SECCION CULTURA PAG. 31 BALAZO: ENSAYO/I CABEZA: Occidente y la libertad traicionada CREDITO: de todo, el mundo era tan simple: habia un solo adversario que era mas o menos comprensible, que se dirigia desde un solo centro, y cuya unica meta en sus ultimos anos (sin contar algunas excepciones predecibles) era mantener el statu quo. Al mismo tiempo, la existencia de este adversario unio tambien al Occidente, porque frente a este bien definido y global problema siempre podia estar de acuerdo en un planteamiento comun. Todo eso se ha desvanecido. El mundo se ha hecho de pronto inusualmente complejo y mucho menos inteligible. El viejo orden se ha colapsado, pero nadie ha creado todavia uno nuevo. Entretanto, el mundo "postcomunista" sorprende al Occidente: naciones de las que hasta ahora no se habia oido nada, despiertan y quieren sus propios paises. Gente no muy confiable, de Dios sabe donde, gana las elecciones. Ni siquiera esta claro si la misma gente que hace cuatro anos salio tan sorprendentemente de su sopor y expuls o al comunismo, extrana o no ese sistema hoy dia. La nostalgia inconsciente del Occidente por el antiguo orden puede discernirse hasta en cuestiones tan superficiales como la forma en que se refiere a nuestros paises. Desde la Republica Checa hasta Kazhkastan somos, y seguiremos siendo sin duda por un tiempo, "paises postcomunistas", y "ex miembros del ex Pacto de Varsovia". Soy culpable por haber utilizado estas expresiones yo mismo, pero tengo que admitir que cada vez les tengo mayor aversion. Despues de todo, no nos deshicimos del comunismo solo para ma ntenerlo -aunque sea con un prefijo- por siempre bordado en nuestros abrigos. Tampoco pasamos por el problema de liquidar el Pacto de Varsovia para cargar por siempre con el estigma de nuestra antigua membresia a este. (No hace mucho observe, muy poco diplomaticamente, que no nos referimos a Estados Unidos como una "ex colonia inglesa".) Estas formulaciones demuestran tanto la necesidad de categorizarnos, y la incompetencia para encontrar una clave a fin de entendernos de una forma que no sea la familiar. De hecho, a veces siento lastima por los hombres de estado occidentales cuando observo la intranquilidad y sorpresa con que escuchan las divergentes homilias historicas y geopoliticas pronunciadas por los representantes de nuestra parte de Europa. El polaco sigue mas o menos preocupado por la division de 1941 entre Polonia, Alemania y Rusi a, como si esperara que volviera a comenzar manana; el hungaro se refiere al Tratado de Trianon de 1920 como un error historico cometido a su pueblo y cuya consecuencia fue que un gran numero de hungaros ya no resida en lo que es Hungria; un checo se quejara de Munich y Yalta, y las otras traiciones a su pobre pais por parte de Occidente; y un eslovaco hablara sobre la injusticia historica de que nadie percibiera a los suyos como una nacion diferente. En tales momentos, me doy cuenta de que faci l debe haber sido para los politicos occidentales enfrentar una homogenea masa sovietica y no tener que preocuparse por distinguir una republica de otra. Entiendo bien la incomodidad con la que el Occidente sigue lo que, para el, son los extanos problemas de todos esos paises comprender la esencia de una nueva situacion, y una falta de imaginacion y valor en la busqueda de nuevas soluciones a partir de las nuevas circunstancias. .