SECCION: CULTURA PAGINA: 12 CINTILLO: DIVERSA CABEZA: RESONANCIAS DE EDVARD MUNCH CREDITO: FRANCISCO CALVO SERRALLER Nacido en la localidad de Loton el 12 de diciembre de 1863 y fallecido en Oslo el 23 de enero de 1944, se cumple ahora el 50 aniversario de la muerte del pintor noruego Eduard Munch, sin duda uno de los artistas mas significativos e influyentes de la epoca contemporanea. Precisamente ahora, cuando pronto hara diez anos de la celebracion de la primera exposicion monografica importante de Munch en Madrid, en la primavera de 1984, podemos recordar no solo el fuerte impacto que ent onces produjo en nuestro publico, sino evocar asimismo la influencia que ejercio sobre algunos de los mas notables pintores espanoles del pasado fin de siglo, en especial los del circulo barcelones de Els quatre gats, como Casas, Rusinol y el mismo Picasso. Al traer a colacion el ambiente artistico de la Europa del pasado fin de siglo, hay que puntualizar que el exito internacional de Munch se produjo tras su consagracion en los cenaculos simbolistas del Paris de la decada del 1890, no sin antes haber causado un fuerte impacto en Berlin, donde, por su parte, se estaba produciendo ya el germen del movimiento expresionista. Sin minimizar las diferencias entre ambas corrientes finiseculares, el simbolismo frances y ese protoexpresionismo germanico tenian en comun su animadversion frente al naturalismo y su ultima derivacion impresionista. En este contexto se explica la fascinacion suscitada por las densas, tragicas y misteriosas imagenes del atormentado Munch, que acaba siempre volviendo sobre nosotros, salvando modas, a causa precisamente de no haber tratado con otra materia que no fuera la vital. En todo caso, los tormentos de Munch, incluso en un momento historico de, por asi decirlo, atormentados profesionales, no eran el fruto de una postura decadente, ni menos el resultado histerico de una hiperespiritualidad artificialmente excitada. Fueron los suyos tormentos y ansiedades primigenias; la sucesiva presencia de la muerte de los seres mas comprometedoramente queridos, como la madre, que fallece cuando Munch contaba solo con cinco anos de edad; o la de su hermana Sophie, sobrevenida con una fatali dad perversamente estrategica, cuando ella tenia 15 anos y Munch, 14. Todo ello, ademas, en un ambiente familiar marcado por la austeridad economica y la asfixiante severidad moral del mas puntilloso calvinismo. Si a esto le unimos el hecho de otras derivaciones familiares bastantes contradictorias, pues hubo algunos parientes proximos que cultivaron el mundo intelectual y artistico, se comprende la tension contradictoria que acompano, desde la infancia, a este artista, que llego a pasar, ya en la madurez, largas temporadas en sanatorios para males nerviosos. Como Munch no dejaba de pintar lo que veia, no veia sino lo que vivia y, en fin, no vivia sino girando en torno a su asediado yo, podemos tomar sus imagenes como una fiel cronica de su propia biografia psiquica y espiritual. En este sentido, las prematuras composiciones de interiores funebres nos llevan a las tragedias familiares apuntadas, pero tambien algunas posteriores, destinadas a convertirse en celebres por su violenta precision emblematica, tales como Madonna, Celos, El beso, El grito, La enredadera roja, Melancolia, etcetera, narran el formidable combate y las co-rrespondientes heridas de Munch y sus colegas de la bohemia artistica que pugnaron por revolucionar peligrosamente las hasta entonces estrictas barreras del moralismo burgues. Asi, los alocados triangulos amorosos de la epoca juvenil en Christiania, o, aun peor, los excesos vividos en el circulo berlines del Schwarzen Ferkel (el cerdito negro), un circulo formado por personalidades tan fuertes y excentricas como Strindberg, Dehmel o Prybysze wski, donde el amor libre, la magia negra, el alcohol, el misticismo y el vitalismo tragico hicieron estragos. De la epoca de Berlin nos queda, por lo demas, esa formidable explicacion que un colega dio sobre Munch, al diferenciarlo del ar-tista que mas influyo sobre el, Gauguin: "Munch no necesita ir a Tahiti, porque lo lleva dentro". Y ya que hablamos de las influencias sobre su pintura, quiero terciar sobre una polemica que, a mi juicio, no conduce a ninguna parte. Me refiero a las discusiones, en primer lugar, sobre lo que debio Munch a los pintores postimpresionistas franceses (Gauguin, Van Gogh, Toulouse-Lautr ec, Degas, Caillebotte, etcetera), lo que formalmente fue mucho o casi todo y, en segundo, si dados estos prestamos cabe no ya cuestionar la originalidad de Munch, sino hasta su capacidad para crear un estilo propio. Pues bien, desde mi punto de vista, la replica adecuada no esta solo en apelar a una tradicion romantica del Norte, ni tampoco a la furiosa empatia singular que enciende su pintura hasta dejarla al rojo vivo, sino a su concepto de arte, en absoluto formalista-moderno, y a su serenidad estupefaciente como pintor. Sobre esto ultimo, aparentemente algo paradojico, quiero recordar la magnifica precision que hizo Kenneth Clark cuando comparo los cuadros de Munch con los de Giotto, llamando nuestra atencion sobre la similar majestad con que ambos tratan el dolor mas espantoso. No en balde la prodigiosa fuerza de El grito consiste en haber delineado las ondas expansivas de una brutal explosion de angustia como resuenan melodiosamente los ecos de una campana. Esto es historicamente inolvidable, y, de esta manera, esta musica terrible, pero de resonancia cosmica, nos sigue acompanando con la gravedad con que las verdades hondas retumban en nuestro interior, hoy como ayer y seguramente mientras seamos quienes somos y c omo somos. Con o sin estilo, eso es exactamente el arte. .