SECCION ESPECTACULOS PAG. 39 BALAZO: CARIBEĽOS CABEZA: La epifania afrocubana: alegria y extasis/ y II CREDITO: ERNESTO MARQUEZ El Dia de Reyes en Cuba era "dia de negros", porque los esclavos africanos no tenian mas que esa fecha para conmemorar publicamente sus tradiciones tribales. Desde la manana, como ya apuntamos, desaparecia el sirviente esclavo de la casa del patron y en numeroso contingente recorria las calles de las principales ciudades, festejando bulliciosamente su incipiente libertad al son de los tambores y atabales. El bullicio de la muchedumbre comenzaba desde temprana hora, llenando los espacios urbanos como una nube. Y la alegria y la locura se desbordaban como torrentes alentadas por el vino, el aguardiente y los licores que les eran obsequiados por sus patrones que, mientras los negros gozaban de sus placeres en la ciudad, huian al campo para pasar encerrados en sus fincas con sus familias, o sus amigos, un dia de tranquilidad y completa calma. Los negros organizados en cabildos acostumbraban vestir a la usanza tradicional de sus naciones: con sus pieles, sus collares y plumas, recreando el linaje lucumi, ganga, etiope o carabali del que la plantacion esclavista les habia desposeido. Destacaba, cabe decirlo, cierta poesia exotica de sabor violento en esas olas abigarradas. Relumbrantes al sol, las negras figuras destacaban en multicolor albedrio las fiestas de sus pueblos y en lenguaje africano entonaban las memorias de sus ancestros. Las voces, unas roncas, otras chillonas, y todas salvajes, respondian en coro los pregones del maestranza o capitan de grupo, mientras otros danzaban freneticamente al ritmo de sus tamboriles, gesticulando con los ojos desorbitados. Formaban enormes columnas de gente enardecida que caminaba como hipnotizada detras de una banderola o un gran faro l de papel girando en lo alto al ritmo del tambor que hacia infatigables los pies y, batiendo al mismo compas, desandaban calles y plazas. Los cuellos al aire, brillando bajo el esmalte del sudor, sostenian rostros alegres y ufanos de indios emplumados y guerreros fantasticos: negros de cromo revueltos en una impropiedad que daba calor al rio de carne humana. Y en medio de esa especie de algazara, de ese desencadenamiento ludico, destacaba el Ireme o diablito, que presidia el festejo ejecutando todo genero de contorsiones y danzas que su imaginacion le propusiera. Esta figura mitica del panteon afro era representada casi siempre por un negro atletico vestido en traje fantastico y multicolor, rematado por un capuchon de burdo genero, algo parecido al que portaban los curas del Santo Oficio, y plumas o yerbas en las extremidades. Un diablo gimnastico y danzarin El Ireme, suerte de institucion religiosa en la cultura afrocubana que en la fiesta de Reyes era seguido con feroz entusiasmo por las masas, representa a los espiritus y aparece regularmente en las ceremonias religiosas de los abakuas, sociedad secreta integrada solamente por hombres dedicada al culto de los muertos y los antepasados. Lleva pendiente de la cintura un cinto de campanas o cascabeles que mueve violentamente cada vez que baila. Y aunque su fundamento es religioso, en la epifania afrocubana s e desempena como saltimbanqui y gimnastico que entretiene a los demas con evoluciones, carreras, contorsiones, movimientos grotescos y toda suerte de ejercicio dancistico. Acompanado por fotutos, tamboriles, giros, botijas y otros instrumentos rusticos, esta institucion afro representa toda la agresiva y frenetica imaginacion de las tribus africanas. Habria que ver con que feroz entusiasmo seguian las masas, sin distincion de edades, sexos ni razas, a ese muneco emplumado, simbolo que enarbolaba cada una d e las agrupaciones ahitas de aguardiente y sangre de gallo y que, segun nos dice don Fernando Ortiz en sus Ensayos etnograficos (Letras Cubanas), tenian por juramento una herida mortal en el pecho. En las paradas de Palacio o las que realizaban las cuadrillas lideradas por los diablitos bajo el balcon de la residencia de algun potentado era digno de ver como campaban por sus respetos los nanigos encapuchados: bailaban y hacian toda suerte de ridiculeces con las que divertian a la concurrencia, al amo blanco y a su familia. Los espectadores invadian los balcones, las aceras y se trepaban en las bases de las columnas, en las ventanas y en los barandales de los pasillos para ver a estos atletas danzarine s desempenar sus suertes. Facil es comprender como quedaban los cuerpos de estos diablitos al cabo de doce horas de continuo ajetreo. Cuando concluian sus bailes, el capitan o el maestranza solicitaba la acostumbrada ofrenda, y los que habian gustado de las danzas y arrechurias, que se habian reido con los saltos y visajes de la exotica fiesta, dejaban caer sobre la charola del lider grupal sencillas monedas y hasta doblones de oro. Elegancia