SECCION: CULTURA PAGINA 9 CINTILLO: Club escarlata CABEZA: Bitongo viejo SUMARIO: Muestra de un logrado oficio cuentistico, ofrecemos a nuestros lectores un capitulo del volumen Club escalarta que, hacia el proximo mes de febrero, pondra en circulacio9n la Editorial Joaquin Mortiz en su Coleccion Cuarto Creciente. El autor ha publicado anteriormente media docena de libros de cuentos de los cementerios venian en tren, enmarmolados, desde Guadalajara. Eran tiempos de vida y muerte o de tropiezos mas graves. Entre esos tropiezos, el ridiculo, la honra, el orgullo, la soberbia, la lujuria de las muy pocas y enloquecidas mujeres bonitas, el desden, la pobreza de todos, el tedio y hastio que despues se paliaron en la plazuela Corona, porque llegaron a cantar canciones unos artistas de la caravana que pagaba con humo los cigarros argentinos. Pedro Vizcaino Gadea, por alguno de los motivos que descubro sin mucho entusiasmo, estaba muerto ya. En una caja larga, gris, semitapado con varias coronas de azucenas, durmiendo serio para que lo vieramos todos, al lado de su mostrador imperativo, desde donde nos despacho y vendio lo que quiso, a los precios que quiso, estuvieran rancios o podridos los productos o articulos que vendia. Vestido de negro, con zapatos negros que mandaron bolear por la manana, se despidio del pueblo que lo vio renegar de todo y por todo, despreciandonos por gusto, no queriendo perdonarnos porque habia tenido la mala suerte de venirse desde la Pontevedra y hasta Zumbadores. "Este pueblo mal hablado, castellanon y maldito." El viejo herrero volteaba a verlo cuando la escuchaba esta tesis en el mercado. Tomas, en su fragua, meditaba sobre la falsa aseveracion del respetado Pedro Vizcaino, asaltante de honras en Melilla, un pueblo vasco con demasiadas infulas que aqui no se le refrendaron. Porque no pudo robar impunemente a ninguna muchacha, se volvio prudente, callado y con facha de impoluto. De esas resmas de hombres, desembarcando en la via del tren, bajaron muchos iguales. Don Pedro finco casa en la esquina de la calle Belisario Dominguez y desde alli dicto en silencio costumbres y refranes que algunos babiecos obedecieron sin comprobacion. "Es falta de educacion creer todo lo que te dicen, y tambien de caracter." Insistia constantemente en el aforismo o sentencia, el Chato Ramos, un tampiqueno de certera lengua, charrasca mortal y desprecio burlesco. Don Pedro, lo evadia cuando lo venia venir y sombrear por la banqueta de su mismo paseo; entonces se cambiaba al otro lado de la calle y no lo saludaba haciendose el ciego a pesar de la carraspera del tal Ramos, inverecundo irrespetuoso, lengua cual verduguillo, un majadero. Durante mas de 40 anos, don Pedro, pudo juzgar la conducta de su casa, y de sus vecinos con impunidad ilegible. Cuando salian de su carcel los nietos a orearse, convictos de la ira de su abuelo, reian de buena gana y con deleite. Pero esa risa los delataba en el escape y entonces silbaba el latigo golpeador con que los envolvia atrapandolos del cuerpo, regresandolos don Pedro a las recamaras asfixiantes. Hasta su muerte, vivieron presos en la telarana de la moral supervictoriana que aquel copion, no se supo nunca donde aprendio, pero si practico con ferocidad. Era un abuelo mas fiero que las leyes, mas petreo que los tarugos y mas colerico que los jabalies enojados. Como pudo no ser un delincuente en el pueblo de Zumbadores, tampoco se sabe, porque infringio todas las rutinas y las hizo a su modo, apretandose con un corset de conducta muy devastador para los suyos. Fingidamente moral con su familia, era un delincuente mental con los demas. Tenia fachada parecida a una coraza de fierro, espanolon al fin. Por eso, se declaro en los primeros anos de la decada segunda del siglo, partidario de los alemanes, a pesar de que apenas le llegaban enrollados los periodicos desde la capital vecina, pues unos parientes cuidaban de que se informara, aunque fuera con retrasos semestrales o anuales. Ya en los anos 30, pudo definirse con mas pasion por las botas del cabo