SECCION: CULTURA PAGINA: 13 CINTILLO: LA OTRA EUROPA CABEZA: Trieste y una dona CREDITO: Hector Orestes Aguilar de viaje mejor calculado. De ahi que, al escuchar a los boleteros y a los aduanales hablar en italiano, el viajero se reconforte sin importar la encantadora y provinciana arrogancia con que su equipaje es esculcado por agentes que parecen los primos de Frank Nitti. De todas las ciudades del antiguo Imperio Austro-Hungaro, Trieste es una de las mas opulentamente mestizas. Su centro alberga prolongados y empinados callejones que no dejan de recordar a Praga pero que, al tiempo, son la evidencia contundente de que estamos entre los restos de la mas rancia latinidad. Desde la fortaleza de San Giusto pueden verse los muchos rasgos, las multiples herencias que corren por la sangre de la ciudad; quien desde ese promontorio inicie un transito azaroso encontrara ruinas romanas , vestigios paleocristianos, fachadas del renacimiento tardio y vetustos chateaux barrocos. Tras las avenidas centricas y modernas se ocultan construcciones que parecieran delinear un no-estilo adriatico y eslavo, germanico pero latino, "moderno" pero simultaneamente apartado de la historia. Gracias a guias privilegiados como Paolo Magris, el viajero puede tomar co-nocimiento de espacios secretos, como la Quinta que Maximiliano de Habsburgo tenia en la ciudad, un palacete neoclasico que aun conserva muchas de las pinturas y gobelinos que poseyo el desdichado emperador de Mexico. Como Miramar, esta residencia transpira en sus pasillos y rincones, a pesar de su senorio, cierta desolacion inexplicable: la triesteza. Triste Trieste: gracias a la persistente lluvia septembrina, la Plaza de la Unidad, declarada con entusiasmo por los portenos "la mas grande de toda Italia", se despeja de paseantes y se abre, claroscuro estado de animo, a la nostalgia de la nostalgia. ¨Como resistirse al magnetismo de la luz acerina que se queda atrapada en los enormes charcos que anegan la plaza?, luz bebida por palomas y gatos, esos infalibles guardianes de la soledad en calles y palacios vacios. Fue a la luz y al mar, a las plazas desnu das y a las mujeres de su puerto a quienes Umberto Saba dedico muchas de sus mejores paginas, incluyendo las de Trieste e una donna (Trieste y una mujer), titulo que percute risueno la memoria del viajero mientras este consume, con la pausa que el tiempo suspendido de la ciudad impone, una rosquilla y un capuccino en el Cafe San Marcos, monumento literario y refugio inmejorable para la distraccion del poeta, las discusiones en monologo interior del ensayista y los delirios de quien escribe cronicas itinera ntes. .