1 SEC. INF. GRAL. PAG. 2 CABEZA: Los recuerdos del porvenir CREDITO: ELENA PONIATOWSKA* De pronto junto a los fresnos del Paseo de la Reforma florecio en los cincuenta, una rosa negra. Sus petalos se desplegaron insinuantes, con un aroma hasta entonces desconocido. Niza, Genova, Hamburgo, Londres, Amberes tambien fueron nocturnos. Negros los altos muros de cabarets, negros los smokings de los meseros, negros los pianitos que en los bares tocan musica suave, negra la penumbra, negros los pantalones de las muchachas existencialistas, negra la pesada puerta de la biblioteca Benjamin Franklin, negra la sotana de los curas de la Votiva, negra la sofisticada alfombra de las galerias, negros los bateristas en la orquesta de jazz, negro el cafe en las tazas redondas, negras las rosas que emergen entre los labios de las jovenes que quieren encontrarse a si mismas, negros los pizarrones del Instituto Mexicano Norteamericano de Relaciones Culturales donde estudian ingles un apretado numero de secretarias privadas, negro el humo de las velas en "La Gondola", "Alfredo", "Delmonicos", "Honfleur", "Passy", "La Calesa", "Raffaello", "Rivoli", "La Pergola", "Chalet Suizo", "Konditori", restaurantes de lujo; cajas de carton forrado, aterciopeladas como los petalos de la rosa penetrante y exclusiva. El clasico "Sanborns" y casas de te y pastelerias al estilo vienes como "La Marquesa" y el precioso "Snob". La rosa negra surgio en la noche pero ya habia echado raices hace mucho, en tiempo de don Porfirio. En la colonia Juarez, en la Cuauhtemoc, en la Roma, en las calles de Niza, Genova, Londres, Berlin, Amberes, Hamburgo, vivieron las familias bien con sus hijas de sonrosadas mejillas, antecesoras de las celebres "ninas bien" de Lupita Loaeza. Alli en casas grises copias de Paris, con aleros para la nieve, bodegas para los vinos, invernaderos y buhardillas, se fue marchitando el Porfirismo. La Revolucion despanzurro las casas, deshojo las rosas, pisoteo una a una costumbres y creencias y en los sotanos se lamentaron los fantasmas. Pero subterranea, sombria, latia al acecho la gigantesca rosa negra, pantera de hojas y de espinas. Atenta, un buen dia reventaria el duro asfalto de las calles pavimentadas. Despunto primero el Hotel Geneve (hoy Calinda) que supo tragar miles de turistas. A su lado se adhirieron platerias (Tane) y tiendas de curiosidades, las casas porfirianas se asomaron timidas a ver lo que estaba pasando, y las sobrevivientes viejitas melancolicas se plantearon toda clase de problemas de conciencia. Hasta que una de ellas, la mas osada, se atrevio a romper sus ventanitas y a instalar en la planta su aparador de cristal. El sotano frances se convirtio en una tienda de lujo discreta y suntuo sa. Asi tambien en un sotano nacio la Galeria de Arte Mexicano en la casa de los Amor en la calle de Abraham Gonzalez. A ella llegarian a exponer, Tamayo, Rivera, Orozco, Soriano, Leonora Carrington, Carlos Merida; todos los grandes de Mexico. Dentro de esas casas de muy buena facha las tiendas tambien resultaron altivas. Las senoritas porfirianas bajaron del segundo piso por la crujiente escalera de madera y abrieron su libreria, su taller de encuadernacion, sus objetos de piel, su expendio de arte religioso. La seguridad de que les venderian a gente decente disipo sus temores. Nacieron tambien las pizzerias de mantel a cuadros y barriles de cerveza, de gondolas y chianti, la Fonda del Refugio, arriba de la cual vivio Carlos Fuentes y escribio su novela: "La muerte de Artemio Cruz." Fuentes era un "habitue" de la Zona Rosa como lo fue Antonio Souza, el director de la galeria que presento a todos los jovenes pintores que serian famosos: Jose Luis Cuevas, Francisco