SECCION: ESPECTACULOS PAG. 8 CINTILLO: LOS PITOEFF: VOCACION POR EL TEATRO CREDITO: Malkah Rabell Caso extrano: en vida, fuera de las fronteras de habla francesa, permanecieron ignorados. Tampoco Paris acepto facilmente a esos dos artistas rusos que nunca perdieron el acento original. En cuanto a Suiza, se mostro definitivamente hostil, sobre todo al marido, a Georges, a ese innovador del espectaculo que trato de destrozar las comodas costumbres provincianas de los espectadores helvecios. Tuvieron que desaparecer ambos, Ludmila y Georges, para que Paris empezara a suspirar: "Ah, los Pitoeff. Nadie como ellos para interpretar una obra eslava, nadie como ella en Juana de Arco y nadie como el para dar una version extrana, novedosa, enigmatica y subyugante de algunos clasicos y de algunos modernos". Ludmila llego a Paris en la adolescencia, hija de un general de rancia nobleza y de una corista. La senora Ana Andreievna Smanov se canso de vivir en Tiflis, Caucaso, con un marido que le doblaba la edad y ademas jorobado, y decidio trasladarse, junto con su hija unica, Ludmila, a la capital del mundo en aquella Belle Epoque, Paris. Mientras, el viejo general mandaba las mensualidades; todo marchaba bien. Ludmila estudiaba arte dramatico y musica; su madre se dedicaba a perder cuantiosas sumas de dinero en las barajas. Pero el conde Smanov se canso de mantener una familia que cada vez le resultaba mas ajena y le corto los viveres. Como resultado, Ludmila se dedico a dar clases de ruso. Mas no dejaba de ser la senorita de buena familia. Habia fracasado en sus examenes del Conservatorio, donde sus maestros la encontraban "muy rara... muy rara", y se desquitaba representando comedias en los salones de sus amigos. Por fortuna llego Georges Pitoeff y la salvo del teatro de aficionados. Georges ya era harina de otro costal. Tambien el pertenecia a las altas esferas, aunque su abuelo habia adquirido la nobleza por razones economicas y no sanguineas. Tambien el era oriundo del Caucaso, como Ludmila, y sus familiares ya se habian frecuentado en la ciudad de su infancia. Georges habia nacido casi entre actores; su padre, un millonario armenio, casado con una belleza rusa, fue toda su vida un amante de las artes escenicas y tenia su teatro, con su propia compania, al estilo de los senores feuda les rusos, que en aquel siglo XIX remedaban, mas por pasion que por moda, a los renacentistas del otro extremo de Europa. Teatro de los Pitoeff. El teatro le interesaba poco, lo apasionaban mas bien las matematicas, el diseno, la literatura, y se dedicaba al estudio de la arquitectura en la Universidad de Moscu. Fue mas tarde cuando descubrio su propia pasion por las tablas, y a los 24 anos abandono sus estudios universitarios para dedicarse en cuerpo y alma a lo que hasta el ultimo dia de su vida seria su doloroso, su exigente, su maximo amor: el teatro. Cuando a los 29 anos Georges Pitoeff llego a Paris, ya habia hecho teatro profesional, tanto en su ciudad natal, Tiflis, como en todo el pais. Habia actuado con Vera Kamisarjevskaia, la maxima interprete de Chejov, y tambien habia hecho giras con Meyerhold; conocia a Stanislavsky y a lo mas brillante del teatro ruso. Era parte de esos circulos estudiantiles y artisticos de la inteligencia rusa que buscaba un teatro nuevo, un teatro mas alla de las apariencias superficiales: "Sin alejarse de la verdad -escri bia Pitoeff-, el arte escenico busca lo correspondiente a esta verdad en lo consciente e inconsciente, en lo visible e invisible. El teatro se volvio lo suficientemente valiente como para penetrar en el misterio de las cosas. Bajo rasgos distintos, la verdad que no vemos se nos aparece tan palpable como la que vemos. Es hacia la realizacion escenica de una verdad secreta que tiende la puesta escenica actual". Como es de notar, las ideas de