y parodia Pero no todos los negros participantes en la fiesta de Dia de Reyes pertenecian a los cabildos de nacion. Estaban los negros esclavos de confianza o designados al servicio casero que, "civilizados", se negaban a colgarse aquellos "salvajes adefesios" que constituian los trajes de sus paisanos. Vestianse, pues, imitando los figurines de Paris. La elegancia consistia en la exageracion de la moda. Por ejemplo, el sexo debil tenia preferencia por las cintas, monos, flecos, grandes aretes, vistosas mantas, profu sion de sortijas, pulseras y contrastes de colorines. Preferencias que en el sexo fuerte se traducia por el marcado proposito de agrandar los cuellos, lucir rizada la pechera de la camisa, abultar la corbata y escoger el genero de los pantalones y el chaleco con las pintas mas senaladas. Otros mas pragmaticos consideraban la elegancia como la exageracion de la moda y se vestian ridiculamente con pantalones o chaquetillas confeccionadas con pedazos de telas de todos colores, sombreros de dos picos adornados con cuentas de vidrios, espejos y plumas viejas y zapatos muy lustrosos o de dos tonos. Habian quienes se vestian de marineros con un barco pequeno a cuestas, en vaiven continuo sobre un pedazo de vieja lona pintada de verde y blanco que figuraba las olas espumosas del mar; iban repitiendo en ocasiones mas o menos aceptables que les dieran el aguinaldo. Otros, independientes, se vestian de minstrels y arrancaban la propina a fuerza de payasadas. No pocos cargaban con una imagen de la Virgen de Regla o del Cobre, resguardada entre vidrieras, la que paseaban entre la concurrencia, explotando en provecho propio la candida devocion de los demas. Los esclavos libres, mulatos de mas prosopopeya, capataces de muelle, de cuadrilla o jornaleros por su cuenta, se presentaban de casacas de sombrero de pelo, conocidos como bomba, alfiler de pecho, gemelos de oro, reloj y hasta cana de india y guantes de algodon. Y para ganarse algunos reales escribian, o pagaban para que les escribieran, decimas jocosas con las que felicitaban a cuanto caballero o dama se encontraran a su paso y, conociendolos o no, les dejaban saber sus deseos. Las personas de buen humor les soltaban algunas monedas que eran agradecidas con una graciosa reverencia obligada por el porte usurpado. Las escenas poeticas de los negros perfumaos. Estos encuentros que a veces importunaban a las senoras, que por lo general se encerraban para librarse de las "impertinencias", fueron cronicadas en su momento por un periodista de la epoca de apellido Perez Zamora, quien citado por Fernando Ortiz en su ensayo Los cabildos y La fiesta afrocubana de Dia de Reyes (Letras Cubanas) relataba: "Si se va a un cafe, o si se esta descansando en un canape de algun paseo publico, o si se entra en alguna casa amiga, por todas partes os vereis acosado por negros y negritas que os salen al encuentro, pidiendo con importuna insistencia el popular aguinaldo". Pluralidad multietnica Debido a todo esto, las manifestaciones callejeras de la poblacion negra era una suerte de alegoria pluricultural. Los congos y lucumes, con sus grandes sombreros de plumas, camisetas de rayas azules y pantalon de percal rojo; los araras, con sus mejillas llenas de cicatrices de cortaduras y de hierro candente repletos de caracoles, colmillos de perro y de caiman, cuentas de hueso y de vidrio ensartadas, y sus bailadores metidos hasta la cintura en una especie de faldon formado con un aro cubierto de hoj arasca o fibras de hierbas; los mandingas, muy lujosos con sus anchos pantalones, chaquetillas cortas y turbante de generos de seda azul o rosa, y bordeados de marabu; y tantos otros que habian reformado sus vestimentas afro por el estilo europeo, conformaban el cuadro mas barroco que haya presentado el genero humano, motivados por el goce de la efimera libertad concedida por un solo dia. Despues de tanto festejo, baile y aguardiente, cuando la sombra de la noche empezaba a cubrir la tierra, los grandes grupos de negros se disolvian tranquilamente, retirandose a las casas de sus amos para descansar de tanta agitacion y contar a los companeros que no pudieron acudir los sucesos acaecidos en la celebracion de su gran fiesta. Aun hoy, cuando han transcurrido muchos anos sin que el Dia de Reyes sea conmemorado como antes, se tiene noticia de que estas bacanales negras aun se celebran en el oriente de Cuba y con menor regularidad en la ciudad capital. Me ha tocado estar en algunas de estas fiestas y he visto el rostro congestionado de alegria de algun viejo ganga al recordar aquellos festejos, y hasta intentar, con esa aguda emotividad que les es caracteristica, algunos pasos del tanto o baile de su nacion, o expresar, sugestionad o por mi evocacion, un grito que le hace retroceder a unos dias felices de los pocos que a su raza dejo recuerdos de extasis y alegria: Uelelea! .