sullivan, tras las huellas del Perro CREDITO: XAVIER VELASCO Son las once de la manana y no tienes muy claro que diablos estas haciendo en Cuautla. Como tampoco sabes a que hora dejaste la orilla del lago de Tequesquitengo. Intentemos una explicacion: hace unas horas estabas en el Perro. Con el Perro nunca se sabe. Es uno de esos reductos para criaturas nocturnas donde dan las cinco de la manana y no hay nada escrito: los semaforos aun gritan verde!, cualquier cosa puede pasar. Quien vive una noche feliz en el Perro debe esperar que, cuando abra los ojos al siguiente dia, muy probablemente se halle frente a un paisaje insolito. El Perro: un antro a menudo intenso y, que le vamos a hacer, frivolo como una vampiresa que huye de los brazos de Yves Saint Laurent hacia los labios de Mosc hino. Para los mas seriecitos, el Perro se llama Bulldog. Antes de llegar al Perro, uno debe cruzar aquellas calles de Sullivan donde las companeras trabajadoras del calzon ejercen sus sacros derechos laborales, bajo luces voraces que repiten una misma palabra magica: sexo, sexo, sexo. Cuando uno llega al Perro lo hace sacudiendose los sexos de la solapa y entregando al cajero los 140 pesos que de ningun modo quiso soltarles a las muchachas de Sullivan. Lo cual equivaldria a decir que quien asiste al Perro se halla mas alla de la calentura. Pero no nos extr aviemos tan temprano, que la noche es fresca y apenas vamos llegando. Deben ser las once de la noche del primer viernes de quincena de 1995. Las cadenas que separan a la calle de la entrada del Perro se hallan asediadas por una breve turba que no sabe ocultar sus ansias. Cierto: estas no son horas de llegar al Perro. Si uno cursa la prepa y persigue a sus companeros de clase, debio llegar desde las diez. Pero si lo que se sigue es el sendero del vampiro, y por lo tanto no se teme a nada mas que al amanecer, vale la pena caerle al Perro mas tarde, cuando la carne de pupitre se ha marchado con sus historias de Torombolo y Archi. Pero uno es humano y como tal mete la pata: hoy has llegado muy temprano al Perro, y como sucede que ya te caiste con el cover a la entrada, no queda mejor ni mas elegante salida que la de correr hacia la barra y pedirle al cantinero un trago de ficcion, divina ficcion. Conjura de soledades Abusado con la alcancia. Ni se te ocurra pensar que vas a salir del Perro con el cerebro banado en ficciones y el bolsillo intacto. El cantinero te mira de frente, deja que sus ojos escapen un instante hacia la alcancia de cristal donde se agazapan varios billetes de diez, veinte pesos, y vuelve a mirarte. ¨Que ya pagaste a la entrada? Ese no es asunto del cantinero, y ya se sabe que la relacion entre el cantinero y el murcielago solo es comparable a la que sostienen el cura y la beata. Vale mas, pues, q ue le digas adios, con lagrimas en los ojos, pero fe y esperanza en el espiritu, a ese billete azul que creias destinado a los urgentes, maniaticos Marlboros de las cinco de la manana. Un desarmador, un vodka uva, un sarcastico bloody. O una chela, como para ir agarrando calorcito, ¨verdad? El cantinero sonrie: senal inequivoca de que todo ha comenzado bien. Sabra Lucifer si el vodka y los hielos estan libres de contaminantes perversos, pero la sonrisa complice del cantinero y el beso helado del desarmador te dicen que de cualquier forma la noche promete. Devuelvele la sonrisa: solamente los torpes la llevan mal con su cantinero. Para los ejemplares masculinos, el Perro es tierra de promision. Para los femeninos, espacio de libertad. Esta doble condicion tiene su origen en la mera entrada: los hombres pagan el cover de 140 pesos, que no incluye propinas pero tampoco limites; las mujeres, en cambio, entran y salen como en su casa. Detengamonos unas lineas en esta paradoja: si eres hombre, no tendras que pagar mas que por tus propios vicios, y si llegaste solo mejor, porque adentro hay manadas de almas que arribaron igualito qu e tu; ahora que si tuviste el alto privilegio de nacer mujer, puedes ir olvidandote de compromisos. Haz lo que quieras, nadie te ha invitado nada, compartiras el reventon solamente con quien mas lo desees. O, why not?, con nadie. Pero no esperes que la soledad te dure mucho tiempo. Nunca se esta del todo solo en el Perro. En medio de una turba que dista de ser silenciosa, rodeado por columnas y muros de aliento entre griego y versallesco, subes por la escalinata de marmol y te detienes a mirar el constante desplazamiento de cabezas: incesante hormiguero empenado en una busqueda sin orillas. Entonces viene un hombre de traje, te toca el hombro y te hace una sena. Es momento para que entiendas y te aprendas el Primer y Unico Mandamiento del Perro: Tu circularas. O mejor: Amar as al movimiento sobre todas las cosas. Terminas de subir, te sumerges en una nueva turba que busca sin cesar. Y cuando menos lo pienses, tu tambien te miraras buscando. Ya lo dijo el emperador Mishima: Amar es buscar y ser buscado a un mismo tiempo. El imperio de la Noche Quien sabe como paso, pero conforme has vuelto dos, tres, cinco veces por la barra para darle un atento saludo al cantinero y recibir su simpatia en un nuevo vaso de plastico macizo transparente, todo ha ido cambiando. De repente, cuando ya la medianoche se ha vuelto puerto distante, notas que el paisaje ha mudado su rostro. Veronica del Valle salio de la mano de Archi Gomez, y el Gorilon hizo lo propio con su novia Magda. Poco a poco, casi submarinamente, los vampiros han ido llegando y se aprestan