Pitoeff en aquella segunda decada del siglo no estaban tan alejadas de las imperantes de los vanguardistas actuales. Pitoeff tambien escribia en sus recuerdos: "Actue en Moscu y en Petrogrado, a traves de Rusia y de Siberia. Actue ante toda clase de publicos, ante la elite artistica y ante los esnobs, ante el publico burgues y ante el popular, pues durante mi estadia en Rusia tuve el tiempo de dirigir el Teatro delo Pueblo de Petrogrado. Conoci el publico de Vladisvostock, donde Siberia tiende la mano al Jaon, y tambien el publico de las pequenas ciudades perdidas en la inmensa Rusia. Y en todos esos lugares represente a Shakespeare, Musset, Shaw, Moliere, Ibsen, Tolstoi, etc... Era un periodo heroico del teatro ruso". Ese era el joven que en 1913 llego a Paris, donde conocio a Ludmila, se caso con ella, y ya en los anos de la guerra de 1914-1918 se instalo en Suiza, donde fundo un teatro nuevo con una compania joven, donde se iniciaran en papeles secundarios muchos principiantes y se hicieron actores de solido oficio y siguieron a su lado hasta los ultimos momentos de sus vidas, y donde la misma Ludmila se hizo actriz, no porque la iniciara su marido, sino porque Jacques Copeau descubrio su genio en una noche cuando en s u casa le leyo un fragmento de la obra que acababa de traducir del ruso: "Si nada mas fuera por esa lectura -escribio Copeau en sus Souvenirs du Vieux Colombier- nunca hubiera olvidado el sonido de la voz ni el movimiento de sus ojos. Fue asi que me fue permitido ser uno de los primeros, tal vez el primero, fuera del mismo Pitoeff, en descubrir el hermoso genio de Ludmila". Dos extraordinarios artistas: el, mas dado a la puesta en escena, aunque nunca dejo de ser el interprete de las mas dificiles y diversas figuras; ella sobre todo era actriz. Tal era la pareja que de Suiza volvia a Francia, por 1926. La Revolucion de Octubre habia creado entre ellos y su lejana patria un definitivo rompimiento. Eran pobres, tan pobres como cualquier actor frances, o tal vez mas, y ademas extranjeros. Su conquista de un publico frances, parisiense, no fue nada facil. Tuvieron que recorrer un camino sembrado de escollos, de hostilidades y hasta de hambre. Y entre uno y otro parto de Ludmila, que dio a luz siete hijos, Georges creaba su propia compania a base de heroismo, de sacrificios, de un trabajo agotador, y de permanentes esperanzas que solo al final de su vida se esfumaron, dejando en su alma una amarga desilusion. En los 13 anos que transcurrieron entre su vuelta a Paris y su muerte en 1939, mas de una puesta en escena llamo poderosamente la atencion, y tambien mas de un papel de Ludmila quedo como dato historico en el teatro frances. Y no fueron precisamente ni montajes ni papeles eslavos. En 1921 el critico de LAction Fran‡aise, periodico de la extrema derecha, Dubech, que no se distinguia por su amor hacia los extranjeros, tuvo que admitir: "No hay loas suficientes para Pitoeff. Ese comediante ruso encuentra el me dio de ser uno de los ultimos que salvan la escena francesa, la escena parisiense, en una epoca cuando el comercialismo reina sin otro contrapeso que esas supremas resistencias del caracter y del talento... El senor y la senora Pitoeff, dos rusos que se pueden ofrecer como ejemplo a los franceses". Mas ese mismo critico, apenas Pitoeff puso en escena una obra alemana, Los criminales, de Ferdinand Bruckner, lanzo sus anatemas contra los "subversivos extranjeros". "Exagera usted, senor Pitoeff -escribe Dubech -. Seguramente encuentra que la sociedad francesa no se descompone con suficiente rapidez... Lo que hay de fealdad escondida en el alma humana, tuvo que venir de un pensador aleman para ensenarnosla al desnudo... "El senor Pitoeff, al descubrir en Alemania una obra que proclamaba que todos somos asesinos, se dio prisa en montarla con delectacion. Senor