PAG. 3 SECCION: INF. GRAL. CINTILLO: ECOLOGIA CABEZA: CONTRARREFORMA AGRARIA Y DESARROLLO SUSTENTABLE CREDITO: GABRIEL QUADRI DE LA TORRE Durante esta semana que termina se avivo el debate en torno a una pretendida contrarreforma agraria que implicaria modificar el Articulo 27 Constitucional y la legislacion reglamentaria correspondiente. En medio del abrasivo viento politico que a partir de enero ha soplado desde Chiapas, se han dejado escuchar con insistencia los ronquidos del viejo "stablishment" agrarista mexicano, que no ha desperdiciado la oportunidad para recalentar el caldo institucional en que se reproduce. Ernesto Zedillo, candidato del PRI a la Presidencia de la Republica, le ha salido al paso a esta verdadera reaccion (en el sentido politico del termino) a traves de diversas declaraciones en sus encuentros con parvifundistas mexicanos, lo que promete abrir un frente estrategico de discusion en la agenda nacional, especialmente en la contienda partidaria de cara en las elecciones del 21 de agosto. Parece una verdad de Perogrullo afirmar que la cuestion agraria es un tema fundamental en los horizontes de largo plazo para el pais. Sin embargo, aunque esto ha sido internalizado plenamente en diferentes sectores economicos, sociales, y politicos, muy pocas veces se ha abordado lo agrario desde una perspectiva ecologica, a partir de reflexiones sobre la sustentabilidad del desarrollo mismo de la nacion. Conviene contribuir, aunque sea modestamente desde esta columna, a nutrir ese debate vital para el futuro de Mexico. No nos dejemos sorprender por el canto de sirenas populistas que una y otra vez han mostrado el filo de su demagogia y fracaso. A nadie escapa ya, por mas gafas ideologicas que pretendamos utilizar, que el campo mexicano ha producido a costos historicos, sociales y ecologicos inaceptables. Seria largo resenar en este breve espacio la enorme cuota de responsabilidad que ha tenido el agrarism o de frontera en la destruccion sistematica de los bosques y selvas del pais, en la erosion, y en la desertificacion del territorio, a traves de la ocupacion extensiva, la dispersion, la ganaderizacion y la multiplicacion de una agricultura de subsistencia de enormes impactos ambientales. Ello, es imposible argumentar que ha sido en aras de desarrollo pleno, la integracion y el bienestar de la poblacion campesina. La destruccion ecologica en Mexico ha estado ferreamente asociada a la miseria y a la postracion economica de la mayor parte de las comunidades rurales. Ni los caudalosos y exultantes discursos agraristas, ni los cuantiosos subsidios derramados al campo mexicano (con la mediacion ineluctable de su burocracia y paternalismo endemicos) a traves de precios de garantia, ejercicio mas o menos generoso de recursos fiscales, proteccionismo comercial y creditos vencidos, dentro de un andamiaje corporativo usufructuado por buscadores de rentas politicas (los anglosajones dirian "rent seekers"), han sido capaces de disolver una solida estructura de inercias y de instituciones sociales ineficientes y ajenas a cualquier principio de sustentabilidad ecologica. Algunos datos ilustran este drama: Mexico ha perdido mas del 98 por ciento de sus selvas tropicales humedas, casi la mitad de sus bosque s templados y un porcentaje mayoritario de sus bosques mesofilos; y, casi el 80 por ciento del territorio nacional presenta algun grado de erosion con una importante disminucion en la productividad primaria del suelo. Los datos socioeconomicos y demograficos que son contraparte al drama ecologico, los damos por sabidos. Las voces de la contrarreforma abogan en el fondo por volver a las edificaciones corporativas donde quedaban prisioneras la libertad y la dignidad de los campesinos mexicanos. En el fondo, la contrarreforma significa reconstruir los valladares que habian escindido al sistema agrario de los canones elementales de la vida republicana y de su inherente dimension ciudadana, delimitando la componente atrasada y desintegrada de una sociedad