SECCION CULTURA PAG. 35 CREDITO: SUEO DE VERANO EN EL METRO CREDITO: HECTOR RODRIGUEZ MORALES Siete de la manana de cualquier dia de trabajo. El interior de un vagon del metro, atestado y caluroso: todo es propicio para el sopor. Los minutos pasan lentamente y las estaciones se suceden una tras otra con absoluta regularidad; hasta los chirridos de las llantas al pasar por ciertos tramos de via son familiares. Es el uni-verso de siempre, siempre distinto: un pequeno mundo hacinado que gira sin cesar sobre su propio eje, silencioso. En esa somnolencia melancolica todo se percibe de una manera distorsionada, lo evidente se difumina y los detalles cobran una importancia mayor: es la realidad virtual del metro, una realidad distinta a la del mundo exterior. Es un ambiente asi, onirico y sobrenatural, puede imaginarse cualquier cosa porque cualquier cosa es posible, desde la mas bella hasta la mas grotesca, desde la mas halagena hasta la mas temible. Es un mundo sin fronteras. Medio dormidos, arrullados por el traqueteo de los vagones en movimiento, podemos imaginar a los companeros de viaje en el momento de arribar a la estacion, con un aire entre mecanico y resignado. Son habiles para sortear los changarritos que se inter-ponen en su camino y que lo mismo desbordan garnachas que fayuca; en el arte de estorbar, estos tenderetes no le piden nada a los laberintos de las lujosas tiendas de departamentos. De pronto, entre cabeceo y cabeceo, nos viene la imagen de algunos varones que al subir las escaleras se esfuerzan por ver, disimuladamente, bajo las faldas de las mujeres que los preceden, sobre todo si se trata de jovenes de piernas bien torneadas y faldas cortas. Algunas de ellas se cubren con su bolso de mano en legitima defensa, o esperan a que suban todos los demas; sin embargo, muchas han optado por la "falda-pantalon", mas practica, o suben con la bola, que se apretuja a su alrededor y las c ubre. Con los ojos vencidos por la pesadez del sueno, creemos ver dentro del vagon una escena descabellada: algunas senoras y senoritas sacan de sus bolsos pequenos estuches de maquillaje y ahi mismo, a la vista de todos, se hacen la toilette: primero la base para el cutis, el rimel para las pestanas, la sombra de ojos, el rubor de las mejillas, el bilet y hasta el cepillo de pelo. Asistimos con sorpresa y "pena ajena" a un acto que hasta entonces considerabamos intimo, y al final nos queda la sensacion de haber entrado por error a la alcoba de una desconocida. En ese estado semiinconsciente la libido aflora y nos imaginamos mirando provocativamente a una muchacha. Entonces ocurre lo inesperado: ella corresponde a nuestras miradas... Es un sueno tan encantador que queremos creer que es realidad. Las miradas continuan y son significativas; se trata de un autentico ligue. Abordamos a la joven, ella responde con una sonrisa y habla con dulzura. Justo cuando vamos a pedirle su nombre y su telefono, el tren se detiene y ella se va para siempre. Amargo despertar .. En el anden, una secretaria que ha salido de la oficina saca un par de chanclas de una bolsa de supermercado y las deja caer a sus pies; se apoya en la pared y se quita las zapatillas que "la estan matando". A su lado un policia distribuye al pasaje segun su sexo: mujeres por aca, hombres al fondo. Parece ganado, es verdad, pero de otra manera los frescos, por llamarlos de alguna manera, tomarian furtivamente lo que no saben pedir ni merecer. La noche es oscura y el pasaje cambia imperceptiblemente. De algun lugar salen hombre y mujeres extranos que visten de negro y calzan botas de minero, sin ser mineros. Son los esperpentos de Ramon del Valle Inclan, que salen de sus cubiles subterraneos y toman el metro por asalto. Son muy bajos o muy altos, muy gordos o muy flacos, muy viejos o muy feos. Parecen peligrosos; parecen pobres, enfermos o derrotados. Pero no, solo es un mal sueno. El viaje ha sido interminable y al mismo tiempo breve como un suspiro. El tren se sacude convulsivamente a la mitad de los tuneles, entre jalones y frenazos. Por fin se escucha una voz dis-torsionada, casi ininteligible bajo los chillidos del altoparlante: Ningun pasajero a bordo, este tren sale de la circulacion. Despertamos sobresaltados y nos vemos en el reflejo de las ventanillas. Si, esa cosa despeinada y patetica somos nosotros, despues de un bochornoso sueno de verano en el metro. .