Toledo, Manuel Felguerez, Pedro y Rafael Coronel. Las aceitunas en los martinis eran deglutidas por los intelectuales: Salvador Novo que habria de tener en Coyoacan su propio teatro y su propio paradero. La cocina se hizo internacional; ensaladas mixtas, cocteles bien sacudidos, pero en el fondo todo lo que sucedia en Niza, sucedia y sucede en ingles. Al rebano de turistas se unieron muchos mexicanos, entre ellos los intelectuales llamados "Los Divinos" que asi como pedian camarones gigantes al mojo de ajo en el Bellinhausen, se llenaban la boca con la palabra "revolucion". Una seccion especial en los periodicos la bautizo: "La zona del arte y del buen gusto", y hoy por hoy las tiendas comerciales enarbolan insolentes esta bandera. Las "boutiques" ofrecen boquillas, llaveros, carteras, perfumeritos, portarretratos y los arreglos florales son japoneses. Las expertas insertan en la flora viva del crisantemo una rejita de alambre para que los petalos se sostengan como dardos. Los floristas exponen sus "bonsai" torturados y todas las tiendas exhiben sobre troncos retorcidos y ramajes enanos, figuras chinescas, pebeteros y articulos de piel. Para los habitantes de la zona del arte y del buen gusto la naturaleza tal y como la vemos, es hostil. Les es imposible acercarse a ella "en crudo". Para aceptarla esteticamente necesitan estilizarla, miniaturizarla, hacerla "artistica". Obsesivas, hasta las mujeres en la calle de Niza, de Hamburgo, parecen alambradas. Las sostiene una varilla de hierro; el tacon aguja, y triunfa en su cabeza el crepe; una marana esponjosa y alarmante; grande muy grande y tan ancha que muchas de ellas han de llevar a su amante escondido en el peinado. Pero despues de todo, el dicho las defiende: "Caras vemos, corazones no sabemos". De Mexico, lo mas exotico fue esta rosa negra, cultivada en las calles de Niza. Ajena, nada tenia que ver con nada, a no ser con los comerciantes de lujo norteamericanos. Aun se levanta solitaria, enervante, imperiosa. Flor de invernadero esta cubierta por una inmesa y protectora campana de vidrio. Henchida de su belleza, obsesionada en su goce, exige muchos cuidados. Se pavonea en manos de expertos. A pesar de las alabanzas la rosa ya no se ve tan lozana. Hay noches en que hasta se ve avejentada. Le salen inequivocas bolsas debajo de los ojos. Algun dia se sabra que es una rosa pintada. Porque aunque lo quieran o no, la verdad es que las rosas negras no se dan en esta tierra. * * * En las casas del centro, esos palacios de tezontle, porosos, rojizos como la sangre cuando se seca se mantiene nuestra mera verdad, en esas casas construidas por los angeles, segun los frailes que vinieron de Espana en el siglo XVI a evangelizarnos. Son las que conforman la ciudad de los palacios. Casas que se construyeron sobre las piramides malditas, con las mismas piedras tocadas por el diablo y ahora santificadas gracias al Pater Noster. Alla si esta la tradicion, conviven tres culturas. Hay esqueletos de monjitas, cinturones de castidad, rosarios enterrados. Las Vizcainas que prodigio! En la Zona Rosa, no hay tradicion, se codean las modas internacionales. El unico parador de tradicion es El Parador de Jose Luis en la calle de Niza donde se comen manjares tan exquisitos que parece que los hubieran guisado los mismos angeles o frailes sabios en salsas y especies y monjas que conocen de delicias como las Clarisas de Puebla que inventaron el mole. Otro podria ser el Bellinghausen con sus manteles a cuadros rojiblancos, sus periodicos colgados en el muro y su menu ligado a Alemania. Antes, arriba del Konditori, la Galeria de Arte Antonio Souza lanzo a muchos jovenes pintores ahora reconocidos: Francisco Toledo, Jose Luis