2 INF. GRAL. PAG. 2 CABEZA: Interes individual, accion colectiva y accion de clase (1a. de dos partes) CREDITO: LUDOLFO PARAMIO* Como es bien sabido, Marx no establece una distincion nitida entre accion intencional y causalidad estructural, y los intentos de trazarla, por ejemplo la dicotomia de Poulantzas entre un campo de las estructuras y un campo de las practicas (Poulantzas, 1969), no han ofrecido resultados satisfactorios. Pero es indudable que en Marx hay una teoria de la accion intencional: el motor de la historia es la lucha de clases. Movidos por los intereses de clase los hombres se enfrentan en cada modo his torico de produccion hasta provocar su colapso catastrofico o su superacion con la llegada de un modo de produccion superior. Esta es una idea sumamente desacreditada en la sociologia de los anos 80, desde dos perspectivas fundamentales, bien distintas y sin embargo complementarias. Por una parte algunos autores subrayan la conexion de la idea de lucha de clases con la hipotesis revolucionaria, y senalan que el proletariado industrial de los paises desarrollados no parece mostrar la menor vocacion revolucionaria. Por otra parte, son abundantes los autores que, desde una perspectiva de izquierda, siguen el camino abierto por Herbert Marcuse y niegan a la clase trabajadora manual una capacidad revolucionaria que si ven, en cambio, en nuevos movimientos antisistema, como los jovenes, el ecologismo en cuanto ideologia o el feminismo. En el primer caso, la improbabilidad de la revolucion demuestra la futilidad del concepto de clase, en el segundo la deseabilidad de la revolucion lleva a buscar agentes historicos distintos de las clases. Desde ambas perspectivas se mantiene la centralidad de la hipotesis revolucionaria, que en el programa que aqui se pretende disenar desaparece (las revoluciones pasan a ser algo a explicar, no algo inevitable o necesario). Por tanto el analisis se va a cenir a la discusion de otras perspectivas: la critica del privilegio ontologico de los intereses de clase y la critica de la teoria de la lucha de clases por su colectivismo metodologico. Los mas conocidos representantes de la primera posicion son Ernesto Laclau y Chantal Mouffe (Laclau y Mouffe, 1987). Partiendo de un concepto de la realidad social como realidad discursiva, niegan cualquier posibilidad de reduccion de lo social a la estructura economica o productiva. Del rechazo del reduccionismo economico se pasa a la negacion de todo privilegio ontologico de los intereses de clase a la hora de determinar la dinamica politica. Esta posicion surge, y es importante recordarlo, para abrir el camino a una concepcion democratica de la politica socialista, frente a una tradicion que del privilegio de los intereses de clase deduce el sometimiento de todo interes social a los intereses de la clase historicamente ascendente, el proletariado, y una vez supuesto un conocimiento cientifico de estos intereses por un partido marxista, convierte a este en sujeto historico indiscutible con suprema autoridad sobre los deseos e intereses so ciales, en primer lugar los de las clases dominantes, pero a fin de cuentas tambien sobre los de los propios trabajadores. Es facil pensar por tanto que una politica democratica exige negar el privilegio ontologico del proletariado para negar el despotismo politico del partido de vanguardia. Conviene subrayar sin embargo que el nucleo del caracter antidemocratico de la politica leninista no se halla en la idea de un privilegio ontologico de los intereses del proletariado, sino en la pretension de que estos intereses solo pueden ser conocidos plenamente (en su dimension historica) por una minoria politicamente organizada, que tiene asi autoridad moral para imponerlos al conjunto de la sociedad. En un terreno puramente teorico se puede sostener que los intereses de clase son centrales para explicar la dinamica del conflicto social y sin embargo reconocer que tales intereses no son definibles desde afuera, sino que deben expresarse a traves de los mecanismos de la democracia representativa. Pero el punto que aqui se quiere senalar es otro: si aceptamos los tres enunciados de Marx-Cohen parece necesario otorgar a la estructura economica (las relaciones de produccion) un papel de filtro estructural que selecciona las