SECCION CULTURA PAGINA 33 CABEZA: La Chata de Armando Ramirez CREDITO: Ignacio Trejo Fuentes* Ahora que el enfrentamiento entre los vendedores ambulantes y las autoridades del Distrito Federal ha alcanzado niveles verdaderamente escandalosos, ahora que vemos en las noticias que cientos de elementos de un bando y del otro -vendedores, policias- se enfrascan en feroces golpizas cotidianas, conviene recordar la novela de Armando Ramirez que Grijalbo publico el ano pasado: Me llaman la Chata Aguayo. La Chata era una nina pobrisima que habitaba con sus padres alcoholicos en un cuartucho de vecindad en el centro del Distrito Federal, y que solo iba del catre a la puerta de la calle aguantandose el hambre: desde esa puerta aprendio a conocer la calle, sus gentes, y cuando crecio, luego del consabido "mal paso", se volvio protagonista principal de las calles del Zocalo y sus alrededores. Las circunstancias la hicieron vendedora de chacharas en la calle, y las constantes acechanzas de los inspectores y de los policias le ensenaron que se puede transar, que es posible hacer arreglos para que aquellos dejen a los vendedores ambulantes seguir trabajando. La Chata enseno el truco a sus companeros, y los convencio de la necesidad de "entrarle con su cuerno" para que los representantes de la ley los dejaran en paz. De ese modo, la Chata se fue convirtiendo poco a poco y de manera natural, en la li deresa de los ambulantes: era ella quien hacia todos los arreglos. El gremio de los ambulantes crecio, y crecieron las necesidades de mejores arreglos, con funcionarios mas importantes. La Chata promovio manifestaciones masivas de apoyo a candidatos presidenciales y a presidentes, a diputados y delegados, de manera que su poder se fue afianzando, hasta que cobro enorme relevancia en el juego politico capitalino. Y sus arcas crecieron de manera sorprendente. No hay duda que la Chata Aguayo obliga a pensar en las actuales lideresas de los vendedores ambulantes, cuyas maneras de actuar y su poder economico y politico las hace sobresalir en medio de la marana de intereses que el ambulantaje implica. Es obvio que Armando Ramirez conoce muy bien el fenomeno, y lo aprovecho de la mejor manera para hacer una novela al mismo tiempo testimonial y caricaturesca: si no supieramos de la existencia de las lideresas actuales (Guillermina Rico et al), supondriamos que lo cont ado por Armando es una exageracion; pero no: la ralidad demuestra que la narracion del novelista es apenas una aproximacion a ese mundo deslumbrante de corruptelas y arribismos, tanto de quienes encabezan a los vendedores como a la contraparte en el gobierno. Armando Ramirez delega la voz narrativa a la propia Chata, quien cuenta su vida y sus movidas a una de sus hijas, que graba en una camara de video (de las que vende la primera). Y el discurso es sorprendentemente fiel, plagado de giros verbales correspondientes a personajes como la Chata: abundan los albures, las mentadas, pero tambien las confesiones que hacen pensar que no se trata de un mero ejercicio satirico o picaresco, sino de algo totalmente vivo y conmovedor. Y en todo esto tiene que ver, por supuesto, la ya indiscutible capacidad narrativa de Armando, ganada a pulso a lo largo de la escritura de libros como Chin chin el teporocho y Noche de Califas, entre otros. Decia que el monologo de la Chata parece natural, nada forzado, y por eso sus disquisiciones adquieren visos indiscutibles de realidad. Por eso, si leemos esta novela entenderemos con mayor claridad lo que ocurre hoy en dia entre vendedores y policias *CRITICO LITERARIO .