dual, donde se han reproducido sin cesar las fuentes de la desigualdad, la injusticia y la extrema pobreza. En realidad, la contrarreforma agraria aboga por un enclave autoritario, donde la ineficiencia y la discrecionalidad burocratica hacen irrespirable el aire de la modernidad, y, donde, los organismos sociales y los individuos quedan sujetos a una logica perversa que recompensa el clientelismo y el patrimonialismo como patrones de conducta predominantes, opuestos, desde luego, a una sociedad plural, libre, responsable y productiva. En sus plegarias, los abogados de la contrarreforma quisieron hacernos creer que la nueva legislacion agraria apunta a la destruccion implacable del ejido y de la comunidad. La realidad y la prudencia de los verdaderos hombres del campo han demostrado lo contrario, ademas de las propias previsiones de la ley, en las cuales se sigue requiriendo la sancion de la asamblea ejidal para que un ejidatario pueda adquirir el pleno dominio de su parcela. Independientemente de estas, y seguramente de otras mas amplias precisiones juridicas, es necesario ubicar en un contexto objetivo y honesto el verdadero significado de las propuestas de contrarreforma. Al confrontarlas con la realidad, mas alla de las anoranzas ideologicas, no resisten pruebas minimas de consistencia. Veamos algunos datos. El territorio nacional abarca aproximadamente 200 millones de hectareas, de los cuales solo alrededor de 20 millones (10 por ciento) son susceptibles de un uso agricola aceptablemente productivo, que se encuentran bajo un regimen de propiedad ejidal, comunal o privada. Conocidos lideres campesinos han hablado de la necesidad de repartir, recientemente, mas de 16 millones de hectareas. O pretenden abolir la propiedad privada de la tierra y despojar a ejidos y comunidades, o intentan enganar a sus huestes p rometiendoles, en el fondo, solo el reparto de eriales, desiertos, peladeros y de los ultimos bosques y selvas mexicanos, o de plano, ignoran una aritmetica elemental. Se pierde de vista tambien que casi el 65 por ciento del territorio nacional se encuentra bajo el regimen comunal o ejidal, y que solo poco mas del 30 por ciento corresponde al regimen de pequena propiedad, siendo el resto zonas urbanas y terrenos nacionales. Nuevamente, en estas condiciones objetivas, proponer la perpetuacion del reparto agrario significa una riesgosa confrontacion con intereses establecidos, o tal vez, de igual manera, la contrarreforma esta sugiriendo la abolicion de la propiedad priva da. Con esto no soslayamos la posibilidad de que existan latifundios encubiertos; de hecho, el nuevo Articulo 27 establece la necesidad de identificar y fraccionar latifundios, fijando claramente los preceptos requeridos para eliminarlos; esto lo quieren ignorar las predicas oportunistas que hoy saturan algunos medios de comunicacion. El regreso al reparto agrario significa la entronizacion del conflicto, y la validacion del clientelismo politico, el engano y la manipulacion de conciencias y de organizaciones. La contrarreforma significa incertidumbre y riesgo, y con ello obstaculos definitivos a la inversion productiva, al empleo y al desarrollo. Una vez mas, los pobres serian las primeras victimas de sus redentores. Por otro lado, y como reflexion final, debe quedarnos claro que la solucion a los problemas del campo mexicano no se encuentra dentro de los margenes estrechos del mundo agrario en si mismo. Los horizontes historicos que hoy se despliegan ante nuestros ojos nos obligan a una vision mas integrada y coherente del futuro, en donde solamente un rapido proceso de urbanizacion, y con ello, de integracion socioeconomica y de elevacion de la productividad, podran liberar a los pobladores del campo de las ancestra les ataduras que hoy los ligan indefectiblemente a esa parte atrasada e injusta de nuestra sociedad dual. Urbanizacion y desarrollo sustentable, por ahora, van de la mano, sin divorcio posible; la razon y la experiencia, en Mexico y en el mundo, asi lo demuestran. .