Cuevas. Las mesas del Konditori caminaron hasta la banqueta y sobre ellas los sandwiches sobre pan negro de pate, salmon, arenque con sauekraut al estilo aleman y los grandes tarros de cerveza, se regodean en medio de los pasteles vieneses y los cafes perfumados con brandy. En la "Fonda del Refugio", cada mesa tiene su canasta de dulces tipicos y en el techo vuelan hojas de papel picado que como en la mejor pulqueria dicen: "Viva Mexico". El "Rivoli" fue muy, muy elegante, el "Champs Elysees" convirtio al gallo de pelea mexicano en coq au vin, el "Honfleur" ofrece souffles de espinaca, gruyere y Grand Marnier, el Chalet Suizo, fondues para dos, y en la calle, tacos para todos. No es cierto, en la Zona Rosa, nada es gratuito. Sin embargo, mas que en los aparadores, en los night clubs y en los cabarets, el espectaculo esta en las calles por donde circulan muchachas de piernas largas, faldas cortas de cuero e ideas que son cabellos, jovenes de jeans y tres aretes que proclaman al aire la estetica de los adolescentes urbanos, mimos, reencarnaciones de Marcel Marceau, musicos tropicales y cilindreros y sorprendidos turistas de Ohio. Jose Luis Cuevas esta indisolublemente ligado a la Zona Rosa. En ella lanzo sus primeros happenings, en ella elaboro sobre la pared de un edificio, su mural efimero para burlarse de los muralistas mexicanos. Prisionera de si misma, la Zona Rosa se va agostando, al menos a mi juicio. Violenta, urgente, acida, se trata de una zona que se aisla, da frutos y semillas distintas al resto de las colonias. "¨Que le han hecho a la avenida Baja California?", pregunto aterrada la escritora Elena Garro ahora que regreso a Mexico? "¨Que le ha sucedido a la Zona Rosa que ensena tanto el cobre?" pregunto yo ahora ante ese triste despliegue de papier mache y de arte chafa que se alinea en las calles descalabradas, ante ese Paseo de la Reforma calvo y de huesos descalcificados y descalificados. Pobrecita de la Diana tan codiciada, en medio de esos palos que ni para lena sirven. Maximiliano inicio lo que el penso seria el Champs Elysees mexicano, una amplia, majestuosa avenida que fuera mas alla del Arco de Triunfo, pero desgraciadamente Maximiliano nunca pudo verla terminada aunque el castillo de Chapultepec si esta construido por el mismo arquitecto que Miramar, su castillo a la orilla del Adriatico en Trieste. Ironicamente este gran paseo, terminado diez anos despues de su fusilamiento llevaria el nombre de uno de los logros politicos del autor de su muerte, Benito Juarez, quien promulgo las Leyes de Reforma en 1861. El Paseo de la Reforma conocio una epoca fastuosa, residencias afrancesadas, carruajes, modas de Paris, desfiles, sombreros de flores, caballeros en sus monturas que iban en su brioso corcel desde el castillo hasta el centro de la ciudad, el Zocalo, a la sombra de arboles centenarios, los mismos que hacen del Bosque de Chapultepec un sitio de privilegio, los ahuehuetes o sabinos. Hoy los arboles, enfermos de smog, no tiene hojas y el paseo parece la cantatriz calva de lonesco. Calvos los arboles, calvos los prados, ausentes las flores, ausentes los ninos que antes corrian por las veredas y jugaban al aro o a las canicas. Los mexicanos de hoy caminan rapidamente por el Paseo de la Reforma mirando las puntas de sus pies. El monumento a la Independencia, obra del arquitecto Rivas Mercado, padre de Antonieta Rivas Mercado, nueva protagonista mexicana, que suscita novelas, poesia, peliculas y encendidos panegiricos, es una columna corintia que lleva en la punta un a ngel dorado, de grandes pechos como naranjas de oro. Curiosamente los mexicanos somos tan machistas que al Angel y a sus obvios atributos femeninos, seguimos llamandolo "El" Angel. El Angel se encuentra en una glorieta, un rond-point que lo guarece como otras glorietas protegen dentro de su circulo a otras estatuas a lo largo del Paseo de la Reforma, la de Colon, en homenaje a Cristobal Colon, del escultor frances, Charles Cordier, la de Cuitlahuac que separa el paseo de la avenida Insurgentes, la mas larga de todo Mexico y quiza del mundo (casi 42 kilometros), y la de Cuauhtemoc, la fuente brotante. Dos estatuas han desaparecido, una la de Carlos V, el Caballito sobre el cual se subian los ninos al ver el desfile pasar, dos, la de la Diana Cazadora, mujer desnuda, que estimulaba al grado maximo a los choferes de taxi y conductores de autobuses. Ambas han quedado lejos de la vista publica. El Hemiciclo a Juarez y el monumento a los Ninos Heroes a los cadetes del Heroico Colegio Militar que defendieron el castillo de Chapultepec contra la invasion de Estados Unidos en 1847 completan el Paseo de la Reforma. La Zona Rosa es la mas chic, cara y lujosa de Mexico. En sus calles con nombres de ciudades europeas, Florencia, Liverpool, Berlin, Paris, Niza, Hamburgo, se encuentran las boutiques tambien de sabor europeo que corresponden a los grandes costureros y perfumeros franceses, zapateros italianos y pasteleros suizos. Mas internacional que lo internacional en la Zona Rosa, pululan los restaurantes de todas partes de Europa (bueno eso dicen), comida china y japonesa, los grandes hoteles, los bares, galerias de arte, tiendas de antigedades, night clubs y fondas tipicas. Un mercado de artes populares y trajes tipicos, mantas y cambayas se encuentran ahora en el corazon de la Zona Rosa para el beneplacito de los turistas. Alli se venden blusas bordadas, rebozos de colores buganvilla y azul anil, collares y pulseras de plata, lacas de Michoacan y loza blanquiazal de Puebla y de popotillo de Jalisco. En los cincuenta cuando las colonias porfirianas de la Roma y la Juarez se convirtieron en tiendas comerciales, o sea, cuando la High, high, high society se transformo en solo la cafe society, y la aristocracia solo en el Jet Set, aquel que por obra y magia de su dinero se las arregla para vivir en Mexico como en Paris, como en Madrid, como en Nueva York, Mexico empezo a entrar a lo que ahora consideramos la gloria: el Tratado de Libre Comercio. Las airosas casas afrancesadas, con buhardillas y aleros para la nieve han pasado a albergar pastelerias y casas de modas, sastres de polendas como Campdesuner que corto los trajes de los politicos, y cirujanos plasticos que cortaron los pellejos de sus esposas, todo aquello al estilo frances, de siglo. Ahora, vamos que chutamos a los taco towers, los Coronado, la fria asepsia (ni tan asepsia), la uniformidad, el olvido de lo que fuimos, nuestros amores de ayer. Elena Garro le puso a su novela el nombre de una pulqueria: "Los Recuerdos del Porvenir". Que dieramos por regresar a esa pulqueria o a la de Coyoacan que pinto Frida Kahlo con sus alumnos Los Fridos y que destruyo a modernidad! Ni siquiera vivimos en los polvos de aquellos lodos, no, la Zona Rosa, es un absurdo conjunto de mutilaciones, un producto hibrido, que quiso ser madre del progreso, valer millones de pesos, apantallar, y amanecio en la banqueta, sin calzones y despintada. Hoy por hoy, lo que mejor dignifica la columna y el Angel de la Independencia eregido por el arquitecto del porfirismo, don Antonio Rivas Mercado, director en un tiempo de la Academia de San Carlos y autor del Teatro Juarez de Guanajuato, es la protesta de los ayunantes que piden que se retiere el ejercito de Chiapas, entre quienes se cuentan Selma Beraud, Super Barrio, Nuria Fernandez y la hermosa figura blanca de Ofelia Medina. *Periodista .