Pitoeff, ya es tiempo que cambie usted". Pero el publico no estaba de acuerdo con Dubech y llenaba noche tras noche la sala para ver la obra de Bruckner. Toda la obra se desarrolla en una casa vista en corte vertical con siete piezas donde en cada pieza se desarrolla un drama independiente. Fue cuando Ludmila alcanzo el climax dramatico. El famoso novelista Joseph Kessel escribio: "Esta actriz que parecia tener doce anos en el papel del Tzarevitz, interpreta en Los criminales el papel de una cocinera envejecida y sensual que mata a su rival. Todo en el fisico de madame Pitoeff es contrario a su papel: su gracia, su fragilidad, su increible juventud. Al principio hasta molestaba ver como esta pequena silueta echa por tierra a una mujer con aspecto mas robusto. Pero el fuego mortifero de madame Pitoeff es tal, su recuerdo sugestivo tan potente, que ya no se nota, ya no se ve esta convencion escenica. La actriz, bajo su delantal, se vuelve el angel feroz y casi grandioso de los celos; su rigidez, su palidez, la intensidad de su mirada, la tornan opresiva, funesta. Habla y es la serpiente que silba. Se sienta con las manos caidas, y de sus palmas abiertas filtra la muerte". Mas Ludmila misma odiaba este papel y obligo a su marido a quitar de la cartelera esta obra que hacia correr al "Tout Paris" y habia sacado a los Pitoeff y a los actores de su compania de las deudas y de la miseria. A las 200 representaciones Pitoeff puso fin a la temporada de Los criminales. Caprichosa como todas las grandes actrices, tampoco quiso seguir la interpretacion de los cinco papeles que la hacian aplaudir en La Ronda. Obra que Antoine renuncio de montar por las dificultades de su montaje. El poe ta Ligne Poe felicitaba a Pitoeff por haber osado asumir "esta empresa arriesgada pero brillantemente ganada". Pero es en Hamlet donde la presencia de Georges Pitoeff, tanto actor como director escenico, deja una huella imborrable. El critico Pierre Brisson atestigua el resultado: "Los crudos y violentos apostrofes se transforman con Pitoeff en una especie de queja filosofica, cantarina y convulsa. La figura del fantasma queda inmaterializada, un fantasma engendrado por el espiritu". Y mas adelante narra: "El rey tiembla de miedo, livido de remordimiento cae al suelo. Hamlet, surgiendo de las tinieblas profundas que se amontonan a la derecha del teatro, vacila en golpear al culpable. En el momento que avanza la sombra del espectro se dibuja en el muro, ante el Claudio posternado, una sombra gigantesca fuera de las proporciones humanas que se borra a medida que la voluntad del principe se debilita... El efecto es notable". Georges Pitoeff, uno de los cuatro del Cartel, titulo que aunaba en una sola empresa a cuatro nombres: Baty, Jouvet, Dullin y Pitoeff -logro como nadie dar vida a Macbeth y a Hamlett, y tambien al Enemigo del Pueblo, esta obra de Ibsen, su ultima puesta en escena, donde por fin logro en el papel protagonico (su ultimo) vencer todas las resistencias de la critica tradicional. Fue su ultima aparicion en escena, antes de emprender su viaje sin retorno. Una larga y dolorosa enfermedad del corazon puso fin a su vida en aquel 1939, cuando un mundo estaba a punto de finalizar, y parecia como si Georges Pitoeff se fuera junto con aquel mundo que habia sido el suyo, el de sus triunfos y el de sus fracasos, el de sus victorias y el de su fin. De los siete hijos de los Pitoeff, cinco mujeres y dos varones, actualmente, desaparecido Georges y Ludmila, solo Sacha sigue los pasos de su padre, y ya conquisto -luchando con esta dificultad de ser hijo de un progenito famoso- un lugar envidiable en la direccion de escena, sobre todo en los montajes de las obras de Garcia Lorca. Desaparecidos Georges y Ludmila, otro Pitoeff sigue abriendo caminos dificiles para la escena francesa y la universal. .