SECCION ESPECTACULOS PAGINA 37 BALAZO: Chavela Vargas en Bellas Artes CABEZA: Los sismos del sentimiento CREDITO: XAVIER VELASCO Chavela nunca fue diva de multitudes. Esta noche, una multitud se arremolina entre las puertas, lista para cumplir su acto de contricion con el Destino. De uno u otro modo, todos cometimos el mismo pecado: haberla tenido aqui, por tantos anos largos, y solo acceder juntos al culto cuando ya el resplandor de su leyenda amenaza con cegarnos. La misma mujer que aun en el 91 se desgarraba en El Habito y cavaba hondo en las dolencias de quienes tuvimos la insolita fortuna de mirarla cantar en Tepoztlan, aguar da con una emocion envidiable y tengo la impresion que todas sus emociones son susceptibles de ser envidiadas tras el telon que la vera gloriosa, multitudinaria, detenonar una constelacion de gratitudes. No es dificil ceder a la tentacion de creer que la del 8 de abril del 95 ha sido una noche inalcanzable, pero quien ama a Chavela sabe que con cualquiera de sus noches pasa igual: todas son de estreno. El llanto, al igual que la dicha y el alto infortunio, tiene la cualidad de hacer creer a quien lo vive que no hay sentir mas intenso ni momento mas puro. Pero Chavela lo sabe, y nosotros ya deberiamos haberlo aprendido: el infortunio es uno, y a el arribaremos una y otra vez hasta morirnos, y mientras eso pa sa seguiremos cargando con el mismo saco de lagrimas, sin jamas poder vaciarlo porque las lagrimas, como los gozos, resultan cien por ciento reciclables. Hoy nadie lo duda, es una de esas noches en que abrimos el saco de las penas para escapar del mundo y quedarnos callados, hasta que cada queja se convierta en beso y entonces nada puueda detener las caricias. Chavela Vargas existe: esta viva, nos promete Almodovar, inevitable beato, y el telon se levanta. Los pantalones blancos, el jorongo en su sitio, la camisa brillante del color de la sangre, botas blancas filosas, manos prestas al vuelo, Chavela llega mostrando el carnet de identidad: Macorina. A partir de alli, no es ya licito escuchar a la musa del Tepozteco con oidos porfanos: veremos los colores que ella quiera y, cuando lo decida su voz cascada por la sagrada patina de las pasiones, escuch aremos cerca, nitido como un trueno, el canto de todos los angeles soberbios, que segun Chavela nos deja sospechar son mas de los que creiamos. De nada servira preguntarse si esa voz inflamada por una vehemencia repelente a toda mesura es la misma de ayer, o si sera igual manana; cuando se vive el instante se anulan los tiempos, y aqui esta claro que no estamos sino para honrar este momento, como algun dia otros mortales se postraron ante los truenos y los sismos. No nos extrane, pues, que sea la garganta s ismica de Chavela quien postre a los sentidos de cada uno de los que han llegado hasta aqui con sangre en las venas. Son demasiado grandes los demonios que esta mujer convoca. ¨Cuantos, aqui dentro, han colmado sus peores horas de tan exquisitas dolencias? ¨Cuantas lagrimas nuestras han resbalado por el mismo jorongo? Hay largos cuerpos tiesos, gritos como relampagos, aplausos que descargan un fervor con el que, supongo, nadie sabe que hacer. Luego regresa el canto y uno se va con el, muy lejos hacia dentro, donde los agujeros nos parecen mas negros y se escarpa el abismo y da placer el llanto y duele la ternura. Si otras personas cantan las mismas canciones con los tonos perfect os y los timbres precisos, eso aqui a nadie le importa porque Chavela no depende de otra precision que la del sentimiento, que por naturaleza es asimetrico y exige, para ser traducido a codigos valiosos, de un temperamento suicida. Y como sucede que los verdaderos suicidas estan condenados a continuar viviendo, Chavela sigue aqui cantando para ¨quien? Estoy seguro, mis cuates, de que Chavela no canta sino para mi. Por eso me atrevo a decir ahora que mios son sus gestos, sus manos que surcan el aire para can tar Volver, o se unen como en un rezo en La Llorona, o se abren hasta abarcar la Tierra cuando sus labios juran que no habra ni ahora, ni antes, ni despues. Mias son las palabras que bebo sin medida, con la impresion de que todos estos regalos no son renunciables. Chavela no dice, ni hace; Chavela es. Y si hoy, aqui, en el Palacio de Bellas Artes entumecido de calidos carinos, Chavela no fuese, ninguno seriamos. Por eso le creemos cuando dice que no puede morirse. Porque los poderes antiguos de su entrana tornan sorprendente lo que parecia trivial, y de lo excepcional hacen placer cotidiano (en ese transito amoroso y deslumbrante, uno asiste a la revelacion de aquellos secretos que, si bien han sido siempre subyacentes de canciones como estas, es necesaria una hechic era de este tamano para alumbrarlas como Satanas lo manda). Gracias Chavela!, le gritan a sus pies los que pueden hablar, y bajo el estruendo de un aplauso que a traves de los minutos se niega a cesar, el motivo de tanta gratitud luce obvio como nunca: no es comun ni frecuente que las almas se encueren, o que los cuerpos tiemblen, o que la piel se cubra de las divinas esquirlas brotadas de unas palabras justas, intravenosas, interplanetarias. ¨Gracias por que? Por hincharnos de palpitos largamente aguardados. Por acortar la eternidad, por extender al amor, por dislocar el hastio. Por la lagrimas que han rebotado de aqui hasta sus mejillas para mojar la inmarcesible tela de un paliacate solidario. Por llenar de consuelos al ardor de la ausencia. Y por hacernos creer asi, a chillido limpio que no nos hemos muerto. .