SECCION: CULTURA PAG. 9 CINTILLO: SABOR DE TIEMPO CABEZA: ... Y TODA MI SIMPATIA CREDITO: Francoise Sagan Para contar esta historia tengo que recordar Paris, Paris en verano. Las hojas de los castanos estan secas y crujientes bajo los pasos, las calles desiertas. Una especie de polvo se eleva a veces en una esquina de las calles y viene a morir a tus pies. Ya no hay nadie salvo, como era mi caso ese verano, tristes estudiantes que los examenes de julio han entregado al oprobio de sus padres y a las angustias del trabajo. Estaba en un internado en un barrio residencial y calmado. Trabajabamos con las ventanas abiertas bajo el calor asfixiante, enfermas de aburrimiento ante la idea del mar y las playas que nos habiamos perdido. La unica distraccion era, al final de la tarde, los paseos en grupo por las calles desiertas. Estos paseos rapidamente se me hicieron insoportables, tanto por la monotonia del trayecto como por la verguenza que experimentaba paseandome con un batallon de ninas. Bajo un pretexto cualquiera, me hice dispensar. Me quedaba por lo tanto, al final del dia, una hora para pasarla sola, para pasearme sobre la grava crujiente y melancolica del patio y sentarme sobre las bancas polvorientas, ademas amaba esta hora lenta y gris. Me desperezaba, bostezaba, contaba los arboles, saboreaba esta soledad un poco sosa. Pero un dia en que acompane a una amiga hasta la salida del internado, el guardian cerro la puerta a mis espaldas y me encontre sola y libre, con una hora completa fr ente a mi en un Paris desconocido. El Sena estaba cerca. Lo habia divisado durante un paseo. Ademas... las calles descendian hacia el como afluentes de piedra, no tenia mas que seguirlas. Rara vez habia experimentado tal sentimiento de aventura. Llevaba todavia el viejo delantal de colegial, negro y manchado de tinta, pero me preocupaba poco. Una ciudad, una hora se me habian ofrecido. Debia tomarlas. Si no lograba regresar al mismo tiempo que las otras, me expulsarian, pero ya no pensaba en eso. Habia llegado al anden, el Sena se volteaba l entamente hacia mi. El Sena estaba amarillo y azul y centellante. Eran las seis y el sol apenas comenzaba a abandonarlo, en el fondo de un cielo palido. Descendi los escalones y comence a caminar sobre la orilla. No habia nadie y me sente sobre el parapeto, columpiando las piernas. Era perfectamente feliz. En el fondo del anden, vi llegar una sombra a contra luz. Era una silueta negra y delgada, con un gran morral en el hombro. Pero tenia un paso desenvuelto y agil, mas bien el de un deportista que el de un vagabundo. Solamente cuando estuvo cerva de mi distingui su cara. Tenia al rededor de 50 anos, dos ojos azules e innumerables arrugas. Me miro un instante, dudo y sonrio. Le sonrei en respuesta; entonces poso su morral cerca de mi y me pregunto: como si el Sena y sus orillas fueran mi sala. Le sonrei sin responder, pues me sentia intimidada, y el se sento cerca de mi. No me pregunto lo que hacia, ni mi nombre, ni mi edad, ni que razon me empujaba al borde del Sena a las seis de la tarde en delantal negro. Saco un cigarro del bolsillo y me lo ofrecio, luego encendio uno para el. Tania unas bellas manos de ocioso, las unas un poquito sucias. Nos quedamos algunos minutos sin saber que decir, luego se volteo hacia mi: arcaza muy veloz, pero me interesaba poco. Era este hombre lo que me interesaba y esto me sorprendia a mi misma, pues a penas tenia 16 anos y los libros me interesaban mucho mas que los seres humanos. Le pregunte si leia y me ruborice al instante, pues encontraba mi pregunta estupida, dirigida a alguien que no tenia los medios para comprarse un libro. Pero me respondio que habia leido mucho y me pregunto que libro leia en ese momento. Se lo dije y me hablo con mucho ingenio de el. Poco despues, me puse de p ie de un brinco, dandome cuenta de que eran casi las siete; me entraron complejos de miedo, de castigo; le dije que tenia que irme de inmediato. Dijo: Me prometio que me ensenaria cosas que me divertirian sobre el autor del libro en cuestion. Era Flaubert, no sabia nada de Flaubert y la idea de que este vagabundo me ensenara algo me parecia muy agradable. Le dije adios y me fui corriendo al internado. En una esquina encontre a las del paseo, me cole en una fila y entre sin dificultad. Ese dia comenzo una semana extrana. Me escapaba sin pretextos, corria al Sena y encontraba alli a mi amigo. No sabia su nombre, el no sabia el mio, hablabamos de todo y de nada, sentados sobre el parapeto, mientras el Sena cambiaba de color delante de nosotros, se hacia gris, luego blanco. El sol desaparecia, sabia que me quedaban diez minutos, me volteaba a verlo con una sonrisa triste y el tambien sonreia, me tendia el ultimo cigarro con una miradita de piedad. Esta piedad, esta conmiseracion por mi preoc upacion por la hora no dejaban de enervarme y acabe por decirle que iba al internado y que me expulsarian si llegaba con retardo. No parecio imprecionado para nada, pero se puso serio y me compadecio. Arrastrada por mi arrebato, dije que me gustaria mucho mas ser como el, y pasearme por los andenes. Se puso a reir: Le pregunte cual. Me respondio que habia que Al dia siguiente llovia un poco. Mis companeras salieron igualmente con impermeables y yo parti por mi lado con mi delantal negro bajo la lluvia. Corri todo el tiempo, pues tenia miedo de que se hubiera ido. Llegue agotada, empapada, y lo encontre bajo el arco del puente con su eterno cigarro. Comenzo por sacar de su morral un enorme sueter, bastante sucio y agujerado, que me puso sobre el delantal. Las gotas de lluvia caian lentamente sobre el Sena. Estaba triste y lodoso. Le pregunte que era lo que entend ia por Entonces me explico que tenia una mujer e hijos, y un muy buen auto y dinero. Un dia, habia tenido suficiente. Bruscamente, se habia dado cuenta de que su vida pasaba, que no habia tenido tiempo de verla pasar. Que estaba atrapado en un engranaje, que no habia entendido nada de nada, y que en 20 anos quiza estaria muerto, sin haber hecho otra cosa que conservar cierto estatus. No me parecia extrano. Pensaba solamente en que un dia yo tambien iba a estar atrapada en un engranaje, veia mi tiempo atrapado, mi muerte proxima, todo sin haber visto nada, comprendido nada; quiza habia que resistirse. Resistirse duramente. Por primera vez, le tome la mano. Era dura y seca, pero era un contacto agradable. Era quiza mi unico amigo y se iba a ir, no lo volveria a ver. Le hice la pregunta y me respondio que sin duda nunca me volveria a ver, pero que eso no tenia importancia. Que una semana de verano al borde del Sena era una buena semana para tener un amigo y perderlo. Luego me sonrio y se fue. Lo vi alejarse bajo el sol. Regrese corriendo a la pension. No habria mas fugas en las calles desiertas hacia el Sena. Pero habia otra cosa, una especie de cansancio alegre. Y el sabor del tiempo aferrado a mi como un animal desde entonces familiar. Traduccion de Carlos Vidali Rebolledo Tomado de Lire No. 214. .