SECCION CULTURA PAG. 41 CREDITO: CABEZA: Despues de la escalada en La Habana, puerto en el que justamente con otros pasajeros desembarcaron la senora Consuelo y su hija entre un batiburrillo de acarreo de equipajes y despedidas nerviosas y apresuradas, inutilmente buscando Perlita con sus ojos gachones a punto de humedecerse los huidizos de Antonio, ya era cosa de un par de dias la arribada del Monte Ulia a Veracruz. Final de una ultima escalada, pensaba Juanmiguel, a la vez que experimentaba al termino del viaje la misma dejadez absorta, la misma enajenada indiferencia y desasimiento, del dia en que abordaron el barco Juan en Cadiz y Miguel en La Coruna, respectivamente, asi como Juanmiguel en algun tiempo de la novela. Esta enajenacion y lasitud la notaba Juan, con estupor si cabe mas acentuado que cuando se embarco para iniciar aquel anhelado viaje, adelantandose asi al viejo teologo protagonista de Cumpleanos, toda vez que en la soledad de su camarote, de tan distinto universo y circunstancia a la celda que siglos antes ocupara Siger de Brabante, comenzara tambien a buscar sin el mismo saberlo, embelesado, a semejanza del tan ajeno teologo magistral de la Universidad de Paris, su liberacion de un mundo que sentia hostil al intentar contraponer su individualidad al cosmico desden absoluto del universo. Empeno en el que trataba Juanmiguel de ejercitarse mediante una minuciosa procura para desgastar de olvido todas las memorias en las que estuviera su anterior deseo era al principio un poco como el dolor incrementado al morderse sobre la propia muela danada y que Fuentes ejemplificaria en su citado relato cuando nos presenta aquel anciano vestido con severos ropajes talares, sentado en el centro de una habitacion semivacia, enajenado y embrutecido por la fuerza de su misma concentracion, empecinado en tomar conciencia de sus propias reencarnaciones mientras baraja torpemente unos grasientos naipes en la nada, al tiempo que una pobre mujer, Nuncia, vestida de harapos, agazapada a sus pies como una sucia bestia mansa, pacientemente ordena los mugrientos cartones desgastados cuyas figuras le alegran la mirada idiota: Mas tarde es pasar por debajo de la puerta, en virtud de los servicios rutinarios de un viejo sirviente medio loco, un plato de estano rebosando una sopa sebosa y repugnante de la que comen, por este orden, el anciano teologo, la mujer, y un gato que tambien introduce Carlos Fuentes en tan siniestro escenario; asi como igualmente, en otro pasaje de ese mismo texto, nos presenta otra secuencia en la que aparece un nino antanon vestido de marinerito: nino cruel, despota, pedante, a veces tiernisimo, y que en algun que otro pasaje del libro acaricia filialmente a Nuncia, otras la posee, y en determinada ocasion mira con indiferencia como fornica torpe e insipidamente con el viejo. Fornicacion a todas luces desabrida y como quien dice ni fu ni fa ya el empleo de esta repelente palabra lo es y supuestamente para nada gratificante, experimental y de puro oficio esoterico y catartico, mediante la cual el anciano intenta hibridar su depauperada semilla senil en la reseca y desalentadora vagina de Nuncia, mezclandola con el anterior contubernio bestial de un abominable concurso de tigrillos, osos y dragones, a mas del anciano criado loco, con los que previamente habia tenido ayuntamiento c arnal la mujer no especifica el comentado texto hiperbole o pormenor alguno de tan expuesto como singular ejercicio hasta el termino de que Nuncia quedase prenada, instante en el cual Siger de Brabante conoceria todas sus vidas anteriores mediante tan peregrina como bestial y execrable concepcion: o al menos asi Carlos Fuentes dixit. .