germano con bigotito y por ello vendia de puerta en puerta, cada mes, diez ejemplares del periodico El Omega, publicacion fascista que con placer ching ador llevaba hasta las casas de aquellos a quienes consideraba de su nivel y rango. "Goebbels es un hombre maravilloso que tiene amor por la verdad", decia calidamente antes de irse, recomendando que leyeran, se enteraran. Mientras tanto, continuaba vendiendo caro en la tienda abarrotera, creyendose salvador de la economia local, promotor del progreso de Zumbadores. Han traido ahora, alrededor de su feretro, a las rezadoras de todos los velorios porque, claro "como no vamos a ir; por don Pedro Vizcaino tenemos que rezar todos los rosarios que quiera la familia". El murmullo quejumbroso no acaba de convencer a Tomas el herrero ni al tepiqueno Ramos. Los vagos del pueblo, el presidente municipal, los coimes de los billares y Jovo el jorobado, platicaron ya en el velorio la apologia del occiso. No se cansaron de elogiarlo pero mirando ironicamente a los ojos de los demas, como diciendose hacia dentro: que bueno que se murio esta monserga, este viejo cabron. El sensato del pueblo, Marcos Torres, cree, sin decirlo, que el anciano sufrio su vida, pero que repartio el sufrimiento porque no podia soportarlo solo. En su rostro duro y refractario iba untada una copia de papel carbon donde estan marcados sus dolores ocultos. Por eso descargo en los hijos y nietos, bitongos inocentes por su angustia. Asi, germino otra generacion sojuzgada a la que quebro la voluntad natural de su ni nez, para que no pudieran juzgarlo. Que lo doraran por compulsion, sin explicarselo nunca. "Cierto es que nunca descubrieron lo cruel y soberbio que fue." Lo que llego a saber todo el pueblo se limito a que su dulce esposa, con rostro bellisimo, madona francesa o italiana, se apresto obediente a ser troquel de sus hijos pariendole mas mujeres que hombres. Desde Acaponeta le mandaron a unos sobrinos-nietos y tambien los trato con el mismo rasero colerico que a sus hijos. Pero uno de ellos, rubio, ojiazul, delgado como palillo, patinador solitario en tardes calientes en que corria lomeandole a una de las pocas banquetas de cemento del pueblo de Zumbadores, enjuiciaba al viejon: "Cuando vivia mi padre, creyendo que un dia recibiria herencia, don Pedro iba y nos acariciaba y nos daba domingo para menchonte y tostadas, alla en la Acaponeta. Como mi padre murio mu y joven, ahora nos trata asi, nomas porque ahuevo ahora nos tiene que mantener." Lo sesgaron de la chorcha juvenil con un silbante chicotazo que le golpeo la manzana verde de su garganta, porque Netillo tenia 11 anos y Betillo y Chuyin, eran sus companeros de juegos. Crecian su pubertad encerrados en la casona, viendo florecer a sus hermanas hermosas, unas jacas coquetas, mujeres que cegaban la vista alterada de todos los hombres de Zumbadores, un pueblo mujeril y bonito porque todavia tiene mar cercano y p almeras con cocos. Llega y se arrima una silla Chendon, el mecanico. No quiere perderse el espectaculo de atestiguar muerto al viejo, sin su boina vasca, rigido y sin burla en la cara, que ya no podra calzar ni arrastrar por las calles sus alpargatas ofensivas. Ya no tendra relampagos tronantes en su mirada despreciativa y cabrona. "Era un desgraciado, viejo canijo." Cuando debajo de la cachucha beisbolista las brasas del cigarro se colorean, esta repasando aquel dia en que llego a comprarle unos tornillos de pulgada, sin sur co, que quiso venderle a un peso 50. Chendon le dijo que era muy alto el precio y que iba a buscarlos en una ferreteria, la de la viuda Martinez, donde se los darian baratos. "Los ojos le relampaguearon, entonces. No lo creia yo capaz de tanta violencia, tanta colera. Era un julio calientisimo de esos fines del ano 1939, cuando no teniamos maiz ni frijol en Zumbadores, pues la guerra nos jodia aqui, a pesar de que el Eje Roma-Berlin-Tokio nos quedaba distante miles de millas. Todavia se rio y chasqueo la le ngua pastosa, su saliva densa la descargo con sonoridad porque mascaba tabaco