posibles formas de Estado y, en general, de supraestructura politica, que pueden consolidarse establemente en una sociedad. La exigencia de periodos de tiempo prolongados nos permite reconocer una amplia autonomia a la politica, pero la exigencia de adecuacion de la supraestructura a la estructura en el, digamos, estado de equilibrio, nos fuerza a dar una cierta consideracion a los conflictos de interes determinados por la propia estructura economica. Quiza no el papel central, pero ciertamente tampoco uno marginal. Pero aqui entra en juego la segunda posicion que se pretende discutir: la critica de la teoria de la lucha de clases por su caracter metodologicamente colectivista. El principal representante de esta critica es Jon Elster, quien defiende como unico paradigma valido para la ciencia social el individualismo metodologico. Desde esta perspectiva no cabe hablar de intereses de clase sin derivarlos de los intereses de individuos particulares (los supuestos miembros de esa clase), ya que los individuos son el unico punto de partida empirico sobre el que se puede apoyar una teoria social. En rigor, el individualismo metodologico no es la unica opcion valida para la ciencia social, como no toda ciencia fisica debe partir del estudio de los atomos o las particulas elementales. Se puede postular la existencia de entidades intermedias, que no deben ser forzosamente observables, siempre que permitan explicar satisfactoriamente la conducta de las entidades observables. El problema es que las clases sociales han presentado, al menos desde la Segunda Guerra Mundial, graves problemas de operatividad como herramientas para el analisis social, y en este contexto resultan especialmente vulnerables ante el reto del individualismo metodologico. Este, ademas, constituye hoy probablemente el mas vigoroso programa de investigacion en metodologia de las ciencias sociales, en parte por la fuerza que le da la utilizacion de un formalismo tan elaborado como el de la microeconomia, y en parte porque su claridad y rigor, y su ambicion explicativa, le convierten en una linea de trabajo mucho mas sugestiva que la sociologia fenomenologica o interpretativa, o cualquier otra escuela de las que compiten por ofrecer un paradigma a la ciencia social. Ello se ha reflejado dentro del mismo pensamiento social de izquierda: en algunos casos como el de Elster, en un replanteamiento radical de sus posiciones desde el marxismo al individualismo metodologico, y en el de otros en un intento de hacer compatibles los problemas tradicionales con el nuevo enfoque, o al menos de valorar este con un animo no necesariamente hostil. Se ha hecho asi muy comun la expresion marxismo analitico, para designar la fusion de un marxismo clarificado analiticamente (a la m anera de Cohen) con la teoria de la eleccion racional que constituye el nucleo del actual individualismo metodologico. Supongamos que aceptamos el desafio del individualismo metodologico y a la vez sostenemos que el concepto de clase remite a los intereses comunes a las personas que comparten una misma posicion (objetiva) en las relaciones de produccion. Entonces nos enfrentamos al problema de determinar en que condiciones el interes comun de clase se traduce en accion colectiva. Pues el principal problema que pone de relieve la teoria de la eleccion racional es que no siempre la existencia de intereses comunes lleva a la movilizacion mayoritaria (y mucho menos completa) del colectivo que comparte dichos intereses a fin de lograr su satisfaccion. Esta es la conocida paradoja del free-rider, el polizon, el que hace el viaje gratis (Olson, 1965). En grupos extensos, la conducta individual mas racional ante un conflicto entre los intereses del grupo y otros ajenos puede ser la de no participar, esperando que la participacion de otros miembros obtenga los resultados esperados (cuyos beneficios afectan a todos los miembros del grupo) y permitiendo que solo los participantes en el conflicto carguen con los riesgos y costes de la movilizacion . Cuando el colectivo es una clase social, es evidente que sus considerables dimensiones hacen especialmente posible la aparicion de una mayoria de free-riders frente a una minoria movilizada. *Dirigente del PSOE y director del Instituto de Estudios Sociales Avanzados/CSIS, Madrid. .