SEC. INF. GRAL. PAG. 3 CINTILLO: UN PUEBLO DE 2 MIL 500 REOS CABEZA: Con la Madre Antonia en el universo del Penal de La Mesa CREDITO: A la madre Antonia casi todos le dicen mama y es conocida tambien como El Angel del Penal, angel sin alas, al menos no se le ven, pero que camina ligera como si volara, hacia los rumbos de la enfermeria. A un lado del pasillo esta la reja desde donde se vislumbra El Pueblo, horizonte atras de los cuerpos y de las manos que se aferran a los barrotes. Cuchitril es la cliniquita de colchones raidos y amontonadero de camas con vetas de orin. En un recodo, la mujer pequena, madura como las mejillas de su rostro amenazanado, que podria serlo totalmente con todo y los anteojos de vidrio grueso, se ve pequena junto a un hombron con el torax deformado: "Si ya se madre, lo conozco, tiene tuberculosis cronica -le dice un medico y luego se dirige al recluso-. ¨No te saque el otro dia como tres litros de agua de los pulmones? Lo que pasa es que no hay medicina. Las mandan para dos o tres dias". "Pero tiene que avisarme, yo veo como las consigo, y las consigo. Usted sabe que no se pueden suspender esos tratamientos" -le responde la monja con vehemencia. La mujer del habito negro y la confia blanca, vestigio de aquel tocado de alas de cisne que caracterizo a la orden de las Hermanas de la Caridad, le pide al reo encargado, un pan y frijoles, la dieta de los internos y de ella. Habla con acento ingles; es Antonia Brenner: "Mexico, hace diecisiete anos, aqui hay hombres que pudieron ser electricistas, medicos, pero su ambiente pobre los formo, porque el ambiente es como un artista que talla la madera, y a traves de ellos es como estoy al servicio de Dios y en cada uno veo el rostro de Cristo". La religiosa hace recordar los versos de Leon Felipe, el poeta ateo: no solo el virtuoso puede ver un dia la cara de Dios. Leon Felipe se fue por el mundo a llorar su desdicha. La madre Antonia se vino a la peni de Tijuana, en La Mesa, a consolar presos en desgracia. Narcos, religion y hacinamiento Fundado en 1960, el penal de La Mesa mal alberga a 2 mil 500 presos, mil por lo menos, encima de su capacidad. Como en el resto de las prisiones mexicanas, la mayor parte esta por delitos menores entre los que destaca el robo y al igual que todas las carceles del pais, los vicios y la corrupcion se reproducen: "Diga que violan nuestros derechos humanos, -dicen en corrillo unos presos en torno al que detectan como reportero-. Hay mas de sesenta a los que ya les toca la preliberacion y Gobernacion no hace nada. Esta entrando mas droga, alcohol y sobre todo armas. Y son solo dos o tres capos, dos que tres". Este penal es famoso por sus trifulcas y motines a balazos. La charla subrepticia es frente a un puesto de artesanias tristes; collarcitos de chaquira, pulseras de hilaza y el barquichuelo adentro de la botella de brandy. A la vuelta hay una cevicheria que hace esquina con un callejon que en estilo vecindad tepitena no deja de recordar una mezcla de andurriales napolitanos o de la casbah. Son casitas de concreto o de block y quienes las habitan son sus propietarios. No obstante fueron construidas en terreno federal, son patrimonio que se puede enajenar. Pueden alcanzar un precio de 3 mil dolares, moneda que aqui es de curso corriente. La colonia es de cuatro manzanas, con una al centro que guarda en celdas de castigo a los presos en segregacion, dos hileras con un pasillo en medio por el que corren los chamacos que juegan a las escondidillas, al avion o a los transformers. ¨Escuela de maleantes? Algunas chiquillas han sido violadas. Los pobres viven apenuscados en las celdas de un edificio aledano. Alli estan los que por doscientos dolares y hasta menos, purgan condenas por una decena de anos. Su delito fue tratar de pasar un pequeno cargamento de drogas a los Estados Unidos. Son campesinos de origen agobiados por la miseria. Como aqui todo se vende, en una reja hay un puesto que anuncia dulces de importacion. Afuera de estas mazmorras, en la calle, hasta unos chinos acusados de cruzar orientales al otro lado, han puesto su fonda de comida china, mandarina o pequinesa. Este es el infra, pequeno y tal vez dilatado mundo de la Madre Antonia. A su paso, no escatima besos ni consuelo para todos, a quienes conoce por sus nombres y congojas. Como en toda sociedad, hay castas que visten para ensenar su origen, delimitar su territorio y el grado de autoridad. En este penal no hay uniformes, la gente se cubre con lo que puede, pero en la multitud, entre los desarrapados que le piden a la mama un par de calcetines, relumbran las cadenas de oro en el pecho de tipos fortisimos que asientan con firmeza, los pies calzados de botas de piel de tiburon o vibora de cascabel. Son los narcos y su estereotipia, los que reparten dinero, y privilegiados, son a su vez quienes donan canonjias entre la poblacion y hasta en el clero. La madre dice a El Nacional que esto es un hecho al que ella se opone: "Los conozco a todos. La mayoria nacen en la sierra, en la pobreza, no han estado ni un dia en la Universidad, estos son los capos conocidos, los don capo, los que pagan a los campesinos cincuenta pesos para que siembren marihuana, en vez de los cinco pesos por sembrar tomate y le dan zapatos a la gente. Ellos vivieron lo mismo. Algun capo los mando al hospital cuando estuvieron enfermos y lo vieron y dijeron oh!, que guapo es con sus botas tan bonitas y su modo de ser y su tejana y... sus pistolas -y la vo z de la monja es apenas audible en la ultima frase. "No estoy justificando, creo que es la verdad, pero tambien se como viven, el dano que pueden hacer al pueblo y donde y como mueren". La religiosidad de los narcos Entrevistada en la turbulencia del affaire Prigione en el que afloran relaciones del clero con el narcotrafico La Mama comenta: "En reuniones de obispos he dicho que no acepten donativos de los narcotraficantes, no porque los amen menos, el amor de Dios tiene que ser parejo y gratuito, no se puede escoger, pero la Iglesia no puede aceptar ni un centavo si sabemos que es de este ambiente, aunque en realidad lo necesitamos. "Yo no se del caso del padre Montano que llevo a los Arellano a Mexico, pero estoy segura que fue por un acto amoroso. Llevo muchos anos aqui, me han ofrecido dinero, pero no lo he aceptado". La madre esta ocupada, se va. El consuelo a los reos no es tan solo de palabra. Tramita libertades, paga fianzas, de los que cometieron delitos pequenos o se los fabricaron. Consigue ropa y medicamentos, empleo para los que salen o para las esposas de los que permanecen. Ahora tiene que ir a la morgue donde yace en esa penumbra de anfiteatro el cadaver de un muchacho que murio de tuberculosis. No es de aqui, llego tal vez de Oaxaca o de Michoacan, de cualquier parte de Mexico para brincar a Estados Unidos, la Madre Antonia tiene que acompanarlo: "No tiene familia, nadie va a ir a recoger su cuerpo y sepultarlo. Es muy triste ver a un muerto desconocido, estar con el y darle entierro, es una parte de su vida, acompanar a este que es mi hijo, es decir que no esta solo, que fue un ser humano". .