SECCION CULTURA PAGINA 37 BALAZO: LA OPERA CABEZA: El divismo y la critica CREDITO: ENESIMO NEMO* El conflicto entre los criticos, los creadores y los divos, es tan antiguo como el nacimiento del teatro, de la danza y las demas artes espectaculares. Los divos y las divas, los divinos, eran al principio solamente los dioses y los semidioses, pero por juego metaforico el termino se aplica hoy para calificar a las grandes personalidades de la danza, la opera, el teatro, la literatura y la pintura mismas. El termino divo, de Divus, Dios, Divinidad en latin, que se aplicaba tambien a empe-radores o dirigentes ilustres, se uso yo creo que desde los primeros anos del siglo XIX, para designar originalmente a los cantantes de opera cuyas dotes extraordinarias ameritaran tal designacion. No pienso ponerme a investigar, por ahora, en que momento empezo a emplearse el termino en este sentido, pero estoy seguro de que los "divos" existieron en la opera y en el espectaculo antes de que la palabra cobrara esa signific acion. Ya recordabamos en pasados articulos las fragorosas batallas artisticas libradas por Rossini contra los divos y divas de su tiempo, como los Velluti, los Rubini y las Malibran, cantores divinos empenados todos en superar al autor de La Cenerentola y enmendarle armonica y musicalmente la plana al cantar sus obras. "De que autor es, por cierto, esa preciosa aria que introdujo usted en el segundo acto?", solia preguntar ironicamente el genio de Pesaro a cualquier cantor que minutos antes habia transformado en otra cosa una parte del Barbero o de La Italiana en Argel, a base de indescriptibles piruetas vocales, fiorituras ineditas y escalas de acrobatica dificultad y discutible buen gusto. Y los divos siguen alli, mas tratables siempre y mas colaboradores entre mas grandes y talentosos sean, por supuesto. Lo mas grave son en todas las epocas los falsos divos, los artistas medianos, o los cantores en decadencia, que se dedican sistematicamente a llorar el "ninguneo" de la critica, los empresarios, los administradores de la opera y las instituciones que los subsidian nula o escasamente. Pero esa es la realidad de las artes espectaculares y de los interpretes que a ellas se dedican. La critica, los administradores y los publicos mismos suelen equivocarse aplaudiendo y apoyando alguna vez con exceso a un artis ta mediocre o despreciando las virtudes de alguno excepcional. Pero ni los administradores, ni los criticos, ni los publicos se equivocan todo el tiempo, ni tardan mucho en reconocer a los artistas verdaderamente notables. Como en todas las artes, y como en todas las profesiones y especialidades, son los mas calificados, los mas geniales y los mas dotados, quienes finalmente ocupan en su tiempo y en la historia los puestos principales y obtienen los mayores reconocimientos. El del canto, para hablar de este asunto en especial, es uno de los mercados (lo ha sido siempre y lo es actualmente) mas cruelmente competitivos. Un cantante, en Mexico, en Italia o en un teatrito domestico de la Patagonia, esta siempre concursando frente a otros, y haciendo valer sus capacidades vocales, sus conocimientos de musica, su oido y su talento de interprete, para hallarse en condiciones de ganar o perder la justa cotidiana y vital. Y por supuesto, entre mas rico es un ambiente musical, mas artis tas de elevado nivel conviven en un medio y mas altos estipendios se obtienen por figurar en los papeles titulares, mas dura es la competencia, mas grandes los escollos y mas compleja la inevitable lucha de los juicios criticos subjetivos de quienes deben elegir para una obra, una temporada o una grabacion estelar a los cantantes. Por otra parte, los criticos y los dirigentes de las companias de opera, no son necesariamente "musicos frustrados", sino gente con solida cultura, y a veces formacion musical seria, que decidio no hacer la carrera de violinista o de cantante, y mucho mas capacitada para juzgar de calidades artisticas que los propios atrilistas o los ejecutantes vocales. El senor Adolfo Salazar, que no era pianista ni cantor, ni violinista, sabia mas musica que la mayor parte de los ejecutantes de Espana y Mexico, y el senor Rudolf Bing, que tampoco era capaz de cantar un Otelo como Del Monaco ni una Favorita como Di Stefano, era capaz de juzgar las limitaciones de esos grandes artistas, como de apreciar en su momento sus grandes virtudes. Tambien hay criticos ignorantes y dirigentes de instituciones operaticas sin cultura (eso deben probarlo sus censores y los cantantes que se sienten "ninguneados"), pero una cosa si los caracteriza en nuestro medio (a los incultos y a los sabios): ningun critico y ningun administrador ha ganado nunca el dinero de nuestras estrellas de primera fila, ni ha hecho la menor fortuna cultivando por amor al arte esta triste profesion. Mas nos hubiera valido ser cantantes, asi fuera de ranchero. *Critico de musica. .