SECCION: ESPECTACULOS PAG. 36 CABEZA: Fervorosa reconstruccion de la propia historia XAVIER QUIRARTE Con algunas fisuras, el loco diamante sigue brillando. Pink Floyd en concierto y una muy larga espera llego a su fin. Trafico enloquecido en las calles que rodean el Autodromo Hermanos Rodriguez mientras una mujer corta su existencia en las vias ferreas del metro (la victima 101 de lo que va del ano, dice uno de los miembros de seguridad) y cincuenta mil almas se dirigen al encuentro con el otro lado del espejo. Mucho tiempo despues del que hubieramos deseado estamos aprendiendo a volar. David Gilmore, Richard Wright y Nick Mason en escena con los dos grandes ausentes a cuestas -Syd Barrett y Roger Waters- nos traen en vivo a Pink Floyd. Entre rayos laser multicolores, representaciones del sistema solar y tres mujeres enfundadas en vestidos blancos, nos asestan "Learning to Fly", contundentes. Es la primera parte de una travesia que aunque se ha dicho predecible, tiene motivos de sobra para maravillarnos todavia. Las obras maestras, indestructibles, permiten que Pink Floyd deslice algunas piezas de su disco mas reciente, The Division Bell. Asi, llega "What Do You Want from Me" y la autodefensa: "¨Debo cantar hasta que ya no pueda cantar?/ ¨Tocar estas cuerdas hasta que mis dedos se despellejen?/ Eres tan dificil de complacer/ ¨Que quieres de mi?" Algunos quisieramos que los dedos sangraran y que las gargantas se desgarraran hasta que surgiera la saga de discos como The Piper at the Gates of Dawn, A tom Heart Mother, Wish You Were Here, Dark Side of the Moon o Ummagumma. En este material no hay nada nuevo bajo el sol, pero escuchar algo como "On the Turning Away" y alucinar con los cerdos gigantescos que nos vigilan con sus ojos llameantes nos reconcilian con el Pink Floyd que hemos visto esta noche. Un breve intermedio es el preambulo para un espectaculo rigurosamente cronometrado y dosificado con sapiencia, centrado en las maravillas de una pantalla circular en la que hacen erupcion las imagenes y los rios de luces desaforadas. "Shine on You Crazy Diamond", el homenaje perenne a Syd Barret y su deliciosa locura, al hombre que prefirio vivir del otro lado del espejo. Es el momento de pasar a la parte oscura de la luna, perderse en las notas de "Time" y gritar al cielo oscuro "Wish You Were Here" (un de seo frustrado porque es obvio que Waters no esta aqui). Pequenas luces de gas butano marcan el ritmo marcial de "The Wall", exorcizando a los maestros autoritarios que nunca quisimos tener. The Wall y The Dark Side of the Moon se intercalan y una gigantesca esfera surge en medio de las cincuenta mil almas que esta noche ha congregado Pink Floyd. La esfera se desgaja con los versos de "Comfortably Numb" y deja escapar una serie de luces cegadoras. El encore nos trae otro fragmento de la obra The Wall, "Hey You", que en una sola frase en cierta forma explica por que Pink Floyd ya no puede ser mas grande que el glorioso pasado que esta noche han recreado: "Unidos aguantamos, divididos caemos". Podriamos desear que los grandes ausentes siguieran disenando con Gilmour, Mason y Wright el futuro de Pink Floyd, pero la historia es irrevocable. Aun asi, con sus fisuras, el loco diamante sigue brillando. Ejecuciones impecables y un manejo maestro de lo visual mantienen al grupo en la cresta creativa en la reconstruccion de su propio pasado, demasiado poderoso para ser sepultado por una obra menor como The Division Bell. .