a tomar el antro. Momento propicio, piensas, para que se trepen unos grenudos al escenario y revienten mas de un petardo electrico en honor a la inmarcesible Noche. Suena poetico, claro, y te da por creer que en cualquier momento llegaran Rimbaud y Novalis ahogados en metaforas y listos para insurreccionar al mundo contra la odiosa normalidad. O sea que ya te pegaron los desarmadores. Date una vuelta por el bano, mojate la cara minimo dos veces y, cuando vuelvas, pidele a tu amigo el cantinero que te raye con un j uguito de naranja solo, una cocacola helada, cualquier elixir de realidad que te permita bajar a la Tierra y certificar que a esta turba le importa un pepino sin piquin el grupo de rock que se descose alla arriba, en un escenario que mas parece pulpito. ¨Pulpito? Ya con la cara mojada y el estomago masajeado por el efecto bienhechor de un chupin de salva, te da por pensar que el escenario, con su majestad de cuento de hadas, se parece mas al balcon de Rapunzel. Sin saber por que ni como, vuelves lentamente a la busqueda y te vas olvidando del escenario y la banda. Ni modo. Buscar es un trabajo de tiempo completo. Has descubierto, entre los noctambulos que a cada momento se desinhiben mas y mejor, la presencia de uno que otro conocido. Si, era logico que te los encontraras. Despues de todo son como tu: nocturnos. Razon de mas para considerar que la Duquesa Noche y el Marques Destino bien podrian darse un largo beso a tu salud, y asi regalarte la presencia de Alguien que, como tu, ha salido de Transilvania en busca de un imposible planeta. Te digo: uno nunca sabe. Tus monstruos al poder Una de las grandes cosas de los buenos antros es que, si en verdad son buenos, uno puede culparlos de todos los desfiguros que cometio en su interior. El Perro es de esos antros. Genuino santuario del vive-como-quieras, el Perro ejerce un equivalente magnetismo frente a los espiritus cuadrados y los asimetricos. De modo que, cuando ya estan alli, los mas recatados se permiten licencias que dificilmente concebirian en un sitio menos repleto de complicidades. ¨Ahora resulta que el Perro tiene la cul pa? No, senor: a otro perro con ese hueso. Aunque todo porsupuesto tiene sus sinembargos. El jalon de un antro no se mide por las mascaras que se ponen sus parroquianos, sino por lo irrefrenable que se torna el impulso de quitarselas. Y el Perro, sitio de permanente moda, a menudo frecuentado por gente que suele tener colecciones de mascaras y ejercitos bien pertrechados con armas defensivas de alto poder, parece siempre contar con los recursos precisos para que uno se despoje de tapujos y defensas, y ceda entonces a esa magia sin duda negra que terminara por conducirle al entranable territorio de la Locura: llegado el momento magico, la Razon abdica y cede los gobiernos del cuerpo y el alma nada menos que a tus monstruos, queridisimos tiranos dispuestos a llevarte de paseo por el infierno. Abrochate por favor el cinturon, que ya nos vamos. ¨Podrias recapitular todo lo que paso a partir del despegue? Que bueno que no, porque si de verdad pudieras nunca terminarias. ¨Que hora era? Siempre que tu disposicion es buena, el Perro acostumbra encargarse de que la nocion del tiempo se quede afuera, en ese Sullivan donde los solitarios mendigan las caricias con un punado de billetes en la mano. De modo que lo olvidaste, aunque podrias dibujar con precision espirografica el momento en que al d.j. se le ocurrio poner una cancion del Tri que te disgusta, y a la cual consideras propia de aquellos noctambulos que han sido curtidos no por el reventon, sino por un esnobismo mas o menos despistado. Pero la verdad es que no te importo. Luego siguieron canciones no menos convencionales, y a veces pringosamente gringas, pero tambien: acomodadas de modo que la seduccion pavloviana terminase por apoderarse de tus huesos. Cuando te diste cuenta, ya estabas bailando. Y, claro, ya no estabas solo. De la memoria salen las imagenes a borbotones. Deben haber sido mas de las cinco cuando te empujaste un ¨bloody? El Perro, para entonces, lucia espacioso, pero constelado por las pupilas suficientes para que pasaras de las palabras al baile y del baile a las palabras con la naturalidad de una fiera que se pasea por su jungla. Pupilas con luz propia, espejos incandescentes, el piso rozando los ocho grados de la escala Richter... Lo que si es seguro es que al salir aun era de noche, y que cuando el coche arra nco Aretha Franklin gritaba desde las bocinas Im drinkin again! Son sabrosos los helados en Cuautla. El de vainilla sabe a cielo, pero el de fresa tiene la propiedad de hacerte experimentar el milagro de un terso aterrizaje. Buen momento para recordar la sentencia de un musico amigo, irremediable asiduo del antro que abandonaste hace apenas cinco siglos de sesenta minutos cada uno: Si el Perro nunca te ha dejado abajo, nunca dejes abajo al Perro. Y si: como que el Perrito es cumplidor. El sol de Cuautla es un cuchillo que se mete por tus parpados, mientras los oj os no pueden sino delatar su procedencia: el reventon. (Reventarse: buscar incesantemente al vertigo para bailar a solas con el.) Se enciende la luz roja, cierras los ojos, te dejas ir, como si al hacerlo manos y pies se desprendiesen del fuselaje y ya del mundo no quedase nada, sino vertigo. Por un segundo te visita el sueno, y en el contemplas a la bolita de reventados que se quedaron atras, lejisimos. Pero muy pronto abres los parpados y vuelves a luz roja. El Perro ya no esta alli. .