SECCION: CULTURA PAGINA 13 CINTILLO: CABEZA: CREDITO: La santidad, por lo menos en su interpretacion, esta supeditada a retruecanos axiologicos tan arraigados como los totems y tabues, la diferencia que la distingue de una manifestacion demoniaca, es fortuita; depende de que el humor colectivo las vea benigna y, claro, que las autoridades eclesiasticas -beneficiadas con ello en pequena o gran medida- le den luz verde al milagro. Toda dadiva supone una retribucion pero, mientras esta no sea muy evidente, ¨para que temer la mano del maligno? Para Bowles, la santidad es obsecada. Santa Rosenda (1) decide regresar a la tierra en un divertimento ejemplar que no tiene ninguna intencion paradigmatica respecto a la beatitud o piedad de la Santa, sino a la necedad inherente de los hombres. La llegada de Santa Rosenda, supone una aparicion milagrosa, pero ella lo que quiera es evitarse todo el protocolo; no esta ahi para gracia de los mortales sino por mero antojo nostalgico. Por lo que, cuando ve que cualquier aparicion suya que tenga testigo causara un revuelo no le interesa, decide mate rializarse en una caverna, donde se cubre la cabeza con un trapo para que su aureola no la vaya a delatar. Cuando es descubierta, por tan sospechoso lugar de retiro y por tan estrafalaria indumentaria, se piensa que es una espia; por su complascencia y mudez acaba por pensarse que es una idiota, y cuando ella, harta y ofendida, decide desvanarse, su desaparicion supone una fuga, un peligro para la soberania nacional. Mientras tanto, la Santa, por un golpe de suerte, se habia vestido de paisana y habia salido a la calle, feliz de que nadie notara su presencia. Llega entonces a un templo y se da cuenta que el sacerdote oficia en lengua vulgar -ni idea tiene de que se ha celebrado un Concilio Vaticano II- se le ablanza al sacrilego, y en el forcejeo se le descubre la cabeza y por tanto, su aureola. Indignada, la Santa desaparece y decide dejar pasar unos cuantos siglos mas antes de regresar, para ver si asi todo vuelve a q uedar como estaba. La Santa, sin proponerselo, ha consumado un milagro y propiciado una revelacion. Poco importan las interpretaciones teologicas y supersticiosas que se hagan del hecho; a lo menos, lapidan al sacerdote, a lo mas, se modifican los ritos. Lo unico que se puede aventurar a ciencia cierta es que el templo se vuelva un centro de culto y peregrinaje. A los creyentes no les interesa que el milagro haya sido una consecuencia turistica, solo saben que fue un milagro y quieren contagiarse de el. En lo que es un franco homenaje a Bowles, su amigo, el guatemalteco Rodrigo Rey Rosa (quien tambien es el traductor al espanol de gran parte de su obra), a manera de afectuosa respuesta escribio un cuento sobre una nueva Santa Rosenda (2). En pleno siglo XX se inicia el culto a una nueva Santa milagrosa, la cual vive enclaustrada en Betica, cerca de Sevilla. Rodrigo Rey Rosa, a partir de dos entrevistas que tiene con la Santa, saca a relucir viejos temas como la pasion mistica, el arrebato sensual, la pervi vencia del mal y las conveniencias eclesiasticas respecto a la canonizacion, en un delicioso dialogo donde los milagros, como todo candor, se consuman para matar el tedio. Digna de mencion es la ultima recomendacion de la Santa al termino de la segunda entrevista: El ego, que lo pisoteen. Y que no se fien de su perseverancia! Resulta raro tal consejo cuando la negacion -y posibilidad de abolicion- del ego se mueve en doctrinas que vienen de mucho mas al Oriente, y cuya supervivencia en el culto cristiano se debe a algunos resabios heredados de los albagineses y de una exegesis del texto sagrado que ya nadie se toma la molestia de sacar a relucir. La idea de dejar de ser lo qu e somos nos choca como occidentales tanto como el sofisma al que alude Santa Rosenda con signos admirativos. Por mucho que se lleve una vida justa, basta un pecado para granjearse la condenacion eterna; por el contrario, si se lleva una vida pecadora, basta el arrepentimiento para ganarse la vida eterna. El meollo del asunto esta en el perdon. NOTAS: (1) Alfaguara. (2) .