SECCION INF. GRAL. PAG. 2 CABEZA: Democratizar en la emergencia CREDITO: Jacqueline Peschard Uno de los puntos que vale la pena destacar del mensaje del presidente Zedillo del 3 de enero pasado, en el que presento el Programa de Emergencia Economica, es el que se refiere a su reconocimiento explicito de la necesidad de "impulsar simultaneamente y con mayor determinacion el pleno desarrollo politico de Mexico". Atras parece haber quedado ya la idea de que primero habia que lograr la recuperacion economica para despues emprender la reforma politica; que el ordenamiento democratico, al abrir espacios a una diversidad de actores y posiciones, disminuye la capacidad de accion y los margenes de maniobra del gobierno. Desde hace justo un ano, en enero de 1994, con el levantamiento armado en Chiapas, habia quedado clara la inoperancia del principio de primero la reforma economica y despues la politica. El estallido de la violencia revelo que las viejas estructuras y practicas politicas no eran capaces de dar respuesta a demandas ancestrales de los grupos excluidos, como tampoco lo eran para procesar los profundos cambios economicos y sociales que se habian dado en el pais. No obstante, la sombra de la inestabilidad y la i ncertidumbre politicas que campearon durante todo el ano, resultaron palancas poderosas para impulsar acuerdos entre las principales fuerzas politicas, en especial de cara a la contienda electoral del 21 de agosto. Desde esta perspectiva, tambien parece contravenirse la hipotesis muy socorrida entre nosotros en el sentido de que las reformas politicas deben promoverse en momentos de bonanza economica, como fue el caso de la cada vez mas reivindicada reforma de 1977, que ocurrio en pleno auge petrolero. Hoy, la reforma democratica ya no puede seguir supeditandose a calculos o ritmos particulares de la clase en el poder, porque el gobierno no es mas el unico actor central, sino que existen ya al menos dos fuerzas politi cas cuyo concurso y voluntad politicas son indispensables para echar a andar dicho proceso. De ahi la necesidad de insistir en la constitucion de un pacto politico como formula para avanzar en la transformacion de nuestra vida politica, es decir, un acuerdo interpartidario con miras de mas largo aliento, es decir, que este no solamente orientado a resolver los conflictos postelectorales que cada vez son mas frecuentes y extendidos, o a buscar consensos sobre lo que se ha llamado la reforma electoral definitiva, sino a sentar las bases de una nueva institucionalidad que no puede ser sino democratic a. La importancia de la convocatoria de Zedillo reside no solamente en el momento en que la hace, sino en la amplitud de la misma. El presidente convoco a todos los partidos politicos y actores sociales "incluso a quienes se han inconformado, apartandose de la vida institucional" para la discusion de los temas que debe cubrir la reforma politica, es decir, reconocio como eventuales interlocutores incluso a grupos como el zapatismo. Sin embargo, el llamado no puede quedarse solamente en el diseno de la agenda, ni en el debate de los temas, porque no estamos partiendo de cero. Cuando menos desde 1988, para senalar una fecha clave en el d esarrollo del reclamo democratico en Mexico, se han venido realizando una serie de foros y consultas que nos han permitido ir delineando lo que podriamos llamar las condiciones basicas para la reforma del poder. Esto mismo ha hecho que dichos temas hayan encontrado eco dentro de la opinion publica del pais. Es cierto que hemos avanzado muy asimetricamente en las diferentes ramas de dicha reforma. Es notable como en el ultimo ano se lograron despejar muchas de las diferencias en torno a los posibles alcances de la reforma electoral, al punto que cinco de los seis consejeros ciudadanos lograron elaborar en un tiempo bastante breve una propuesta que cuenta ya con una base importante de consenso. Por el contrario, en otros campos apenas estamos en una etapa balbuceante como es el caso de la propia reforma al Poder Judicial, en la que el gobierno de Zedillo ha estado tan empenado, o la que busca dignificar al Congreso y a sus miembros, tanto en sus tareas como representantes populares, como en las de vigilante de la gestion gubernamental, o en la edificacion de nuestro federalismo, o en la de la libertad de informacion. No obstante, ya contamos con pistas por donde hay que llevar la discusion y la definicion de los acuerdos. La idea del pacto ha estado recurrentemente en la escena politica mexicana, pero ahora se requiere de uno que responda al cometido de construir las bases juridicas y politicas de un nuevo entendimiento entre las distintas fuerzas politicas para edificar una estructura politica cuyo funcionamiento responda a reglas diferentes de las que ha tenido hasta ahora. Es una enorme responsabilidad para los partidos, para la cual no han estado entrenados, pero al mismo tiempo es su oportunidad de superar la prematura imagen deteriorada que tienen, para saltar hacia una conformacion cabal de un sistema de partidos en sentido estricto. Es cierto que para avanzar en este proposito, es indispensable la firme disposicion del gobierno para impulsarlo, pero los partidos son actores estrategicos para la realizacion de esta tarea porque son puntos de enlace entre la sociedad y el Estado, y hasta ahora no han dado muestras claras de estar a la altura de las circunstancias. Su comportamiento durante estas semanas de tension por la situacion economica adversa ha sido basicamente reactiva y en no pocos casos, oportunista, respondiendo ante el discur so y la actuacion del gobierno, buscando ventajas de corto plazo, siendo que este es un momento en el que los partidos deberian estar echando mano de toda su imaginacion y creatividad para convertirse en propositivos. .