jediondo: todavia tuvo la mala madre, cual sapo sarnoso, de tirarme cuando me iba, un dardo oscuro de sus masticados. El sabia que yo iria en vano y volveria. Volvi secandome el sudor con un paliacate rojo que ya llevaba muy mojado. Se rio en cuanto me vio entrar, bajo la vista para gozar mas mi cara sudada pero tambien emposto sus palabras, como si llevara piedras de rio en las bolsas. Le pedi otra vez los tornillos confesandole que ni la viuda, ni nadie, los tenia en el pueblo. Me dijo que siempre lo supo, pero que ahora por mi taruguez, los mismos tornillos valian el doble, tres pesos cada uno". Chendon se acerca, pues, al feretro y testimonia a un viejo que luce descansado, que ha roto la mascara de si mismo. La colera ya no lo posee, los nietos y las nietas andan vestidos de negro, lloran y se suenan sus narices rojas, pero en cuanto pasa gritando por la calle el vendedor de agua de cebada con hielo, abandonan al abuelo feroz que los tuvo en jaque toda su vida. Despues, primero llego al pueblo un jovenzon guapillo, flaco y enteleco, dando ordenes a bordo de camiones con maiz, galletas de animalitos y frijol, pues tenia encomendado instalar una tienda popular en el pueblo. Se bajo del tren y detras de el venian los granos para la comida que faltaba en Zumbadores. Llegar y enamorarse de Lourdes, la mayor de los Vizcaino, fue un cataplum y un zas. Se casaron en menos de dos meses, ante el beneplacito de la abuelita que ya veia en suenos y comprobado por el gasto diar io en bastimento familiar, al monstruo de la miseria que no le abrevaria el armario de pesos de plata que don Pedro habia rellenado en vida. Los tres pillos adolescentes se convirtieron en el terror de los billares de los cuatro puntos cardinales del pueblo y uno de ellos, puber pero con bigoton ralo, fue apunaleado tres anos posteriores, por un perdedor enojado que no quiso reconocer 15 carambolas consecutivas que Chuyin, con habiles malabares, tacos esbeltos y punteria letal, tejio en la mesa verde y patacuadrada de un salon platicador. El nieto de Acaponeta, no quiso saber entonces donde habian quedado los patines de sus elipses en el atardec er banquetero de Zumbadores, por lo cual agarro tren y desde entonces ni sus primas saben de el, ni sabran. Dos anos mas, un doctor tambien flaco pero con mirada muy fox, aterrizo con maletin negro embarazado de pinzas blancas. En el otono, el presidente municipal habia autorizado otra ampliacion del panteon del Nanahuate, a causa de que se habia venido sembrando con demasiadas cajas de muertos. Nunca se supo si fue por causa del cancer, de las enfermedades venereas o de los doctores jovencitos y enamorados que venian de San Luis y de Mexico. Algunos aseguran que tal vez por el maletin o por los ratos equis que tambien llegaron por ese tiempo (seductores equipos de la ciencia desconocida), o debido a su personalidad bohemica, el doctor Raul Chavarria pudo casarse en 15 dias con la segunda nieta de estas leyendas zumbadoras, pues esas lindisimas mujeres con inusitada rapidez pudieron olvidar las represiones obsesivas del chicotero abuelo, aquella fiera de la conducta personal, maton de ocho infancias nieteras, grandulon soberbio que se creyo Zeus porque tenia zeta y presumia silabeandola, fregando a los demas. Basto el desgrane de estas dos primeras hijas de aquel arbol, para que los demas siguieran malos ejemplos. Enterraron al abuelo con musica que tocaron por la calle y hasta el panteon, pero ellos, todos los de la familia Vizcaino, despues se dieron al goce propio, irrespetuosidad y desorden, reponiendose de la sequia que la colera del abuelo les estaba consiguiendo matandoles alegria y espontaneidad. El mal de la sobrerbia se prohijo antes del ano mil de estos tiempos y ya desde ese entonces tenia factura de enfermedad. En el siglo XX puede considerarse al hombre soberbio como un pobre diablo sin espejo y autocri tica, un verdadero jodevidas, urgido por danar como el barcelones que quiere que lo entierren con un sodomita, nomas para conocer ese pecado bajo tierra. Las rezadoras gritaban sus oraciones con tono rimado, coral y temeroso. Algunas, para ser mas convincentes o para ganarse el aprecio de los Vizcainos que ahora estan en manada y llorando, se golpean los pechos flacidos, enronquecen la voz. Tremulas, cuentan con manos venosas las bolas del ultimo rosario dedicado a don Pedro con mucha seriedad, porque no todos los dias se muere uno de este temple, quien escupio la calle mas feroz de Zumbadores. Estan contritos el agente del ministerio publico, el juez, el un ico sastre que disena, corta y plancha trajes de casimir, los principales abarroteros del pueblo y los hijos de los mas adinerados. Tambien, no falta el vendedor de billetes de loteria que se hizo mas famoso porque vendio cachitos para el sorteo nacional de ocho millones, evento calificado como la octava maravilla despues de las siete que existieron en Grecia. El llanto se quiebra en burla cuando la mujer hidropica de la familia de Las Veronicas, no contiene su caldera de gases y expulsa improperios trasero s que constituyen afrenta para la historia del muerto, un senoron que gruia pero que tenia familia grande, rubia. Que se vino de Pontevedra a mejorar la ganaderia humana de este miserable lugar, donde senorean irreverentes locos y viperinos de las honras, unos majaderos sin respeto por la heraldica y los abolengos que trajimos Don Pedro parece que duerme pero todavia asombrara a los que hemos venido a verlo antes de que lo entabiquen bajo tierra y le pongan a un angel de la guardia encima de su letrero. Porque de pronto, sin explicacion cientifica verificable, el muerto empieza en estos momentos a expulsar una pequena bomba de sangre, un globo colorado que se abre paso a pesar de sus dientes apretados y sin voluntad. Como si el muerto estuviera jugando ahora con pompas de jabon y tubos verdes de papayo, la roja pelota se hincha, se hincha. Cuando alcanza, con testigos que tienen los ojos desorbitados, el tamano de una pelota de beisbol, la bomba se detiene, el muerto ya no sopla ni podra volver a soplar. Como diez o 12, salieron huyendo de la capilla, gritando que el diablo se le habia salido a don Pedro; cuatro, los de la ACJM, fueron por el parroco para que los protegiera del terror. Las rezanderas pujaron para darle mas fuerza a sus frases guturales, estaban temblando, se les habian caido los rosarios, recitaban la Magnifica y a otras prepotentes de su caletre santero. Pero la pelota roja solo estaba posada sobre la boca amarilla del muerto como una mariposa inocente, final y tragica. Despues de los 12 que huyeron primerizos, Betin, Chuyin y Netillo corrieron al centro de la plazuela, iban a buscar a unos policias que no encontraron, para que les detuviera al abuelo que revivia. Quizas ya traia en la amno el latigo silbante y golpeador con que los trajo muriendo su infancia en los linderos del agobio. Pero la bolita roja se limito a su circunferencia. Cretinos y tarugos fueron acreditados sin necesidad de credencial, por parte de unos sabihondos doctores recien llegados al pueblo. "El viejo se murio de cancer y de ulcera, se le andan saliendo los ultimos palpitos. Que nadie se asuste." Pero lo cierto es que todos estaban intranquilos, mas los Vizcainos, quienes en solido proposito familiar contra don Pedro, alcanzaron a tomar agua con azucar por garrafas. Lograron descansar hasta cuando taparon la tumba con solidos y grandotes tabiques de barro del pueblo de Querobabi. Que la familia Vizcaino se desparpajo y desbando, no asombro a Florencio Villa, un pescador filosofo que dijo solemne y certeo para que muchos lo oyeran en el pueblo de Zumbadores: "cuando se muere el padre, todo se jode". Sabio y elocuente, aquel atarrayero lucido, guardo para si los insultos que le tuvo reservado en vida a don Pedro Vizcaino, pues siempre lo considero como un viejo sin gracia, bravero, pendejon y muy creido. Ha pasado mas de medio siglo de estos acontecimientos. Las aguas ciclonas regresa ron a su nivel y los decires alcanzaron certeza para rebajarle al viejano, genio y figura de tan mala entrana. .